Por Sara Más
Además de las mujeres y las personas adultas mayores, las niñas y los niños son otra población afectada por la violencia intrafamiliar en Cuba, sobre todo la ejecutada por personas adultas que repiten modelos educativos tradicionales y represores.
Especialistas en la materia aseguran que el maltrato a niños y niñas en el seno familiar es un fenómeno poco reconocido, invisible, carente de estadísticas confiables y que permanece oculto tras las puertas de los hogares cubanos.
Sin embargo, investigaciones aisladas realizadas en diferentes zonas del país revelan que el maltrato infantil en la familia puede ir desde la amenaza y agresión verbal, el abuso sexual y el golpe, hasta la lesión física grave y, en algunos casos, provocar incluso la muerte.
El maltrato infantil son todas aquellas acciones que puedan lesionar física, psicológica, emocional o socialmente a niños y niñas, sea de forma intencionada, por omisión, o por cualquier actitud pasiva o negligente.
Aunque se desconoce el número de infantes que padecen algún tipo de maltrato, el asunto preocupa personal médico y especialistas de diversas disciplinas.
«Siempre detrás de un acto de violencia hay alguna relación de poder», comenta al SEM Iliana Artiles, vicedirectora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y autora principal del libro Violencia y Sexualidad. La especialista asegura que no hay conciencia del problema en el interior de la familia, «porque suele vincularse al modelo establecido por los padres para educar a sus hijos». «Como aprendieron que así es como mejor se educa, entonces hay personas que recurren al castigo y hay personas que apelan al golpe.»
Expresiones como «la letra con sangre entra», «los golpes enseñan» o «más vale una nalgada a tiempo», han pasado de una generación a otra y siguen acompañando hoy día, como método educativo, de una generación a otra.
«Pero los golpes solo enseñan a golpear», reitera Artiles. «La violencia se aprende y de hecho todas las personas que aprendieron con el golpe, si bien aprendieron, recibieron de sus personas más querida, algo que no les gustó recibir».
Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cada año mueren 80.000 niños y niñas en América Latina y el Caribe como consecuencia de la violencia en el hogar que sufren, en total, unos seis millones de menores.
Estudios de UNICEF indican que el 24 por ciento de las mujeres latinoamericanas y caribeñas sufren violencia a manos de otro integrante de la familia y que el 27 por ciento de los niños y niñas son ser testigos en su propio hogar de conductas agresivas.
Algunos estudios cubanos han arrojado la existencia de un alto grado de maltrato oculto que se pone de manifiesto en grupos de población sana e incide en su desarrollo escolar.
Un sondeo realizado el año pasado a 80 adolescentes en una escuela del municipio capitalino de Playa, mostró que el 88,7 por ciento había conocido de alguna manera el abuso físico y que el cien por ciento de jóvenes con bajos rendimientos escolares habían sido víctimas del maltrato infantil.
Otra investigación ejecutada en igual fecha con todos los niños de 8 a 10 años en un área de salud de Santiago de Cuba, a más de 850 kilómetros al este de la capital, confirmó la existencia del fenómeno, puertas adentro del hogar.
El 56,3 por ciento de los infantes entrevistados dijo haber sufrido maltratos físico, seguido del abuso emocional (55,7 por ciento) y la negligencia (16,3 por ciento).
Entre los «métodos educativos» más utilizados, prevalecieron los golpes y regaños, además de insultos y castigos. Sólo el 13,8 por ciento de las personas menores de edad, dijo haber participado de acciones persuasivas, aunque muchas veces estas estuvieron precedidas por el maltrato, al estilo de «golpear primero y conversar después», indica el informe científico difundido por una revista de medicina.
Según las y los infantes, quienes más los maltrataban –pegaban, zarandeaban o tiraban objetos- eran las madres, aunque padres y tutores también se incluían en esa lista. También ellas resultaron ser las que generalmente gritan, descalifican, insultan y amenazan, aunque otros familiares igual pueden hacerlo, agrega el estudio.
Como principales causas de sus actos, las personas adultas señalaron el estrés, los conflictos familiares, las frustraciones, el antecedente de maltrato en la niñez, las enfermedades crónicas y la mala situación socioeconómica.
Por otra parte, no hubo asociación significativa entre padres alcohólicos y maltrato infantil, aunque 175 niñas y niños (53,8 por ciento) refirieron discusiones, golpes y peleas dirigidos a ellos o a su madre luego de la ingestión de bebidas alcohólicas por parte de padres o familiares.
Los infantes también admitieron haber recibido golpes en diferentes partes del cuerpo, generalmente en las manos, y mediante el uso de diferentes objetos e instrumentos, como chancletas, cintos, maderas y mangueras.
En opinión de los autores, un colectivo integrado por especialistas en medicina, bioestadística y psicología, «las tradiciones y reglas familiares ocultan el maltrato infantil, lo encubren y lo justifican».
Según Artiles, uno de los mitos que más pesa y dificulta la intervención es que padres y madres se sienten dueños de su descendencia, al punto de pretender explicar sus actos con sólo afirmar «es mi hijo» o «yo lo parí y lo educo como yo entiendo».
«Que el hombre considere a la mujer como su propiedad es ya una cosa más pasada de moda, pero que los hijos son propiedad de sus padres es una creencia que se mantiene todavía en el imaginario social como algo que, además, otorga todos los derechos», explica la especialista.
Considerado a veces asunto privado o patrimonio exclusivo de madres y padres, otras por reproducir modelos extendidos, aceptados y reiterados, el fenómeno sigue siendo poco reconocido, tanto a nivel social como por sus autores.
La Habana, 20 de noviembre de 2002.-