Es una de las paradojas de estos tiempos reconocer el maltrato, el abuso y la violencia. A pesar de sus múltiples consecuencias negativas, no aparece con claridad a los ojos ajenos y propios. La violencia física, en toda la gama de sus modos de expresión, resulta más fácilmente identificable. Incluso la violencia verbal, colocada en las palabras y acompañada de gestos, puede mostrarse visible. Pero si se trata de la violencia psicológica (presente en todo tipo de violencia), y la que se muestra específicamente a través de los silencios, entonces la invidencia parece expulsar los significados de nuestra racionalidad más consciente.
En investigaciones realizadas sobre comunicación en la pareja se ha explorado la forma en que se solucionan los conflictos o, dicho en otras palabras, se indaga sobre cómo termina una discusión cuando hay diferencias de criterios. Con no poca frecuencia se escuchan respuestas como: “estamos sin hablarnos por algún tiempo”, “se pasa unos días sin hablarme”, o “dejo de hablarle hasta que se me olvide”.
No se trata, en estos casos, de darse un tiempo para el control de las emociones u ordenar mejor las ideas y volver al debate o la discusión, para encontrar soluciones constructivas en las que las personas lleguen a una alternativa aceptable para ambos. Tampoco se relaciona con una de las técnicas utilizadas en la rehabilitación de hombres maltratadores denominada “Tiempo y fuera”, en la que se les entrena en el control de sí mismos, para abandonar la casa cuando empiezan a aparecer síntomas de exaltación en los que se reconoce el camino a la agresión.
En los casos que refiero no hay búsqueda de soluciones de conjunto, sino abandono, y la falta de expresión auténtica de sentimientos y criterios. Las razones pueden ser muchas, entre ellas no ceder, visualizando los conflictos desde el “ganar-perder”, y miedo a las represalias.
En todo caso, el conflicto disminuye su temperatura pero no desaparece, continúa latente hasta que se vuelva a avivar el fuego. Sin embargo, también ocurre que ”dejar de hablar” se entronca con el castigar a la otra persona por lo sucedido. Esta forma de castigar implica provocar daños o provocar la vivencia de sufrimiento, en tanto se priva de palabras, de comunicación y de una relación afectiva, en última instancia. Pareciera que las personas pensaran: “para que aprendas lo que significa mi ausencia comunicativa”.
Otra de las formas de violencia psicológica contenidas en el asunto es la amenaza: “si no haces o piensas lo que digo, me perderás”. Si se particulariza en cada caso, en la historia personal y familiar, en los contextos y las personalidades participantes en el suceso, los significados concretos se multiplican y pueden ser muy diversos.
Desde formas muy sutiles, así la violencia atraviesa la cotidianeidad de las personas. A veces es inadvertida y, en otras, se le considera necesaria. En la realización de talleres he escuchado la frase “me tranco de banda”, utilizándola como símil en relación con los frenos de un auto.
El hermetismo, el aislamiento, el salirse del asunto, se vivencia también como una alternativa útil para “evitar el conflicto” en lugar de enfrentarlo, y no se visualizan consecuencias negativas de la inacción o el silencio. Alguien reflexionaba apuntando que nos acostumbramos a sistemas laborales y familiares basados en el ordeno y mando en las relaciones interpersonales.
No se nos entrena en la comunicación positiva y en la búsqueda constructiva de las soluciones. El significado de estas formas de “silencios” provoca daños en la esfera afectiva de la personalidad y sus consecuencias se traducen en síntomas que los convierten en problema de salud. Por si esto no fuera considerado suficiente para darle valor al tema, lo peor es que también estos silencios contribuyen a alimentar la escalada de violencia, haciéndola cíclica y cada vez más difícil de interrumpir en su reproducción en el tiempo. El “método” se utiliza también en la relación con los hijos/as, otros familiares y personas afectivamente cercanas. Se convierte en patrón constituido y constituyente, en tanto funciona como modelo de comportamiento probable instalado en la subjetividad.
Con el silencio no se calla, se dice y se puede decir, dañando. Aprendamos a esclarecer sus significados.