Transporte urbano provoca violencia social

«Cuando subí, el ómnibus estaba lleno de personas. El maletín que traía conmigo le molestó a un hombre. Comenzamos a discutir y cuando la guagua (ómnibus) se detuvo, bajamos y nos pegamos fuerte. Yo caí al suelo y me golpee la cabeza contra el piso. Después no sé qué pasó».

Así cuenta a SEM Alberto Pacheco, luego de salir del hospital donde estuvo ingresado, en estado de coma, durante 12 días. La pelea que tuvo dentro y fuera del bus, en la capital cubana, le provocó una contusión cerebral.

El transporte en La Habana es un problema serio desde hace varios años. Trasladarse de un lugar a otro por cuestiones de trabajo o estudio resulta punzante para la mayoría de la población capitalina.

Los ómnibus demoran a veces horas entre uno y otro, la aglomeración de individuos distingue las paradas (puntos donde se recoge el pasaje) y los autobuses viajan atiborrados de personas.

La crisis proviene, principalmente, de los problemas causados por la desaparición del campo socialista, de donde venían casi todos los repuestos y unidades de transporte. Hoy ya se comienzan a recibir de otros países, pero la recuperación es lenta.
La violencia generada por el comportamiento explosivo de los cubanos en las guaguas no sólo pudiera tener como causa los problemas económicos, sino también una mala educación proveniente del hogar.

El licenciado Dionisio Zaldívar, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana, explica a SEM que «en los últimos años la familia no presta mucho cuidado a la educación formal. Las personas se han educado en un medio donde se ven como el centro de atención y no tienen en consideración las necesidades ajenas».

«Esto puede explicar sus respuestas violentas en algunos lugares públicos cuando, de alguna manera, se sienten frustradas y no pueden imponer su criterio», ahondó el especialista.

Las groserías, los empujones, el calor asfixiante y la falta de cortesía son las características más comunes que se encuentran dentro de un bus en La Habana, donde las personas viajan unas sobre otras por la escasez de los medios de transporte.

José Luis Hernández, director de la Empresa de Ómnibus Urbanos en la capital, explicó a SEM que durante 2005 se reportaron 330 incidentes violentos. Esto significó una pérdida de más de 1.500 pesos cubanos y alrededor de 4.000 en moneda libremente convertible.

«Cuando se forma una pelea dentro de un ómnibus, se detiene el vehículo y la policía se lleva a los causantes de la indisciplina y se les aplica la ley», explica Hernández.

Para la mayoría de la población cubana, este constituye el único medio de transporte, pues la tenencia de autos es muy limitada, lo que explica en buena medida que los ómnibus viajen atiborrados de personas.

«Una vez iba en un bus y delante de mí comenzó un problema con unos homosexuales. Un señor no quería que lo rozaran y como el bus estaba tan lleno se formó una pelea: yo terminé con una multa de 50 pesos, sin comerla ni beberla», cuenta a SEM Ricardo, un joven estudiante.

«Dentro del Código Penal cubano existen artículos que sancionan los actos más comunes de violencia que ocurren dentro de un autobús», explica el abogado Luis Ángel Alfonso.

El artículo 201 establece que al causante de desorden dentro de un vehículo de transporte público se le aplicará una sanción de privación de libertad de tres meses a un año y una multa de 100 a 300 pesos cubanos.

Además, el apartado 324 de la misma ley refiere que el individuo que, aprovechando aglomeraciones, sustraiga bienes de otra persona, recibirá una posible sanción de dos a cinco años de privación de libertad si se trata de la primera vez que comete un acto de esta naturaleza. La condena puede ser mayor si ha incurrido antes en hechos similares.

Los choferes de los ómnibus se ven obligados a llevar la mayor cantidad de pasajeros, por lo que transportan un número de personas superior a la capacidad del vehículo.

«El comportamiento de los choferes de los autobuses es muy agresivo», agrega Ricardo. «Son los primeros que generan la violencia porque te gritan, te ofenden e, incluso, a veces te empujan para cerrar la puerta del ómnibus».

Algunos de ellos, sin embargo, se consideran víctimas de la violencia, pero otros son precisamente los promotores del desorden público que se genera en las guaguas, opina el joven Ricardo.

Fernando Martínez, conductor de un autobús, comenta a SEM que «la gente se molesta cuando le decimos que se debe bajar por la puerta trasera. A veces se ofenden porque dicen que nosotros atiborramos los ómnibus de personas.»

«Pero es que tenemos un porcentaje de recaudación de dinero, establecido por la empresa, que oscila entre los 400 y 500 pesos diarios (el costo del pasaje es de 40 centavos), así que tenemos que montar a todos los que podamos.»

De acuerdo con las tasas establecidas por las Casas de Cambio (Cadeca), un dólar estadounidense equivale a poco menos de 20 pesos cubanos.

«Un bus cargado de gente no es el mismo que diseñó el fabricante y cuando le dices a una persona que se baje por la puerta de atrás en un vehículo saturado, se forman los problemas», explica Martínez.

El conductor considera que la solución sería, además de traer y poner a funcionar más ómnibus para el público, la ecuanimidad y el respeto hacia los demás. «Esto ayudaría a afrontar la realidad que tanto nos agobia, aunque viajar en un autobús de la capital cubana continúe siendo una lucha cotidiana para cada habanero».

La Habana, enero de 2006.-

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