Niñas, mayoría entre las víctimas del maltrato infantil

Por Sara Más

Aunque la violencia infantil la padecen tanto niñas y niños, las primeras son las principales víctimas de familiares y personas conocidas, fundamentalmente.
Esta parece ser una constante en el mundo y también en Cuba, donde especialistas y estudiosos del tema identifican características particulares del fenómeno, pero también aspectos comunes al panorama internacional, como que la violencia se naturaliza, permanece oculta y se presenta en todos los grupos culturales, estatus económicos y sociales.
«El maltrato se calla y, en muchos casos, lamentablemente se justifica», asegura la jurista Perla Delgado Valle, fiscal de la provincia de Cienfuegos, a más de 250 kilómetros de la capital cubana, y autora de la investigación «Las niñas y los niños, su derecho a la protección contra la violencia».
Delgado indagó en los hechos de maltrato infantil en su ciudad, a partir de todas las denuncias hechas entre enero y diciembre de 2003 relativas a conductas violentas contra niños y niñas, así como las causas radicadas en la Sala Penal Primera del Tribunal Provincial Popular por delitos sexuales con víctimas menores de edad, hasta diciembre del mismo año.
De las 3.090 denuncias por hechos delictivos ante la policía, en sólo 40 casos las víctimas fueron niñas o niños. En tanto, de un total de 417 causas radicadas en el tribunal, 23 correspondieron a delitos típicamente sexuales, cuyas víctimas resultaron ser menores de edad.
La jurista apunta que estos datos son relativos, debido a que hay un subregistro de historias que se ignoran, porque no son procesadas, estudiadas o investigadas. No obstante, reconoce que ayudan al análisis, sobre todo «para que padres, profesores, médicos y sociedad en general tomen conciencia». De ahí que una de las primeras conclusiones de su investigación apunte a la necesidad de entender que la presencia del fenómeno no puede verse con una óptica cuantitativa, sino cualitativa.
La violencia infantil se manifiesta de diferentes formas, como es el caso de la negligencia, expresada en desprotección, descuido y abandono; el maltrato físico, que incluye el castigo corporal, el encierro o la privación intencional de cuidados o alimentos; el sexual, consistente en obligar o persuadir a niños o niñas a participar en actividades sexuales adultas, frente a las que no puede dar un consentimiento informado.
También se contempla el abuso emocional, que acompaña a todas las otras o puede ejercerse independientemente, mediante amenazas aterrorizantes, descalificaciones, desvalorizaciones y la ausencia de expresiones cariñosas.
«Mientras más violencia reciba un niño de sus padres, más proclive será a ser violento con otros durante su edad adulta», apunta la investigadora. «Es algo que han aprendido de acuerdo con la forma en que han sido educados. Este cuadro se completa con la violencia que ellos mismos observan en su hogar».
Entre otros resultados, el estudio señala que, entre los delitos denunciados, el de mayor incidencia fue el de abusos lascivos (11), seguido del ultraje sexual (9), otros actos contrarios al normal desarrollo del menor (7), corrupción de menores (6), violación (4) y abandono (3).
Mientras la mayoría de las víctimas fueron niñas (71,6 por ciento) entre los victimarios predominaron los hombres (79 por ciento), mientras que sólo nueve mujeres incurrieron en los delitos de abandono y actos contra el normal desarrollo del menor.
En su estudio, la especialista subraya que resulta muy difícil delimitar un tipo de maltrato de otro, ya que con frecuencia aparecen a la vez el físico junto al psicológico o el sexual.
«El maltrato siempre agudiza la conducta indeseada y provoca a largo plazo otras peores. Nunca debe ser utilizado como castigo, ni como método para educar a los niños y niñas. Demuestra la incapacidad de razonar y convencer», concluye la autora.
En su opinión, uno de los factores que inciden en la violencia es la permanencia de una educación sexista en el hogar, o sea, diferente para niñas y niños. Esto ayuda a reforzar el machismo que «es de por sí una forma grave de violencia en el niño» y condiciona «la sumisión de la niña».
El estudio también alerta acerca de un aspecto no siempre valorado suficientemente en el ámbito familiar: que los delitos sexuales contra niños y niñas no sólo se cometen con frecuencia por adultos próximos, sino que también suelen producirse en el entorno físico inmediato, donde el menor vive y desarrolla sus actividades.
Cienfuegos, enero de 2006.-

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

5 × dos =