La adolescencia es, sobre todo, una etapa recordada con especial añoranza cuando se es adulto. Desde esa adultez, muchos expresan que les gustaría volver a ella por la manera en que la transitaron; protección familiar, estudio, curiosidad, amistades, música, recreación, preparación parala vida, amor, sueños, esperanza. En fin, se recuerda como una época en la cual existe un mundo por delante y una gran disposición a vivirlo, sin mayores preocupaciones.

Esta sería una cara de la moneda, es decir, recordar estos años con suspiros y satisfacción. Otra podría tener que ver, para algunas muchachas o muchachos, concierto ir y venir de diversiones en las que quedaron atrapados por prácticas sexuales desprotegidas, las cuales finalizaron en un embarazo no planificado.

Las adolescentes que deciden asumirlo comienzan entoncesa vivenciar inesperadas situaciones; primero con las familias, luego frente al personal docente o de salud, quienes, no pocas veces, violentan sus derechos como seres humanos con capacidad reproductiva, utilizando expresiones agresivas y culpabilizadoras. Si bien es cierto que la mayoría de las adolescentes que enfrentan repentinamente este proceso gestacional no están preparadas para asumir la responsabilidad que implica convertirse en madres, incluso cuidar el propio embarazo conscientemente, al quedar atrapadas por su nueva realidad necesitarían de apoyo por parte de la pareja, de la familia, de la escuela, de los servicios de salud, así como de redes de apoyo con las que, de alguna manera, interactúan.

Una actitud recriminatoria sostenidalas coloca en desventaja ante la sociedad, las excluye de los espacios que les correspondería entre sus coetáneos, les provoca inseguridad en sus familias, les genera dudas y desconfianza con las parejas –si estas existen– y les produce angustia, convirtiéndolas en víctimas de un asunto que sabemos tiene muchas aristas y es multicausal. No pocas adolescentes son tratadas por algún personal de salud, ante el reconocimiento médico, como si hubieran cometido un “crimen”, porque se naturalizan expresiones inadecuadas como: ¡Si supiste embarazarte, tienes que asumir las consecuencias!

Actitudes como estas resultan comportamientos violentos, fuera de lugar;sin embargo, son reales. En estos casos aumentan los temores y las culpas, lo cual no favorece la integridad de la muchacha a punto de ser madre. También padecen violencia cuando la pareja las abandona, cuando se desentienden del problema, cuando sienten que los coetáneos se alejan por estar enfrascados en sus ocupaciones y disfrute de la etapa por la que transitan; cuando se comenta, incluso,que no les conviene andar con…esa “perdida”. Algunas adolescentes comienzan a pasar por vicisitudes hasta que, por fin, la familia reacciona y asume la nueva situación familiar. Por lo general, es lo que sucede en Cuba. Muchas familias se responsabilizan con “su nueva situación” y hasta llegan a sustituir a la madre adolescente en algunas tareas, o incluso en todas.

Resulta doloroso cuando experimentan el distanciamiento de su pareja, o que esta no se interesa en el nuevo ser que viene en camino. Cuando la pareja no reacciona, entonces algunas comienzan a buscar quién las pueda acompañar en ese proceso, hasta reprochan la existencia del bebé. Muchas, en tanto, carecen de condiciones socioeconómicas para enfrentar la responsabilidad que implica la maternidad.

Existe entre ellas quien busca desesperadamente a alguien, no importa quién, solo alguien que las mantenga a ellas y al bebé. El costo de una nueva “relación forzada” no se toma en cuenta. Es una decisión riesgosa que podría tener consecuencias negativas para ella y su descendencia.

Sin dudas, la bondad de la naturaleza de conceder a las mujeres “el taller donde se forja la vida”, las coloca en una posición privilegiada respecto al hombre, pero también es desventajosa porque son las mujeres quienes llevan el embarazo, corren riesgos, se comienzan a ver diferentes, les cambia el cuerpo, y el ser adolescentes complica su situación, por las consecuencias que la gestación les podría ocasionar. Es una etapa en que la imagen corporal es importante.

