Patrones de educación que arrastran estereotipos de cómo ser hombre o mujer y comportamientos sexistas, junto a brechas de comunicación entre adolescentes y sus padres, o sus maestras y maestros, están en el origen de muchas manifestaciones de violencia escolar. En ese contexto, ¿qué pasa con las niñas y adolescentes? Con muchos años de experiencia en el estudio de la violencia escolar, la pedagoga y doctora en Ciencias Yohanka Rodney reflexiona sobre el tema.
A partir de las investigaciones sobre el bullying que ha realizado, ¿podrían identificarse manifestaciones de violencia de género como parte de la violencia escolar?
Los estudios sobre el bullying o acoso escolar que se han realizado, desde un principio han estado vinculados al estudio de las diferencias de género y esta categoría ha ocupado un papel central en las investigaciones. En este sentido, los instrumentos utilizados han permitido identificar diversas manifestaciones de violencia por motivo de género, así como corroborar que en la escuela, niñas, niños, adolescentes y jóvenes reproducen y recrean patrones y modelos de relaciones sociales violentas, que se basan en el uso inadecuado del poder.
Esto suele ocurrir cuando aprenden que es válido y aceptable utilizar el grito, los golpes, la exclusión y la fuerza para obtener lo que desean, o cuando sus experiencias vivenciales se relacionan con aquellos entornos que en muchos casos son producto de la influencia de relaciones de poder basadas en el género y que se encuentran profundamente arraigadas en la sociedad.
¿Cómo se manifiesta este tipo de maltrato en niñas y adolescentes? ¿Qué ocurre durante el noviazgo?
En relación con el bullying o acoso escolar, el análisis de la categoría género es mucho más cualitativo que cuantitativo; su empleo depende de las circunstancias en que se desarrolla y de la educación que recibe cada sujeto, así como de los aprendizajes adquiridos que manifiestan modos de actuar diferentes hacia las demás personas.
La violencia de género hacia las niñas puede manifestarse mediante agresiones físicas, amenazas y hasta agresiones verbales, aunque las agresiones físicas son menos frecuentes. Las más visibles son las agresiones verbales que sufren y que se emplean en algunos casos para acosar e intimidar a aquellas que rompen o desafían modelos dominantes de feminidad, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. También puede ser relacional y se expresa en las relaciones intragenéricas, estas incluyen aquellas conductas que se dirigen a la manipulación de las relaciones sociales para hacer daño, como por ejemplo separar a alguna compañera del grupo por no acatar las normas que este impone.
La violencia de género en los noviazgos de adolescentes se puede observar mediante empujones o golpes a la pareja, fundamentalmente por parte de varones hacia las muchachas; y también como violencia verbal y psicológica.
¿Qué pasos seguir en el sistema escolar para prevenir este tipo de violencia?
La escuela es el centro donde se desarrolla el proceso educativo en general, y en particular el de enseñanza-aprendizaje. Tiene, por tanto, el encargo social de centralizar y dirigir las influencias educativas intencionales que caracterizan sus funciones de carácter profesional y especializado en la formación de la personalidad de niños, adolescentes y jóvenes. En ese sentido, se debe continuar trabajando en pos de una verdadera educación integral de la sexualidad.
Esa afirmación implica que, para prevenir este tipo de violencia, la escuela tiene que ser:
– Proactivamente inclusiva y abrazar la diversidad a partir de la creación de espacios que coadyuven a este fin.
– Debe satisfacer las necesidades de conocimiento que tienen niñas, adolescentes y jóvenes, y que constituyen aprendizajes para la vida.
– Debe fomentar la adquisición de contenidos que aseguren la igualdad de género, que incluyan la comprensión y aceptación de la homosexualidad, el lesbianismo y la transexualidad como formas de orientación sexual posibles, o de identidad de género.
– Igualmente, le corresponde velar por que los aprendizajes adquiridos por el estudiantado se traduzcan en un cambio en las actitudes hacia todas las formas de violencia por motivo de género.