Violencias para ver y oír

Por Dixie Edith

El cambio de horario de la serie televisiva española Internado, ocurrido hace pocas semanas en Cuba, a partir de críticas aparecidas en los medios de comunicación, volvió a poner en evidencia el consumo cotidiano de formas diversas de violencia desde no pocas propuestas audiovisuales. Bajo el título “¿A esta hora y con ese… Internado?” el diario Juventud Rebelde criticó la transmisión de la popular serie a las 7 y 30 de la noche, horario dedicado a las aventuras infantiles: “el menú trae sangre a borbotones, cadáveres en descomposición, experimentos con niños, vocabulario ‘del bueno’, ¡y mucho más!”, argumentó el periodista Luis Luque.
En consecuencia, la teleserie fue trasladada para casi el final de la programación, los martes y los jueves, pasadas las 11 de la noche.
Por las calles capitalinas aún está caliente la polémica entre quienes respaldan la medida y quienes la critican, sobre todo porque consideran que el nuevo horario es exageradamente tarde.
Sin embargo, la maestra jubilada María Dolores Fonseca pone su mirada en otra arista del asunto.
“Con Internado saltaron las alarmas porque era una propuesta llamativa en un horario evidentemente equivocado. ¿Pero realmente estamos haciendo un análisis de toda la violencia que mostramos por televisión a la infancia y a la adolescencia? ¿O realmente nos creemos que con quitar la serie española terminó el problema?”, reflexionó con SEMlac.
El doctor Julio César González Pagés, profesor de la Universidad de La Habana y coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, coincide con Fonseca.
“Cada vez son menos los productos culturales que reflexionan sobre la violencia y cada día más los que la exhiben sin ninguna contextualización, como si esta realidad no pudiera ser cambiada”, opina.
Para él, las creadoras y creadores contemporáneos no siempre son conscientes de su responsabilidad frente a una posible legitimación de estos contenidos desde el arte, a lo que contribuye el desconocimiento y la falta de información con que muchas veces se enfrenta el proceso creativo.

Entre hombres poderosos y mujeres fatales
Entre los artistas del patio el asunto adquiere matices peligrosos sobre todo en el terreno de los videos clips musicales.
“La música que se escucha en las fiestas de los muchachos del barrio es violenta desde las palabras. Y ellos la bailan y la reproducen de manera violenta, igual a como la ven en los videos. Lo peor es que los muchachos no se dan cuenta”, relata Fonseca.
La preocupación de esta pedagoga ya ha sido señalada en no pocas ocasiones por la crítica especializada, en particular a propósito de géneros musicales como el rap y el reguetón, altamente consumidos por la juventud.
“El auge de la timba y el reguetón, trajo consigo letras semántica y simbólicamente agresivas, para los que lo escuchan, tanto para hombres como para mujeres”, sostuvo en 2007 Teresa Montoya Hernández, quien estudió el discurso de cantantes cubanos de timba y reguetón para su trabajo de diploma en la Facultad de Humanidades del Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, en la oriental provincia de Holguín.
“Como consecuencia de que el lenguaje del rap se inscribe dentro de los registros popular y/o vulgar, su gestualidad también lo hace. Sus gestos están cargados de virilidad, fuerza y autoridad, y puede que en algún momento resulten agresivos o demasiado violentos” analiza más recientemente la especialista Yanelys Abreu, en la publicación La Jiribilla.
Por si fuera poco, en la mayoría de los videos clips de estos y otros géneros musicales, es clara y reiterada la presencia de violencia de género.

Marzo de 2010

(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)

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