Isabela Cutiño1 conoció a su primer novio de la Universidad gracias a Facebook. Ella estudiaba primer año de Química en la Universidad de La Habana y, un buen día, un muchacho que se presentó como estudiante de Ingeniería Industrial le pidió amistad en la popular red social.
«Al principio fue muy emocionante. Su foto de perfil era espectacular y mis amigas no paraban de decirme que yo tenía tremenda suerte», explicó Cutiño, quien hoy cursa el año final de sus estudios.
Se enamoraron entre mensajes y sesiones de chat, la mayoría de las veces largas y lentas, robadas a la conectividad universitaria. La primera frustración llegó cuando Cutiño conoció cara a cara a su galán virtual.
«Su foto de perfil era una trampa, no era de él; tampoco estudiaba Ingeniería sino Química, mi propia carrera, y llevaba todo ese tiempo observándome cada día. Aunque me chocó un poco, yo estaba muy enamorada y lo justifiqué pensando que era muy romántico. Finalmente nos hicimos novios y ahí comenzó todo», reveló.
Él revisaba sus sesiones de Facebook y le bloqueaba amigos, respondía por ella a los comentarios y ofendía desde el perfil a cualquiera que le provocara celos, incluso familiares y otras amistades de sexo femenino.
Seis meses después, la joven capitalina rompió la relación y la violencia se intensificó.
«Me robó el móvil y me esperaba a la salida de la facultad. Mi papá fue a la policía y le dijeron que no había ninguna prueba de acoso porque ahora todos los jóvenes jugaban así en internet.
Finalmente, uno de mis profesores lo llamó y le dijo que, si se me volvía a acercar, la universidad le iba a poner una denuncia y no se iba a graduar», relató Cutiño.
Esta muchacha estuvo más de dos años sin entrar a las redes sociales. Tuvo que cambiar su número de móvil y confiesa que todavía siente miedo cuando cae la noche y no ha salido de la colina universitaria.
Terror en la autopista de la información
Las nuevas tecnologías de la información y las Comunicaciones (TICs) constituyen hoy un elemento importante en el ejercicio de control, acoso y dominación hacia las mujeres, coinciden especialistas de perfiles diversos.
«La violencia de género en el escenario de las TICS es un tema que se va complejizando cada día, ante la vertiginosidad de ofertas comunicativas que ofrece este espacio», reflexionó con SEMlac la psicóloga cubana Dalia Virgilí.
Para la periodista Helen Hernández Hormilla, «puesto que la intimidad ha corrido sus límites y las personas suelen exponer sin impudicia sus fotos, videos y datos personales en perfiles de redes sociales, los maltratadores aprovechan estas plataformas como estrategia de coacción», advirtió en su artículo «La violencia de género se prolonga en las TICs», publicado en octubre pasado en el servicio informativo de SEMlac No a la Violencia.
Según Virgilí, en el entorno de la llamada red de redes hay violencias identificadas relativas a contenidos dirigidos de antemano a mujeres u hombres, según estereotipos tradicionales, y también con los accesos diferenciados en cuanto a contenidos y aprovechamiento de las TICS para unas y otros.
«Pero se hace inminente centrar la atención en los intercambios posibles a través de las redes sociales, donde circulan violencias de género de todo tipo», alertó la psicóloga en un debate digital sobre el tema promovido por SEMlac.
Para esta académica, con una maestría en Psicología Educativa, esas violencias pueden comenzar «con la simple solicitud de amistad de personas extrañas a partir del ‘gusto’ generado por una foto de perfil», como le ocurrió a Cutiño.
Pero a menudo llegan al «control constante de la vida de una persona a través del GPS o el posteo sobre lugares que visita, que puede terminar en acosos fatales o inclusive feminicidios».
Una investigación acerca de la violencia contra las mujeres relacionada contra la tecnología y realizada en 12 países de África, Asia y América Latina entre 2009 y 2011, identificó que entre las formas más comunes de violencia de género en el marco de las TICS se encontraba el hostigamiento en línea y el ciberacoso, probablemente las más visibles.
El estudio se titula «Voces desde espacios digitales: violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología» y fue desarrollado por la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), una red internacional de organizaciones de la sociedad civil que desde 1990 empodera y asiste a personas que trabajan por la paz, los derechos humanos y el desarrollo a través del uso estratégico de las TICS.
La investigación identifica otras manifestaciones de este maltrato.
Así, se habla de violencia de pareja íntima, «cuando la tecnología se usa en actos de violencia y abuso en relaciones íntimas o conyugales», de agresión sexual y violación, «cuando la tecnología se emplea para seguir los movimientos y actividades de las mujeres y para saber dónde están», y también en los casos en que «la violencia continúa mediante la grabación digital y distribución de la violación».
En otros casos, advierte, «se han utilizado avisos o mensajes falsos en Internet para atraer a las mujeres hacia situaciones en las que sufren agresiones sexuales».
El estudio llama la atención también hacia la violencia dirigida a comunidades, «donde determinadas comunidades sufren ataques y acosos en línea dirigidos a ellas por su identidad sexual o de género o por su posición política».
