Julia es una joven que quiere superarse. Continuamente su marido le dice que ella no sirve, que es mala madre y torpe, pero la mujer se contiene «para no provocarlo». Así evita que beba y se ponga violento, dice ella.
Aunque Julia es un personaje de ficción de la telenovela «La otra esquina», que actualmente transmite el canal estatal Cubavisión, de alcance nacional, especialistas consideran que el dramatizado refleja estereotipos sobre la violencia de género que perviven en la sociedad cubana.
En opinión de la investigadora y profesora universitaria Magela Romero, la idea de que consumir alcohol provoca la violencia es uno de los principales mitos que impiden entender y reconocer la violencia, incluso entre las propias víctimas.
A pesar de ser una creencia de profundo arraigo popular, la especialista aclara que «mientras la violencia es algo aprendido, el alcoholismo lo que hace es acelerar, o no, la aparición de los comportamientos violentos».
«Las personas también aseveran con frecuencia que «entre marido y mujer nadie se debe meter», afirmación que obstaculiza bastante el trabajo de atención a las víctimas y el apoyo necesario que pueden brindar las redes de apoyo», declaró Romero a SEMlac.
La bibliografía científica apunta que en el país se ha avanzado en el reconocimiento de la violencia machista contra las mujeres como un grave problema social. También se comienza a superar la falsa noción de que la violencia de género es perpetrada por desconocidos.
No obstante, varios estudios apuntan a la existencia de mitos que achacan a trastornos emocionales y la «naturaleza violenta» masculina, el comportamiento de los maltratadores.
Además, suelen reconocerse como atenuantes o justificadores del maltrato actitudes y acciones de las mujeres, así como la incomunicación en la pareja.
En opinión de Romero Almodóvar, estos mitos suelen culpabilizar a la víctima e incluso llegan a sesgar las estrategias de enfrentamiento a la violencia machista.
«En las intervenciones comunitarias y el trabajo con estudiantes es bastante común encontrar la creencia de que las mujeres con menos recursos, que pertenecen a sectores vulnerables, son más propensas a sufrir la violencia», opina la socióloga a SEMlac.
La experta señala que, por esta causa, no se reconoce suficientemente la violencia machista que existe en zonas urbanas con mejores condiciones económicas y se invisibilizan las agresiones que pueden sufrir mujeres profesionales o con mayores ingresos.
A Inés Laza Galán la experiencia de años le ha demostrado que el desconocimiento y los prejuicios alimentan los mitos y sustentan la violencia de género, incluso entre las propias víctimas de maltratos.
«Muchas no reconocen que son víctimas de violencia y consideran como natural que el hombre es el que manda, mientras la mujer es para la casa», dijo a SEMlac esta trabajadora comunitaria de la barriada de Alamar, en las afueras de la capital cubana.
Según la socióloga Clotilde Proveyer, el desconocimiento y la socialización de género en la sociedad patriarcal convierten en aceptables conductas «tan dañinas y desvalorizantes como las que supone la violencia psicológica o sutil».
En el artículo «Violencia de género. Aproximación desde la realidad cubana», la experta destaca el papel de la educación para subvertir los valores patriarcales que justifican el dominio de los hombres sobre las mujeres.
«Es esencial actuar en la educación desde edades tempranas e incluir estos saberes en los currículos de las especialidades, cuyos perfiles se relacionan con la atención y/o la prevención de este mal social», apunta Proveyer.
Publicado a principios de 2014 por la revista Sexología y Sociedad, el artículo llama a la sistematización científica para comprender mejor las particularidades de esta pandemia en Cuba.
Pese a la fragmentación de las investigaciones, algunos estudios demuestran la presencia de estereotipos y falsas creencias en actores comunitarios, profesionales de la salud y del ámbito jurídico y policial.
La investigadora Aida Torralbas Fernández reconoce el impacto negativo de los mitos en la atención a la mujer víctima.
«No tener claras las características del fenómeno de la violencia de género contra la mujer en la relación conyugal, puede llevar a inadecuadas interpretaciones de los hechos», concluye la psicóloga en el artículo «El psicólogo clínico y la violencia contra la mujer: situación en Holguín».
El texto aparece en el volumen Rompiendo silencios. Lecturas sobre mujeres, géneros y desarrollo humano, una compilación publicada por la Editorial de la Mujer, que incluye varios estudios sobre la temática en el contexto nacional.
«El fenómeno es complejo y la solución del hecho atañe a profesionales de diversos sectores y se hace necesaria su capacitación para que este problema no siga pasando con frecuencia inadvertido ante ellos», refiere la docente de la Universidad de Holguín, provincia oriental ubicada a 685 kilómetros de La Habana.
Los agentes del orden también han sido estudiados por investigadores sociales cubanos, pues activistas comunitarios denuncian con frecuencia el mal trabajo de los agentes policiales en el tratamiento de la violencia de género.
En junio de 2013, la joven Dariadna Barrios Tabares se licenció en psicología por la Universidad de La Habana con un estudio sobre la representación social de la violencia de género en un grupo de oficiales en la capital cubana.
Barrios Tabares estudió a 50 oficiales de distinto rango en los 15 municipios habaneros, de ellos 18 mujeres y 32 hombres. Las edades oscilaron entre los 20 y 52 años.
La investigadora constató la presencia de mitos que contribuyen a invisibilizar la violencia, ignorar sus causas reales y justificarla frente a determinadas circunstancias.
Un solo sujeto del grupo investigado fue capaz de reconocer la totalidad de nueve mitos analizados, el resto portó al menos dos falsas creencias.
La joven investigadora refiere que 60 por ciento de los sujetos reconoció que la violencia no es un asunto privado y, por tanto, su atención le corresponde también a diversos sectores en la sociedad.
«Los mitos que presentaron mayor dificultad para ser reconocidos indican el desconocimiento del fenómeno con respecto a su verdadera esencia, origen y las causas que lo desencadenan», concluye Barrios.
La sensibilización y formación es una ruta compartida por especialistas y activistas comunitarios.
Magela Romero reconoce la necesidad de romper con los valores patriarcales a partir de una formación basada en el conocimiento.
«Siempre digo que la sensibilización es vital y debe partir primero del buen entendimiento de lo que la violencia de género significa y la distinción que tiene con otros tipos de violencia, para justamente desmontar con la realidad los mitos que existen», reflexiona la experta.