Por Dixie Edith
Considerada por expertos la forma de violencia intrafamiliar más extendida en Cuba, la agresión psicológica alcanza con frecuencia a adolescentes y jóvenes, aunque en muchas ocasiones no puedan identificarla.
Patricia Rodiles, una estudiante de noveno grado del municipio capitalino de 10 de Octubre, es uno de esos casos. Con excelentes resultados docentes y una afición por la Informática, que muchas veces la mantiene en casa cuando su grupo de amigos va a fiestas o de paseo, Rodiles, no obstante, aseguró que siempre está esperando para ver “cuál es el regaño o el grito del día”.
“Es que soy muy torpe y siempre tumbo todas las cosas o rompo algo; o a veces me extiendo hablando por teléfono y mi mamá se desespera”, contó Rodiles a SEMlac. “Ella me lleva con mano dura, pero jamás me ha pegado y yo sé que lo hace por mi bien”, precisó.
Una investigación sobre la violencia intrafamiliar desde la perspectiva de los adolescentes, realizada entre 2006 y 2007 por el Centro de Estudios de la Juventud (CEJ), confirmó que el caso de Rodiles no es una historia aislada dentro de la sociedad cubana.
Según el estudio «Violencia intrafamiliar: una mirada desde la perspectiva adolescente», de la investigadora Idianelys Santillano, situaciones como las de esta muchacha son a veces tan cotidianas que parecen correctas. Sin embargo, hay características que las revelan como manifestaciones clásicas de violencia psicológica en esta etapa de la vida.
Con una muestra de 827 adolescentes de diferentes provincias, dividida en dos grupos (10-14 años y 15-19 años), la investigación indagó acerca de las relaciones entre padres y madres con sus hijas e hijos adolescentes, y consideró la violencia no solo desde el punto de vista físico, sino también desde el aspecto psicológico.
Uno de los objetivos declarados fue conocer cómo se desarrollan las actitudes violentas en familias aparentemente normales y funcionales.
“No lo hicimos pensando en los adolescentes, que a primera vista pueden parecer problemáticos o que provienen de hogares disfuncionales, sino en los que viven en aparente calma y felicidad”, explicó Santillano a la prensa local.
Los varones entre 15 y 19 años resultaron el grupo más impactado por manifestaciones de maltrato psicológico, según confirmó el estudio, en línea con un informe del Secretario General de las Naciones Unidas (ONU) sobre la violencia contra los niños, presentado en 2006, que refiere que la edad de mayor vulnerabilidad frente a maltrato de cualquier tipo se ubica entre los 10 y 17 años.
Para la investigadora, uno de los resultados más sorprendentes fue encontrar que, ante conductas incorrectas de los adolescentes, un alto número de padres asume actitudes violentas, entre ellas dejar de atenderlos como habitualmente hacían, recordarles todo lo que se han sacrificado por ellos y fomentar así un sentimiento de culpabilidad o, sencillamente, dejar de hablarles.
“Se demostró que, en nuestra sociedad, existe una amplia gama de comportamientos erróneos en la educación padres-hijos, donde se reproducen relaciones en las que no se escucha a los adolescentes y, muchas veces, se conciben espacios de reflexión que en realidad son solo de reproche”, confirmó la autora.
En mi casa lo aprendí
Aunque no lo recoge explícitamente, el estudio de Santillano abre más una preocupación de cara al futuro, si partimos de un hecho constatado por no pocos especialistas: la violencia se aprende.
En ese sentido, la doctora en Sociología Clotilde Proveyer Cervantes, profesora de la Universidad de La Habana, ha asegurado que “si la familia educa en la violencia, esas personas, en el ámbito extra doméstico, proyectarán luego una relación violenta”, afirma.
“El problema es que aprendieron a dirimir los conflictos, a imponer sus criterios y a relacionarse de una manera violenta”, detalló a SEMlac Proveyer, quien pertenece además al Grupo Nacional para la atención y prevención de la violencia intrafamiliar.
Para el doctor en Ciencias Ernesto Pérez González, psiquiatra y criminólogo del Instituto de Medicina Legal, el niño o adolescente “objeto de agresión -directa o indirecta- en el hogar tiene muchas más posibilidades de ser un maltratador cuando sea padre”.
Febrero de 2010