Por Raquel Sierra
Juana Fausto pasa en estos días por un infierno. A su casa, en una populosa barriada de La Habana, donde vive acompañada solo por el televisor, entró una familia de guayabitos (pequeños ratones), la peor de sus pesadillas. Uno de sus hijos emigró; el otro, por exceso de trabajo, no ha tenido tiempo de ir a socorrerla de la plaga.
“Estoy sola, no tengo quién me ayude”, dice, en medio de una depresión que la dejó en la cama por más de un día, huyéndole a los dos roedores que se atreven a ir del cuarto a la sala en plena luz del día. Sin saberlo, es víctima de una de las formas que adopta el maltrato en la tercera edad: olvido y desatención. Un hecho que, por desconocimiento, algunas personas no consideran como tal. Durante mucho tiempo, los temas relacionados con la ancianidad fueron poco tratados o desestimados, considera la geriatra Yanet Cabrera, especialista del policlínico Plaza de la Revolución, en la capital cubana. “Se omitía el maltrato a la tercera edad, etapa en la que aparecen enfermedades, se depende de los familiares y, a veces, hay situación de discapacidad”, agrega.
“En la sociedad primaba el concepto de que el término se refería sólo a un golpe, un empujón o abuso sexual. En realidad, lo que abunda en Cuba es la violencia psicológica, sea una mirada torcida o una frase o un gesto desagradables”, afirma a SEMlac.
La especialista reconoce como violencia, además, el despreocuparse de los padres y no ayudarlos, incluso desde el punto de vista económico, cuando las pensiones son insuficientes frente a las necesidades cotidianas. También actos como el aislamiento, dejar de visitarlos, no darles participación en la familia o irrespetar sus roles, aunque socialmente no están bien definidos.
Juana defiende a sus hijos: “No son malos, solo tienen su propia vida, pero no creo que me maltraten”. Ellos, al parecer, consideran que hacen suficiente al darle dinero de vez en cuando. Ella, sin embargo, preferiría tenerlos cerca o que, al menos, la llamaran con frecuencia.
Una investigación realizada entre 2003 y 2006 en tres municipios de la capital cubana arrojó que la violencia más frecuente entre la población anciana es la psicológica, incluyendo el descuido, la omisión, no escuchar al anciano y dejarlo solo por varias horas.
Bajo el título “Caracterización de la violencia intrafamiliar en Ciudad de La Habana”, el estudió abarcó a 1.282 familias de las localidades de Plaza, Cerro y Regla, de las cuales 75 por ciento del total eran adultos mayores.
En esta isla caribeña, casi 17 por ciento de la población de 11,2 millones de habitantes tiene 60 años o más, lo que representa un millón 900.000 adultos mayores.
Estimaciones de la División de Población de las Naciones Unidas indican que Barbados y Cuba serán los países más envejecidos en América Latina y el Caribe en las próximas décadas.
“Te voy a llevar para un hogar de ancianos”, “tu otra hija no te ayuda y yo tengo toda la carga” o “mira, te orinas como un niñito y se te bota la comida”, son algunas de las frases hirientes y amenazantes que reciben ancianas y ancianos de sus familiares cuidadores, comenta Maité Baez, trabajadora social.
Algunas circunstancias complican aún más la situación. “En familias disfuncionales se ve al anciano postrado como una carga, no lo respetan, no son recíprocos con la atención que recibieron de esa persona. A lo mejor no le dan un golpe, pero sí una mala respuesta, no conversan con ellos, o les tiran el plato de comida”, explica la geriatra Cabrera.
Abril de 2010
(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)