Prevenir la violencia, también un eje del desarrollo local

Hacer visible la prevención de la violencia de género, como uno de los ejes de su proyecto particular de desarrollo, resulta un desafío para quienes viven en el municipio de Jesús Menéndez, de la provincia de Las Tunas, a unos 650 kilómetros al este de La Habana.

Esa localidad, una de las 28 seleccionados por el Ministerio de Economía y Planificación para implementar experimentalmente programas de desarrollo integral basados en las capacidades locales, tiene un camino ya ganado en la sensibilización de sus habitantes con la equidad de género.

Incluso la presidenta del órgano local de Gobierno, Martha Oduardo Ramírez, aseguró a SEMlac que la demanda de hacer visible la prevención de la violencia “es el resultado lógico de un trabajo de varios años que se venía haciendo con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), pero, sobre todo, de poner de acuerdo a todas las organizaciones del territorio”.

Para Oduardo Ramírez, hay diferentes momentos en ese camino de “insertar la prevención de la violencia como parte de la estrategia de desarrollo a partir de 2016, pero ya se trabaja en la sensibilización de las personas hacia el tema y en la divulgación, mediante los medios de comunicación locales”, explicó.

El tema de la violencia, junto a otros de mucha importancia para la localidad como la producción agropecuaria sustentable, fue debatido durante la III Conferencia Científica de Desarrollo Local Sostenible, celebrada en Jesús Menéndez a fines de noviembre de 2015, con el apoyo de Oxfam, una confederación internacional de organizaciones que apoya proyectos de desarrollo.“La máxima prioridad es la institucionalización de la prevención de la violencia”, precisó a SEMlac Jorge Luis Tertuliano Crespo.

“La máxima prioridad es la institucionalización de la prevención de la violencia”, precisó a SEMlac Jorge Luis Tertuliano Crespo, director municipal de proyectos en el municipio Jesús Menéndez.

“Queremos que se transversalice una línea de género y una que institucionalice la atención a la violencia, como parte de la estrategia de desarrollo local que regirá el funcionamiento de nuestro municipio en los próximos años”, afirmó Tertuliano Crespo.

A Tertuliano Crespo no se le escapa que tal propósito es “una tarea complicada”, acota.

“Pero tenemos fortalezas creadas: los principales decisores del municipio comprenden la necesidad y ya trabajamos en función de eso. No ha sido trabajo de un día, pero ha dado frutos; hay disposición”, argumentó.

Con él coincide Lorenza Hernández Labrada, rectora de la sede universitaria municipal de Jesús Menéndez.
“Cuando comenzamos hace unos años el primer proyecto de desarrollo y se hablaba de género, la gente no entendía; pero hoy nos resulta cómodo hablar de esos temas en el territorio”, aseguró la académica a este servicio.

Similar experiencia narró la ingeniera agrónoma Marianela Pérez Peña, productora de granos, también participante del taller del pasado noviembre.

Según Pérez, las maneras de pensar y de relacionarse hombres y mujeres han cambiado en su territorio y, a pesar “de que los campos son zonas donde hay mucho machismo, cada vez más mujeres se incorporan al trabajo agrícola”.

El punto de giro, coinciden casi todas las personas entrevistadas, está en los efectos acumulados de varios proyectos que han tenido como escenario el municipio de Jesús Menéndez en los últimos años.

El primero, Desarrollo socioproductivo concertado en Jesús Menéndez, iniciado en 2009 con el apoyo de Oxfam y la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional (Aedi), tuvo como objetivo explícito contribuir a la reconstrucción del municipio tras varios avatares económicos y ambientales.

Sin dudas, fue una iniciativa oportuna. Tras el impacto de la crisis económica que sufrió la isla en los años noventa del siglo XX, este municipio del oriente experimentó en 2004 la llamada reconversión azucarera, un proceso de transformación de la agroindustria cañera que terminó con el cierre de más de la mitad de los ingenios del país.

A la sombra de las ruinas del antiguo central Chaparra, las relaciones entre hombres y mujeres han ido cambiando en esta localidad del oriente cubano.Allí fue desmantelado el antiguo ingenio Chaparra, que durante años fue el centro de la vida del pueblo, y los habitantes de la zona “perdieron un poco el rumbo”, comentó Zoraya Pupo, directora del Centro de Desarrollo Local.

Como si fueran pocas las desgracias, en los primeros días de septiembre de 2008 el huracán Ike prácticamente arrasó con los cultivos y con no pocas viviendas: 80 por ciento del fondo habitacional quedó severamente afectado.

El proyecto, como le llaman aún en el municipio, se extendió hasta 2011 y su mayor valor fue desarrollar una propuesta participativa sui géneris, con un manejo descentralizado que sumó a diferentes actores locales.

La lista incluye desde el gobierno municipal, la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), la de técnicos agrícolas y forestales (ACTAF) y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP); hasta la Universidad de Las Tunas desde su sede municipal, el Ministerio de la Agricultura (MINAG) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

Si bien el enfoque esencial iba a la creación de capacidades para el desarrollo sostenible de la comunidad, «concertado y participativo», y en busca de soberanía alimentaria, otra novedad fue su apuesta de incorporar la equidad de género en todas las acciones, algo que ha echado raíces en la zona.

A ese proyecto siguió otro -entre 2012 y 2014-, también acompañado por Oxfam, y específicamente dirigido a transversalizar el enfoque de género en todas las dimensiones del desarrollo local.

En paralelo, el territorio ha recibido la influencia de un proyecto del Programa de Innovación Agropecuaria Local (PIAL), que tiene un eje temático de género.

Actualmente, Oxfam continúa apoyando acciones en Jesús Menéndez para el tratamiento integral de la violencia.

 

Desafíos a mitad de camino

“En ese contexto, la universidad también fue tomando el tema de género como línea transversal y nació el Grupo para el acompañamiento y la sensibilización hacia el género y la ruralidad, una plataforma multiactores para atender estos temas”, detalló Hernández Labrada.

Conocido popularmente como GERU, se trata de un grupo intersectorial coordinado desde la sede universitaria, pero que integra a muchas instituciones del territorio, “aunque no todas con el mismo nivel de compromiso”, aseguró Aliek Méndez Bordón, máster en Psicología y coordinador del grupo.

“Todavía nos cuesta articular los espacios jurídicos o a la policía, por solo poner dos ejemplos, pero vamos caminando poco a poco”, detalló Méndez Bordón.

“También son golpes”, fue el lema identificado en Jesús Menéndez para una campaña de comunicación local que busca visibilizar la violencia psicológica y cuyos materiales, producidos con el apoyo de Oxfam, fueron presentados durante la III Conferencia Científica de Desarrollo Local Sostenible, a fines de noviembre de 2015.El grupo parte de reconocer que no existe una sola manera de ser “mujer rural” y que la atención a la violencia de género tiene muchas dimensiones y una “ruta crítica” que pasa por visibilizarla, sensibilizar a todos los actores de la localidad, capacitar, para luego poder transformar la realidad”, detalló el coordinador del GERU.

Para Méndez Bordón, un tema pendiente y de indiscutible prioridad es “investigar exactamente de qué violencia estamos hablando en el territorio”.

Tertuliano Crespo, por su parte, asegura que es, también, la principal tarea que tienen por delante.
“Necesitamos un estudio de campo para monitorear cómo se comporta el fenómeno y delimitar algunas de sus tendencias y características en el territorio, para luego poder atenderlo a partir de bases sólidas”, aseveró.

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