Recuerdo que mi madre me decía: “No te preocupes mi hija, que ya vendrán tiempos mejores y caballos que corran más”; en realidad he utilizado este refrán tan cubano hasta en uno de los poemas de mi nuevo libro. Pero cuando hablamos de familia, género y violencia doméstica, necesitamos volver a lo que un día nos abrió las puertas de la esperanza, a los viejos saberes y huir, a veces, de los pragmatismos que definen decisiones y puntos de vista. Estos tiempos mejores me remitieron a otras visiones sobre los conceptos de familia, violencia doméstica y el tan debatido concepto de género o géneros, lo que hace que metafóricamente quiera abrir una suerte de Caja de Pandora.
Las investigaciones sobre los conceptos mencionados anteriormente en Cuba alcanzan un nivel meritorio, si tenemos en cuenta que contamos con centros de investigaciones que son referentes para nuestra isla y Latinoamérica; pero este tema es amplio, multifacético y complejo para abordarlo en escasos párrafos.
Tuve la oportunidad de que llegara a mis manos un libro que, desde la investigación social, analiza las definiciones y dinámicas de las familias, los géneros y la violencia doméstica. Se trata del texto: Familia, género y violencia doméstica. Diversas experiencias de investigación social, publicado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello” en 2012.
No pierde vigencia esta compilación realizada por Reina Fleitas Ruiz y Magela Romero Almodóvar, para entender y poner en contexto la relación entre violencia de género y familias. Este es de los libros, aclaro desde mi opinión muy particular, al que tenemos que volver una y otra vez, porque visualiza las condicionantes que priman y determinan los roles de géneros en las familias cubanas.
Merece ser releído, además, a tenor del protagonismo que el tema estará asumiendo, en tiempos en que se llevará a debate una nueva propuesta de Código de las Familias en el país. Sobre todo, porque el libro está pensado, desde la cubierta, como herramienta comunicacional para deconstruir estos complejos asuntos.
Las compiladoras cuidaron muy bien su selección de los resultados de las investigaciones. Llama la atención que las especialistas son todas mujeres… ¿será pura coincidencia? Saltan a la vista los nombres de las consagradas Teresa Díaz Canals y Clotilde Proveyer Cervantes, pero también confluye con ellas la investigadora holguinera Yuliuva Hernández García.
Y cuando digo lo de “abrir la Caja de Pandora” me refiero a que, en estos tiempos de carencias de todo tipo, y específicamente en el marasmo en que se encuentra el planeta por la pandemia de la Covid-19, las mujeres son un eje fundamental para el desenvolvimiento tanto social como familiar, pero conviven con muchos desafíos que se les imponen a diario. Este libro nos ayuda a (re)diseñar los roles que, precisamente, pueden jugar la familia y las mujeres, pues, al revisar términos como “desigualdades, estructuración familiar, accidentalidad infantil” entre otros, evidencia cómo nos nosotras, lamentablemente, siempre debemos estar en la línea de la meta, esperando a los demás. Hoy muchas cubanas tienen que dejar sus hogares por las propias características de sus trabajos. Están las que laboran en la salud, los servicios comunitarios, los comunales; las que tienen que cumplir con otras funciones sociales y se apartan de los hijos, o los dejan al cuidado de abuelas o tías. Durante todos estos meses en que han estado suspendidas las clases, pequeños y pequeñas, adolescentes y jóvenes están en casa, y eso requiere de un mayor esfuerzo.
El referido libro tiene un trabajo titulado “La educación por las mujeres. Análisis crítico del rol femenino en la simbiosis escuela-familia en el municipio de Pinar del Río”, de Belkis Rojas. La investigadora establece una amplia comparación por etapas de lo que han sido la familia y la escuela, desde el análisis del rol de las mujeres en esos espacios. En él se alude a la compartimentación de roles para formar “una identidad del yo” y nos obliga a reflexionar acerca del papel múltiple que toca jugar a las mujeres en la dinámica familiar, y funciona como llamado de atención para comprender que la violencia no solo se manifiesta en los golpes y gritos; sino también en esas mismas dinámicas que hacen que las mujeres se sobrecarguen física y sicológicamente en su cotidianidad.
Pensando en las palabras de mi madre, en “los tiempos mejores”, el acápite del libro dedicado a “Género, familia y trabajo”, nos puede ayudar a concientizar los niveles de trabajo doméstico a que estamos sometidas las mujeres, a menudo sin que nos demos cuenta de que estamos siendo violentadas, algo que se ha profundizado en estos tiempos de distanciamiento.
Estas reflexiones podrían destapar la Caja de Pandora. Está tan invisibilizada la violencia que se ejerce a través del trabajo doméstico no remunerado, que nos parece muy normal que nuestras madres o abuela o tías lleguen de sus empleos y, con las mismas ropas que entraron a la casa, se paren frente a la cocina y anden de un lugar a otro recogiendo ropas y zapatos dejados por el resto de la familia desde las horas de la mañana. Sí, lo vemos como algo perfectamente normal. Es por eso que resulta necesario volver a este libro, para que especialistas, activistas, comunicadores e investigadores se familiaricen con los conceptos de trabajo doméstico remunerado, trabajo doméstico no remunerado e indiquen la importancia de analizar en sus trabajos “la participación familiar en las tareas domésticas”, como vía para eliminar esta otra forma de violencia; además de examinar profundamente la relación entre la familia y el trabajo desde un enfoque de género.
Cuando hablamos de violencia, a menudo nos quedamos simplemente en los aspectos sicológicos. No en todas las ocasiones, pero existe una tendencia a ver este fenómeno como un problema sicológico, cuando sabemos que es también un problema de salud, social y cultural; que sus manifestaciones son muy diversas y estas son invisibilizadas, por desconocimiento o por la tradición.
La (re) lectura de este libro me parece muy necesaria porque, al margen del placer de la lectura, propone una (re) visión de conceptos que necesitamos tener muy claros en estos tiempos, para poder equilibrar las cargas de las mujeres cubanas en tiempos difíciles. La violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, debemos atenderla y prevenirla y, poco a poco, ir cambiando nuestras tradiciones machistas; la visión de que la mujer es “el puntal de la casa”.
Cuando mi madre me decía, “ya vendrán tiempos mejores y caballos que corran más”, lo hacía con la esperanza de que las mujeres pudiéramos, con el tiempo, llegar a ser seres sociales valorados en su justa medida. En Cuba, las políticas sociales lo han logrado en parte, pero en el microespacio cotidiano seguimos tratando de no abrir la Caja de Pandora, por temor a lo que nos podemos encontrar.
Seguir trabajando es palabra de orden; pero debemos hacerlo desde conceptos científicos, desde diagnósticos comprobados, desde el activismo comprometido con el feminismo. Siempre es bueno y, además, muy sabio, volver a los libros que nos pueden aportar conocimientos necesarios.
No sé si vendrán los tiempos mejores o los caballos que corran más, pero todavía queda mucho por hacer. Si abrimos la Caja de Pandora, simplemente, tendremos que resolver lo que nos encontremos: luchar contra la violencia machista va más allá de los tiempos, los caballos y lo que nos pueda deparar el futuro.