Discriminadas por su color de piel, por ser mujeres o por su condición económica, mujeres afrodescendientes de comunidades cubanas reconocen que el primer paso para abordar el tema es tomar conciencia de que muchos de los rechazos que reciben, cotidianamente, son manifestaciones de violencia.
«Si la violencia de género a menudo es invisible, también es muy difícil identificar maltrato en los chistes o bromas que abundan sobre el pelo o la apariencia de las personas negras o mestizas», explicó la bióloga Hildeliza Leal durante el taller Mujer negra, violencia y discriminaciones, el pasado 20 de noviembre, el Taller de Transformación Integral del Barrio (TTIB), de Pogolotti, en el capitalino municipio de Marianao.
Según Leal, una de las coordinadoras de la Red Barrial Afrodescendiente (RBA), organización que convocó al taller, «redescubrir nuestra identidad y aprender a aceptar la diversidad y las diferencias es un aprendizaje muy importante para enfrentar la violencia».
Para Daysi Rubiera, escritora e investigadora cubana en temas de género y raza, un ejemplo de ese maltrato cotidiano es que «en nuestra cultura el pelo de las negras y negros es visto como atraso y descrito como malo, crudo, que merece ser suavizado, tratado», advirtió.
«Esa crudeza se identifica con palabras peyorativas como pasa, greña, moñitos de clavo y otras que han contribuido a la construcción y reafirmación de un imaginario que ubica la belleza negra, y la no blanca en general, como inferior», aseveró Rubiera, quien tuvo a su cargo la facilitación del taller.
«Se maltrata a las mujeres negras cuando se reproducen estereotipos en los barrios, pero sobre todo en los medios de comunicación» confirmó Maritza López, otra de las coordinadoras de la RBA, grupo nacido en 2012, que capacita y sensibiliza a líderes comunitarios en temas vinculados al racismo.
También son manifestaciones de esa violencia la manipulación irrespetuosa y el uso del cuerpo de las mujeres no blancas en la publicidad o en muchos de los más populares videos clip, coincidieron quienes acudieron a la convocatoria de la RBA.
Igualmente, es posible identificar maltrato cuando las mujeres negras son representadas en los programas televisivos en roles que reproducen situaciones de desventaja social, como víctimas de violencia, y no como protagonistas.
«Es notable la casi total ausencia de la familia negra en los dramatizados televisivos», apuntó Rubiera.
Refranes o frases acuñadas a lo largo de años como «más vale una blanca que 20 negras», «negra, ni para que me limpie el fusil», o «las negras inteligentes son blancas quemadas», fueron mencionadas como ejemplos de la violencia simbólica que entrecruza los ejes de género y raza.
Para Rubiera, «el racismo en Cuba ha mutado, muestra nuevas maneras de expresarse, a pesar de lo que se ha avanzado y de la voluntad política por atender el tema».
Según la socióloga Yulexis Almeida, una posible causa de este fenómeno es que el tema fue silenciado del debate social, institucional y académico durante muchos años.
Ese silencio «permitió solapar y mantener latente el racismo en la conciencia social, desplazándolo al ámbito de la vida cotidiana y las relaciones interpersonales», asevera Almeida en su artículo «Racismo: un mal que ronda la sociedad contemporánea. Una reflexión desde Cuba», publicado en 2010 en la revista brasileña Serviço Social & Realidade
Entre las múltiples posibles acciones para atender las consecuencias de esta problemática social, López identifica la necesidad «de una mayor articulación entre quienes trabajan en barrios y comunidades».
«Por tratarse de un asunto presente en nuestros barrios y comunidades, tiene que ser trabajado con intencionalidad, sistematicidad, de modo que las personas aprendan a reconocer las diferentes formas y manifestaciones de violencia de un fenómeno que tiene su origen en el orden patriarcal y las relaciones desiguales de poder», aseveró López.