Por Raquel Sierra / raquels@enet.cu
En el corto Palimpsesto, de la realizadora cubana Aylee V. Ibáñez, una víctima describe cómo vivió por años en la violencia. Escuchar su testimonio despierta, casi siempre, reacciones y comentarios. Estudiantes de primer año de Psicología de la Universidad de La Habana acaban de vivir la experiencia: a partir de ahora podrán ver la violencia de género con otra mirada. Tal vez ese es el saldo más importante del taller organizado por la Cátedra de la Mujer de esa universidad, como parte de la jornada por la no violencia contra las mujeres: abrir las puertas a un asunto que constituye un problema mundial de grandes dimensiones y al que no escapa Cuba, aunque no haya estadísticas nacionales sobre el tema.
Existe desconocimiento. Eso queda evidenciado en el ejercicio realizado como parte del taller: ante algunos de los mitos presentados, muchachos y muchachas responden ‘verdadero’ en frases como: los hombres son violentos por naturaleza, cuando en realidad se trata de planteamientos falsos, basados en la desigualdad y aprendidos bajo un mandato cultural patriarcal y machista.
Desde esas lagunas de conocimientos, consideran real que la mujer, económicamente independiente, permanece junto al maltratador porque es insegura; que los hombres maltratan debido a trastornos emocionales o porque son dominantes por naturaleza y que las causas de la violencia conyugal se deben a problemas de comunicación, dijo a SEMlac Yissel Quintosa, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
Para Norma Vasallo, presidenta de la Cátedra, “lo primero es desmontar los mitos que se tejen en torno a este tipo de violencia, que de una manera sutil esconden la raíz del problema: las relaciones desiguales de poder”.
Estudiosos y especialistas califican como violencia de género aquella que ejercen los hombres hacia las mujeres, dentro y fuera de la relación de pareja, y que puede ser física, sexual, psicológica y económica, entre otras variantes.
La psicóloga estadounidense Leonore Walter, autora de la teoría del ciclo de la violencia, indica que la mujer golpeada sufre de indefensión aprendida, debido a que los intentos para escapar o evitar la violencia han fracasado, se ahonda en ella la idea de su incapacidad para defenderse y la desesperanza de que, pese a sus esfuerzos, nada cambiará. Como resultado, se siente atrapada en una situación sin salida.
Para ampliar la visión de sus estudiantes sobre el asunto, calificado como problema mundial de grandes dimensiones, Vasallo expuso que una de cada tres mujeres ha sido golpeada u obligada a tener relaciones sexuales y que la violencia las mata, entre 15 y 44 años de edad, más que el sida, la malaria y la guerra.
En Cuba, dijo, las mujeres constituyen 65 por ciento de la fuerza laboral y de la matrícula en la educación superior. Sin embargo, existe la violencia de género, pues no se trata solo de derechos, sino de algo enraizado en la subjetividad de las personas.
La realización del taller tuvo entonces una lógica: “hay una carencia en la formación de especialistas como juristas, médicos y psicólogos en ejercicio sobre el tema. Esto indica que se debe trabajar en su capacitación y empezar a hacerlo también con los estudiantes”, explica Vasallo a SEMlac.
Hasta el momento, el tema de género no se incluye en los planes de estudio, pero “podemos hacer acciones educativas que favorezcan una reflexión crítica e informada del asunto, para destejer los mitos que sustentan hasta ahora sus criterios y valoraciones sobre esa realidad. Y creo importante empezar por casa”, agregó la estudiosa.
La idea es seguir más allá. “Existe el interés de involucrar al profesorado en otras áreas o de poder hacer estas acciones con estudiantes de otras facultades, a través de la Dirección de Extensión Universitaria”, comenta.
Estadísticas internacionales indican que las agresiones físicas contra las mujeres por parte de sus parejas son la causa de 50 por ciento de las muertes femeninas, mientras que 70 por ciento de los homicidios están asociados a condiciones de género.
Este problema, social y no privado, provoca enfermedades psicosomáticas, depresión y puede conducir al homicidio o al suicidio. En el plano económico, ocasiona pérdidas por la disminución de la capacidad para pensar o concentrarse y por el ausentismo laboral.
Noviembre de 2011