Multidiscriminadas por su género, color de piel o condición económica, mujeres afrodescendientes de barrios habaneros acumulan saberes para emprender iniciativas que las empoderen.
«El pelo alisado te queda mejor», comentó a Maritza López un colega cercano, sin notar que con ello agredía la autoestima de esta activista comunitaria, para la cual el modelo occidental de belleza violenta cotidianamente a las mujeres negras y mestizas.
Juicios denigrantes sobre su pelo, facciones y cuerpo sufren con asiduidad las cubanas no blancas como expresión de un racismo heredado de la etapa esclavista, aunque la Constitución cubana prohíba desde hace cuatro décadas la discriminación por sexo o color de piel.
«Se maltrata a las mujeres negras con los chistes peyorativos, la reproducción de estereotipos y desde los medios de comunicación, hasta volverse una práctica internalizada», asegura a SEMlac la coordinadora de la Red Barrial Afrodescendiente (RBA) que, desde noviembre de 2012, capacita a líderes locales sobre el origen y presente del racismo.
Cada mes, profesionales, amas de casa, artistas, jubiladas y funcionarios públicos reciben, en localidades periféricas de la capital, conferencias especializadas que desnaturalizan la discriminación racial y la relacionan con otras desigualdades.
Luego multiplican lo aprendido entre su ámbito familiar y social con la idea de elevar la conciencia racial de sus comunidades.
«El conocimiento de la historia de las personas negras en Cuba permite defender nuestros derechos porque nos hace conscientes de cuan maltratadas somos», reconoce a SEMlac la promotora cultural Irma Castañeda, del municipio La Lisa, en el oeste de La Habana.
Ella utiliza saberes aprendidos de su madre para tratar con esencias naturales los cabellos encrespados y trenzarlos con soltura. Así aspira a fundar, junto a otras nueve peluqueras, el Salón de Belleza «Rizos», con soluciones cosméticas para mujeres negras y mestizas del barrio.
«Queremos enseñarles que su pelo natural también es bello, porque la mayoría de las peluquerías solo les hacen parecerse a las blancas y en las tiendas no encuentran productos acordes a sus necesidades», reconoce la activista.
Por su parte, López considera que esta iniciativa, en fase de estudio, ayudaría a la autoestima de las afrodescendientes, afectada por la cultura racista.
Nuevas representaciones
«La imagen de la mujer negra en la sociedad cubana en todas las épocas ha sido construida sobre la base de estereotipos negativos. La violencia, el escándalo, la vulgaridad, el desorden y la promiscuidad sexual les han sido atribuidos», escribió la ensayista Inés María Martiatu en un artículo publicado en 2010 por la revista Movimiento.
Los medios de comunicación también reproducen concepciones racistas al representar casi siempre a mujeres blancas, en un país donde 35,9 por ciento de casi 11,2 millones pobladores se reconoce negro o mestizo, según el Censo de Población y Viviendas de 2012.
«Con las negras existe una agresividad más soez y dolorosa, hasta en los piropos», advierte a SEMlac Alfredo Sánchez Saavedra, del proyecto creativo Trance, vinculado a la RBA.
«Cuando por el color de la piel eres negado por la cultura, no se te reconoce tu trabajo y tu capacidad, se ejerce violencia», considera el artista de la plástica.
También se imagina a las negras más sumisas porque, históricamente, fueron esclavas y tuvieron menos acceso a la educación.
«Aunque muchas se han superado, la sociedad les insta a bajar la cabeza y aguantarle lo que sea al esposo para mantener la familia», opina la profesora jubilada Hildelisa Leal.
La RBA busca visibilizar nuevas representaciones.
Beatriz Hernández Morán, una de las casi 200 personas vinculadas al proyecto, se animó junto a otras abuelas a confeccionar delantales, una prenda utilizada tradicionalmente por mujeres negras, y así reivindicar el trabajo doméstico realizado por sus antecesoras.
El grupo creativo «La Muñeca Negra», vinculado al Fondo Cubano de Bienes Culturales bajo la coordinación de la pintora Margarita Montalvo, rescata deidades afrocubanas con la técnica del papier mache.
Por su parte, artesanas del barrio Pogolotti, en Marianao, visten de aeromoza, médica, enfermera o militar a la típica muñeca negra de trapo, casi siempre ataviada como esclava o santera.
Ganancia para el activismo
Investigaciones coinciden en que las poblaciones afrodescendientes están subrepresentadas en espacios de poder y en sectores emergentes de la economía en Cuba.
A la par, sus familias reciben menos remesas del extranjero y son mayoritarias entre quienes viven en condiciones de pobreza.
En el libro Población afrodescendiente cubana actual (2012), la investigadora Gisela Arandia asegura que estos grupos «residen en las peores casas, tienen trayectorias docentes menos sólidas, trabajan en puestos de menor remuneración salarial y no tienen igual reconocimiento público».
En la capital, con más de dos millones de habitantes, las personas negras y mestizas se concentran en municipios periféricos o hacinados, según datos del Censo de 2012.
Aunque el racismo fue por décadas un tema tabú por considerarse superado con la Revolución de 1959, en los últimos años se han hecho visibles investigaciones sobre el tema en Cuba, acompañadas de acciones ciudadanas, casi siempre desde grupos intelectuales.
La RBA sacó de esos predios académicos las demandas por equidad racial en el país e incorporó otros asuntos como las desigualdades de género y la violencia, por su importancia en los barrios.
La afrofeminista Daisy Rubiera, asesora del proyecto, cree que avanzar en el empoderamiento de las comunidades enfrenta discriminaciones en la vida cotidiana.
«Si decimos que la conciencia es lo que más trabajosamente se transforma, es allí donde se deben reunir nuestra acciones, para que cada cual encuentre las vías personales al superar el racismo y el machismo que le afecte», declara en entrevista con SEMlac.
Para Hildeliza Leal, las mujeres vinculadas a estos procesos ya son capaces de reaccionar ante el racismo machista. «Todos y todas hemos redescubierto nuestra identidad y aprendemos a aceptar la diversidad y las diferencias», considera la activista, una de sus coordinadoras.
«Es una reivindicación que nos toca a cubanos y cubanas de hoy, porque cualquier tipo de discriminación es un lastre social», agrega a su vez Maritza López.
«No es un mensaje de odio lo que se está enviando, sino de amor», defiende la especialista de la Casa Comunitaria Paulo Freire, en el barrio Balcón Arimao de La Lisa, donde nació esta Red.
ME GUSTA QUE EL TEMA SEA TOCADO ABIERTAMENTE Y LA CONCEPCION DESDE VARIAS ARISTAS, ES IMPORTANTE QUE SE RECONOZCA QUE EL RACISMO EN TODAS SUS MANIFESTACIONES ESTA PRESENTE AL IGUAL QUE LA DISCRIMINACION POR LA ORIENTACION SEXUAL,TEMA QUE CMIENZAN A DESPERTAR EN EL SENTIR SOCIAL Y QUE DEBERIA SER AMPLIAMENTE DEBATIDO Y DIVULGADO