Según el texto, «el daño que experimentan las mujeres por esta violencia es principalmente psicológico y emocional e incluye miedo, enojo, estrés y depresión. Pero además, el abuso en línea, si no se controla, puede escalar hacia un abuso físico en la vida real».
Entre vida virtual y real
«La violencia de género en las TICS podría verse como un co-relato de la misma violencia en la vida social, cotidiana, solo que las tecnologías se convierten en dispositivos que visibilizan en ese espacio de virtualidad formas de violencia que quizás en la vida cotidiana se manifiestan de otras maneras», sostuvo a SEMlac Danae C. Diéguez, especialista cubana en género y cine.
A juicio de Diéguez, en el mundo digital y de las redes sociales, asistimos a los mismos imaginarios simbólicos que reproducen la violencia, solo que esta adquiere formas, discursos y estrategias disímiles.
«Destacaría como característica importante que llega a muchas personas a la vez y se camufla según quien la recibe», apuntó Dieguez.
En Cuba, por la débil conectividad del país, pudiera pensarse que estos fenómenos son aún ajenos. No obstante, estudiosas de la relación entre comunicación, género y violencia vienen llamando la atención sobre el tema.
Datos de 2013, publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, indican alrededor de 2.923.000 computadoras conectadas a Internet en Cuba, una cifra baja en un país de poco más de 11 millones de habitantes.
Estos datos, además, no están desagregados por género y no pocos especialistas están hablando de una subestimación de la conectividad real, pues con una misma conexión pueden estar accediendo a Internet varias personas desde la isla, algo que es muy difícil de contabilizar.
Sin embargo, al cierre de 2014, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) reportaba poco más de dos millones de líneas de celulares y recientemente se han abierto zonas de conexión Wi-Fi en puntos de toda la geografía del país, lo que diversifica el acceso a las TICS y complica los análisis.
«Los teléfonos móviles funcionan como un fuerte mecanismo de control sobre las mujeres por parte de sus parejas, especialmente si son ellos los que financian el crédito de las llamadas. Con ese solo medio es posible mantener un control absoluto sobre dónde se encuentra la mujer y con quién», advierte Hernández Hormilla.
Por otra parte, Facebook es la red social más utilizada por los jóvenes en Cuba y en ella siguen repitiéndose estereotipos sexistas en la creación de los perfiles y la interacción de mujeres y hombres con sus amistades.
Además, desde hace años y a través de memorias flash, circula por todo el país información que puede clasificar en el terreno de la pornografía digital, pero que también se convierte en acoso.
«Otra tendencia reciente es la confección por adolescentes de videos no profesionales, al estilo de aquellos publicados en canales de youtubers, para burlarse de alguien, casi siempre una muchacha que no encaja en el canon de belleza tradicional. Los audiovisuales terminan pasando de una a otra memoria flash, por la aplicación Zaphia para teléfonos Android o distribuidos entre los videos graciosos del paquete semanal, hasta que son vistos por una amplia mayoría de la población», agrega Hernández Hormilla.
Para Virgilí, una especificidad de esta nueva forma de ejercer violencia de género, radica en lo generalizado de la vulnerabilidad. «Al ser las TICS una imposición de la época, casi una condición sine-qua-non y además ser atractivas, las probabilidades de implicarse en un vínculo violento son altísimas».
Sin embargo, esta psicóloga no cree que exista una «variante cubana» del fenómeno, «salvo esa que tiene que ver con el límite que impone la no existencia aún de una banda ancha que permita el acceso generalizado y en particular el uso del GPS para todo (en el celular, en la tablet)».
Dieguez considera que el reto en Cuba anda por posicionar cada vez más el tema. «Somos una isla muy patriarcal, la violencia por razones de género está por todas partes y es lógico se manifieste en las TICS», explicó.
Las expertas entrevistadas por SEMlac coinciden en un punto. En Cuba es urgente generar debate sobre estos asuntos «en la red y en la vida real», generar conciencia, visibilizar historias y riesgos.
Recuadro
Pistas: conductas que revelan ciberacoso
Distribuir en Internet una imagen o datos comprometidos de contenido sexual (sexting).
Presentarse en un perfil falso ante la víctima con el fin de concertar un encuentro digital para llevar a cabo algún tipo de chantaje online (grooming).
Hacer correr rumores en la red sobre un comportamiento reprochable atribuido a la víctima.
Acceder al ordenador de la víctima para controlar sus comunicaciones con terceros.
Dar de alta el email de la víctima para convertirla en blanco de spam, contactos con desconocidos.
Divulgar por Internet grabaciones con móviles en las que se intimida, agrede o persigue a una persona.
Usurpar la identidad de la víctima para hacer comentarios ofensivos sobre terceros.
Crear un perfil falso en nombre de la víctima para realizar demandas u ofertas sexuales.
Dar de alta a la víctima en un sitio web para estigmatizarla o ridiculizarla.
Perseguir e incomodar a la víctima en los espacios de internet que frecuenta de manera habitual.
1-El nombre y algunos datos de la protagonista de esta historia han sido cambiados por solicitud de la entrevistada.