Violencia, alerta desde las tablas

Por Dixie Edith

La parodia y la ironía pueden ser formas de sensibilizar a públicos diversos con la violencia de género, confirma una reciente puesta en escena del teatro español La Quimera de Plástico, en la sala Hubert de Blanck, en la capital cubana.
Con textos de Darío Fo y Franca Rame, dos dramaturgos italianos reconocidos en el teatro contemporáneo mundial, la propuesta, titulada Mujeres, combina los monólogos El despertar y Una mujer sola, que muestran un tipo de maltrato que habitualmente se sufre puertas adentro de los hogares.
Los dos textos “tienen una unidad temática con el tema de la mujer y los malos tratos. Fueron escritos en los años setenta, pero el problema, lamentablemente, sigue existiendo”, ha explicado Tomás Martín Iglesias, director del proyecto teatral.
Siendo los autores Fo, premio Nobel de Literatura 1997, y Rame, no extraña que la parodia y la ironía sean la forma de afrontar los problemas sociales, a pesar de su gravedad.
Para Martín Iglesias, “el sarcasmo predomina, porque el tema es duro y reírte de estos asuntos es un poco fuerte. Pero ahí está la habilidad del autor. Es un tipo de humor con el que, al fin y al cabo, te vas a casa y piensas ‘de qué me he reído’. Primero te ríes porque la risa es así, pero después te deja algo más”.
“A través de una ventana, damos noticia de las humillaciones y malos tratos sufridos por una mujer. ¿Cuántas ventanas habría que abrir para romper el silencio sobre estas situaciones? ¿Cuántas para que una mujer se enfrente sola a esta realidad?», asegura uno de los programas que ha acompañado la puesta del monólogo Una mujer sola.
Agobiada por la soledad, una mujer entabla un supuesto diálogo con una vecina y le cuenta pormenores de su matrimonio, en el que es maltratada y humillada. Esa es la línea conductora del primer texto de la puesta.
La concepción dramatúrgica permite a la actriz Selma Sorhegui, nacida en Cuba y residente ahora en España, entradas y salidas de escena en las que realiza cambios de vestuario.
Egresada de actuación teatral en el Instituto Superior de Arte (ISA), de la isla, antes de viajar a España, Sorhegui laboró en compañías como el Teatro Buendía, y Teatro Estudio. En cine, protagonizó el filme cubano Mujer transparente, laureado con el premio Nuevos Realizadores en el Festival de San Sebastián, en 1991.
Desde ese año, ha protagonizado todos los espectáculos presentados por La Quimera de Plástico en Europa, América Latina y África.
En Una mujer sola asume, de manera excelente, el rol de víctima del marido y hasta del cuñado, recluida como castigo a una infidelidad, resultado de su fracaso matrimonial.
«Cuando lo ves desde afuera, te preguntas por qué esta mujer no se rebela. Es algo que te ayuda a darte cuenta hasta dónde el poder masculino te impone cosas, que una misma puede haber sido víctima de violencia y haberse rebelado o no», ha reflexionado Sorhegui.
En el segundo monólogo, la actriz se desdobla en una joven madre trabajadora, inmersa en los avatares de uno de esos amaneceres cotidianos en los que tiene que conseguir llegar temprano al trabajo, dejando a su bebé a buen recaudo.
Mientras, el marido duerme sin prestarle ayuda; ni siquiera atención. Las agonías de la llamada “doble jornada” se muestran desde una posición crítica, pero a través de situaciones abiertamente humorísticas.

Violencias que no se ven
La propuesta de la obra entronca con la visibilización de lo que especialistas diversos han denominado microviolencias o violencias cotidianas.
Descritas por el psicólogo argentino Luis Bonino Méndez como «pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasi normalizados que los varones ejecutan permanentemente», esta forma de agresión es más común de lo que muchas veces se reconoce.
Según el experto, que también las llama micromachismos, «son hábiles artes de dominio, maniobras que, sin ser muy notables, restringen y violentan, insidiosa y reiteradamente, el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad, se ejercen generalmente con total impunidad».
Especialistas en el tema, como la psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, investigadora del Grupo de Estudios sobre Familia, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, coinciden con Bonino en que estas agresiones sutiles son una forma de violencia psicológica muy común, pero poco estudiada y, muchas veces, imperceptible.
«Van produciendo un daño sostenido que se agrava en el tiempo y afecta la autoestima de las víctimas, quienes no pueden establecer estrategias de enfrentamiento porque no las identifican como una agresión», precisó Díaz Tenorio a SEMlac.

Obra con historia
Presentada en varios países, Mujeres ya había sido vista por el público cubano, en noviembre de 2009, en un empeño que contó con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo y coincidió con los esfuerzos por visualizar, desde el ámbito de la cultura, la celebración el 25 de noviembre del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Su puesta en escena no es un hecho casual en el historial profesional de Martín Iglesias. Con una intensa labor pedagógico-teatral y fundador de la compañía La Quimera de Plástico, este director ya había llevado a las tablas en 1991 la obra Yo grito, también con Sorhegui en el papel protagónico y vinculada al tema de la violencia de género.
Desde su estreno, Mujeres ha viajado a México, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Estados Unidos, entre otros países. A los gestores del hecho teatral les llama la atención el efecto que ha tenido la obra en públicos diversos.
«Nos presentamos en Guinea Ecuatorial, un país muy machista. Sin embargo, encontramos que las mujeres son bastante desinhibidas a la hora de reírse de sus propios problemas», ha comentado Sorhegui.

Agosto de 2010

(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)

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