Quizás de un modo menos evidente y más naturalizado, la violencia hacia las mujeres por motivo de género también aflora entre la juventud, incluida la que cursa estudios en la enseñanza superior.

“En el contexto universitario la violencia suele ser más sutil, pero eso no quiere decir que no exista”, asegura a SEMlac la psicóloga y máster en Ciencias Libia Quintana Llanio, profesora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana.

Interrogada sobre este tema, la especialista argumentó que en esos grupos el maltrato existe de una forma a veces más enmascarada y se ejerce con más fuerza a partir de mecanismos de tipo psicológico.

“Generalmente están muy ligados a la sexualidad, a los estereotipos de género y también a determinados patrones, apreciables ya desde la adolescencia y relacionados con desigualdades sociales que se van generando al vencer diferentes niveles de enseñanza”, sostiene Quintana.

tras veces falta el conocimiento adecuado sobre los hechos que denotan o pueden generar algún tipo de maltrato, a partir de conductas y comportamientos legitimados por la sociedad.

“Hay muy poca comprensión de qué es violencia o no entre las personas de mi edad”, reconoce a SEMlac Liliet Leyva Pérez, estudiante de cuarto año de Ciencias de la Información en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Estudiando el tema, la joven llego a alarmarse haber vivido en carne propia algunas de esas experiencias lamentables.

“Me sorprendí al comprender cómo yo misma había aceptado en múltiples ocasiones algún tipo de agresión, generalmente de tipo psicológico, como presiones, vigilancias y, no solo por parte de algún novio, sino también de mis compañeros de grupo, que se sienten en la obligación de ‘protegerme’ por ser mujer”, confiesa Leyva Pérez, para quien “esa protección suele ser irrespetuosa y dominante”.

unque existen manifestaciones diversas de violencia, Quintana señala que es en el ámbito de las relaciones de pareja donde son más comunes las llamadas violencias sutiles, vinculadas al control, los celos y los mitos del llamado “amor de verdad”.

“En casi todos los casos, ponen en posiciones de subordinación a las muchachas”, precisa.
Para la socióloga y profesora Magela Romero Almodóvar se trata, además, de una realidad comprobada por estudios realizados entre jóvenes universitarias en los últimos años.

Las investigaciones ubican mucha violencia en el noviazgo, aunque también se aprecien otras manifestaciones de maltrato relacionadas con el lenguaje y la vulneración de los espacios individuales, entre otras variantes.

“La violencia en el noviazgo, en particular, nos parece particularmente grave. El ideal romántico del amor y la búsqueda del ‘príncipe azul’ siguen vigentes y funcionan como mitos en las relaciones de pareja entre personas jóvenes”, describe la profesora de Sociología la Universidad de La Habana.

Pero ese mito lleva a menudo al exceso de control, los celos y las imposiciones, entendidas y asumidas, no pocas veces, como engañosas “pruebas de amor”, advierte Romero Almodóvar.

“Al final, se trata de la permanencia de estereotipos de género que ponen a las mujeres en desventaja y en riesgo de convertirse en víctimas de violencia”, explica.

Lo lamentable es que esas manifestaciones de maltrato suelen ser ignoradas por las muchachas, que las perciben y evalúan como algo natural, precisa. De ese modo empiezan a ver y asimilar como natural, por ejemplo, una nalgada de aparente cariño o alguna prohibición, que consideran como muestra de interés y amor.

“Estos noviazgos contribuyen a legitimar un esquema de relación amorosa donde las mujeres tienen una posición de subordinación y, por tanto, más posibilidades de ser violentadas”, resume Romero Almodóvar al responder un cuestionario de SEMlac.

La profesora recomienda tener muy en cuenta y estudiar las características en torno al noviazgo, más allá de la relación de dos, pues no pocas veces las propias amistades o la familia potencian los mecanismos de control.

Por ejemplo, se ve bien celar a la novia como señal de que el novio “está enamorado» o que la muchacha salga exclusivamente con su pareja, cuando puede compartir con otras amistades.

“A veces la misma familia la reprime a ella por defender su espacio, pues se siente más tranquila si el novio la acompaña a todas partes”, agrega la profesora universitaria.

Otro ejemplo citado por la especialista es el de un contexto social que compulsa a una muchacha a mantener un novio maltratador porque “no se ve bien”, según la norma patriarcal heredada y aún vigente, que ellas cambien de pareja o anden solas.

“Es importante atender a la familia y también aportar herramientas para el aprendizaje de los grupos de jóvenes”, insiste.

Entre los principales desafíos para atender y prevenir estos problemas, ella identifica dos fundamentales: las relaciones patriarcales al interior de no pocas familias y los estereotipos, naturalizados una y otra vez desde diversos espacios sociales, sobre todo desde los medios de comunicación.

Para Quintana, un reto para considerar es la segmentación de la juventud en determinados ámbitos, pues la heterogeneidad de los grupos juveniles en Cuba conlleva estrategias de prevención, atención y enfrentamiento que no pueden ser homogéneas.

“Falta investigación y conocimiento de ese grupo social”, reitera Quintana.

Pero todavía, al parecer, es insuficiente el tratamiento de estos asuntos en sus ámbitos habituales de estudio y existencia.

“Para mí, la brecha mayor es que se habla poco del tema y los jóvenes no nacemos sabiendo”, comenta la joven universitaria Liliet Leyva Pérez.

“El modelo de familia que conocemos es uno donde lo más común es ver al papá levantando la voz y nadie cuestiona eso. ¿Cómo vamos a aprender si nadie nos enseña?”, pregunta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 × 1 =