Jenettee García: «Hay una correlación entre violencia de género y espacio rural»

La violencia por motivos de género tiene un fuerte basamento en la práctica y la cultura patriarcales, se sustenta en el desequilibrio de poder que destina a las mujeres el lugar de la obediencia y la subordinación, y ocurre, por tanto, en las situaciones más diversas: sin distinción de clase social, nivel económico, de instrucción cultural, color de la piel o creencia religiosa.

Pero los contextos en que tiene lugar añaden características particulares a este problema social. Ello hay que tenerlo en cuenta, según especialistas, para poder actuar, elaborar estrategias e intervenir ante estos casos. De ese modo, el ámbito geográfico pasa a tener también una connotación particular.

«Hay una correlación entre violencia de género y espacio rural», asegura a SEMlac la psicóloga Janettee García, quien coordina el programa académico del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo Cuba (CCRD-C), de Cárdenas, Matanzas, a 150 kilómetros de la capital cubana. «Estudios e investigaciones diversas avalan este criterio y confirman que el fenómeno de la violencia basada en el género transcurre diferente en el espacio rural respecto al urbano», agrega.

 

¿Por qué hablar de violencia de género, específicamente, en ámbitos rurales? ¿No hablamos acaso del mismo fenómeno?

 

Siempre tiene que haber un diálogo muy estrecho entre espacio rural y cualquier fenómeno social.

La violencia de género tiene características muy específicas en los contextos rurales, a diferencia de las comunidades urbanas. El espacio rural tiene una socioestructura, una economía, un basamento, una religión y una cultura diferentes a los espacios urbanos. Incluso en los espacios semi urbanos, que se asocian más a lo rural, se manifiestan de forma diferente los fenómenos sociales. Hacemos énfasis en esto porque creemos que tiene que haber una distinción.

Nuestros contextos de incidencia, desde el CCRD-C, son fundamentalmente rurales, donde es más difícil el acceso a la información, a los recursos; donde las mujeres son vistas y representadas socialmente de manera diferente por los hombres, por otras mujeres y por la sociedad en general. Por ello tiene que haber una distinción necesaria. Allí es aún más acentuado el papel de la mujer como cuidadora y ama de casa, además de que la distancia de los servicios públicos la hacen más dependiente de su hogar.

¿Cómo se manifiesta particularmente la violencia de género en los ámbitos rurales?

Experiencias diversas e investigaciones de corte cualitativo en el oriente del país, especialmente en Holguín, y en otros lugares como Villa Clara y Matanzas, donde se han hecho indagaciones o acercamientos a estos contextos, dan cuenta de algunas de las tendencias fundamentales que caracterizan al fenómeno.

Una de ellas es la inexistencia de los registros locales. En estos ámbitos aparecen, sobre todo, noticias de los casos más graves de violencia. Esa es la que se conoce y visibiliza, la que se legitima y es reconocida por todos.

El acto de retirar la denuncia se reitera mucho; es algo que forma parte del ciclo de la violencia y, sin embargo, no se tiene en cuenta en los registros, ni siquiera se considera parte del proceso, cuando sabemos que si la mujer retira la denuncia ya nos está diciendo algo, está hablando de la situación en que vive.

Por otro lado, el espacio rural facilita el ejercicio y expresión del poder más acentuado de los hombres, más hegemónico. Si bien la violencia se expresa de múltiples maneras, las más fuerte entonces es la violencia simbólica, expresada muchas veces en la ubicación desigual de las mujeres en la estructura socio económica, en su acceso desventajoso a las tierras, a los recursos, a las estructuras de empleo, a los puestos de toma de decisiones, en el uso del tiempo y los espacios, la disparidad de los ingresos y en esa división sexual del trabajo que, en los contextos rurales, sigue enclaustrando más a la mujer en el ámbito de lo doméstico, mucho más de lo que podemos percibir en las zonas urbanas.

No puedo hablar de estudios comparativos porque la experiencia que tenemos en nuestra institución es más cercana al contexto rural. Allí la cara más visible de la violencia es la física, que creo es una tendencia en los estudios de violencia rural en el país.
A la hora de valorar por qué las mujeres en estos espacios guardan silencio, hay una realidad: la inexistencia de redes de apoyo, la lejanía de los cuerpos policiales ante los cuales llevar la denuncia, la no disponibilidad de medios para desplazarse hacia esos lugares, la imposibilidad de recibir un apoyo inmediato porque muchas veces esas personas no tienen familiares cerca, viven un poco recluidas, en lugares distantes de otras personas.

Otras expresiones de la violencia como el acoso sexual, la discriminación, los insultos y los malos tratos no son denunciados porque son legitimados y no se reconocen ni consideran como actos de violencia.

 

¿Cómo intervenir, entonces, para ayudar y acompañar a estas mujeres?

 

Investigar e intervenir en estos temas en el ámbito rural conlleva una revisión de la estructura social y de demasiados aspectos que habría que tener en cuenta. Pero el acceso a los grupos meta, a las mujeres, los hombres, a todas las personas, tiene que ser lo más abierto posible y tener en cuenta las características sociodemográficas de esa población, porque la violencia contra la mujer está en cualquier lugar.

No es posible trabajar desde una selección de personas porque no hay registros ni una cultura para hacerlo. Necesariamente, hay que acometer una primera fase de sensibilización a todas las personas, establecer un diálogo, intencionar ese trabajo para luego poder formar.

Hay que llegar primero a la fibra humana de quienes muchas veces están en la primera línea de atención —la policía, el médico de familia, líderes comunitarios, el psicólogo o el fiscal—, para después formar, crear capacidades y habilidades. Hay pobre preparación en general, a nivel social, pero también en las personas que están en posición de ayuda. Hay que sensibilizarlas primero para luego capacitarlas y que sean capaces de crear sus propias redes de apoyo o agentes de desarrollo como potencialidad para que este trabajo sea sostenible en el tiempo.

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