Después del parto, comienza el puerperio, los cuidados que requiere el bebé aumentan y ellas asumen nuevas responsabilidades, aunque no estén habilitadas para ello. Así, poco a poco los deberes aumentan con el crecimiento del bebé.

Estos tiempos son asumidos, en el mejor de los casos, con resignación, tal vez con añoranza respecto a la vida que podrían estar viviendo, y eso les hace pensar que el entorno les es adverso, lo pueden sentir agresivo, cuando de vez en vez recuerdan su “adolescencia no disfrutada”.

¿Y qué pasa con el varón adolescente que asume la responsabilidad?

También la vida le cambia, pero no tanto. La sociedad le concede más oportunidades que a las niñas, a muchos se les compadece, pero se les brinda más apoyo, se simpatiza y encuentran oportunidades que aceleran su preparación profesional, o comienzan de ayudantes en algún empleo para comenzar a ganar dinero.

Otros papás adolescentes encuentran el apoyo en su familia o en la de la muchacha, aceleran su maduración, al menos en cuanto a la vida laboral y la necesidad de sustentar a un nuevo ser. Ellos también pueden ser violentados, criticados y culpados, cuando generalmente la falta de una real educación integral de la sexualidad los convierte en víctimas.

El inestable acceso a los servicios de salud y a los métodos anticonceptivos, la desatención familiar provocada muchas veces por excesiva ocupación laboral para garantizar lo material, entre otros factores sociales, pueden estar presentes en la vida de estos adolescentes, envueltos en un asunto a destiempo que les genera más problemas que satisfacciones. La misma sociedad los sataniza, los hace sentirse culpables a partir de una práctica sexual que no busca descendencia, sino placer, debido a la ausencia o evasión adulta de educación sexual que la familia debería proporcionar.

Esta práctica probablemente poco pensada, producto del deseo, pero también de una falsa idea de aparentar “madurez”, les juega una “mala pasada” y los marca.

Se debe entonces, ¿por qué no?, resaltar y enfatizar las bondades de la adolescencia para que quienes la transitan sientan el placer de defender su disfrute e identifiquen aquellas prácticas que pueden poner en riesgo todas las vivencias positivas que ella genera.

Las experiencias que se viven desde los numerosos cambios biopsicosociales son ya más conocidas y, de acuerdo con las particularidades de cada adolescente y de cada familia, se transitan de una u otra manera. ¡La adolescencia requiere de mayor atención por parte de los adultos! Necesitan más del SER que del TENER y el SER se comienza a cultivar desde la infancia.

Para muchachas y muchachos, enfrentar un embarazo en la adolescencia es un reto, un camino lleno de inseguridades; es ensombrecer el futuro inmediato, pero si encuentran redes de apoyo que los acompañen a ver las luces que tienen delante, lucharán para que los momentos de recriminación y exclusión queden en el recuerdo. La adolescencia es una etapa de oportunidades, en la que los obstáculos pueden encontrar una alternativa para seguir adelante.

Urge llamar la atención sobre actitudes que pueden ser violentas para estas chicas y chicos, en momentos en los que transitan por un camino equivocado. La vida sigue, la vida de ellas y ellos solo está al inicio de un largo camino. Es preciso revisar el comportamiento adulto para minimizar los daños que, en ocasiones, provocan actitudes adultas que no son empáticas o que evaden su responsabilidad. La adolescencia no es una etapa para ser madre o padre, es un momento de la vida en que se está más preparado para recibir que para dar, se tiene una imagen más infantil que adulta. Pero si ocurre, hay que habilitar a muchachas y muchachos para ser resilientes y proyectar el futuro desde una perspectiva saludable. Estas situaciones deberían colocar el tema a debate con públicos que transitan por el segundo ciclo de la enseñanza primaria, justo en el momento en que inicia la pubertad, antes que el crecimiento y desarrollo de un embarazo les sorprendan y tengan que enfrentar, por desconocimiento, diversas situaciones que violentan de alguna manera y marcan sus vidas.

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