Evitar el peor rostro de la violencia

Por Raquel Sierra

A su mesa, de frío acero inoxidable, llega el rostro más feo de la violencia: los cuerpos inertes de víctimas a las que no les había llegado todavía la hora de abandonar de forma natural el mundo de los vivos.
Quizás por ver a menudo las marcas fatales de cuchilladas, golpes y quemaduras, el especialista en medicina legal, Eduardo Carvajal Rodríguez, se aferra tanto a defender la vida y no se queda cruzado de brazos.
La mente de este hombre de 40 años, master en psicología de la salud del Hospital Universitario Arnaldo Milián, de la ciudad de Santa Clara, en el centro de Cuba, no descansa y sus neuronas inquietas lo llevaron a crear el proyecto Arcoiris. Esta propuesta, con apoyo financiero internacional (Australia y Nueva Zelanda), persigue impulsar la prevención y atención a las víctimas de la violencia. No se restringe, exclusivamente, a quienes la sufren directamente, sino también a sus familias.
Carvajal, junto a otros especialistas, consulta a niños, jóvenes y adultos para adentrarse en un fenómeno que pasa por diferentes fases y, en no pocos casos, transita hacia la agresión física con desenlaces de alto riesgo, irreversibles. «Como parte del proyecto, peritamos dos días a adultos y uno, a menores. Muchos acuden porque no saben cómo manejar las situaciones con sus hijos e hijas», cuenta.
Este proyecto tiene su sede en la Casa de Atención a la Mujer y la Familia, perteneciente a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y se extiende hacia la comunidad. Además de las especialidades médicas de psicología, psicometría, psiquiatría, que brindan consultas confidenciales, Arcoiris busca dar asesoría jurídica y atención al derecho ciudadano.
«Queremos llegar a tomar fotos en casos de violencia física, pues éstas constituyen pruebas para la Fiscalía, en caso de llevarse un seguimiento penal», añade. Según Carvajal, «las víctimas, que generalmente en un primer momento prefieren silenciar el asunto, tendrán así la posibilidad de presentar el caso, una vez que hayan tenido la preparación psicológica necesaria».
A su juicio, el fin es revertir la práctica seguida hasta ahora de trabajar más con la demanda que con la búsqueda activa.
«Aspiramos a llegar a cada cuadra, capacitar a las integrantes de la FMC para que pueden identificar lo que ocurre en una casa, detectar los casos de violencia y los aborden con conocimientos. Primero en la ciudad capital, luego en el resto de los municipios», detalla.
La intención es diagnosticar la violencia familiar y, al cabo de un año, regresar para dilucidar a cuántos casos pudo dárseles una solución.
Para Carvajal, antes de intervenir en familias disfuncionales hay que identificar cada situación.
«El análisis tiene que ser contextual, no individual y, dentro de los hogares, los miembros deberán llegar a pactos y entendimientos. Si hay personas con baja autoestima, habrá que trabajar en cómo ayudarlas a elevarla, porque de lo contrario permanecerán como potenciales víctimas de violencia», indica.
Arcoiris es un proyecto abarcador. «Se trata de vincular la prevención, la promoción, la curación y rehabilitación, mediante la participación de la familia y la comunidad».
De todo en la viña del señor
Al parecer, uno de los mayores aciertos del proyecto es que ha permitido a las personas identificar qué es violencia. Marisol, de 38 años y trabajadora estatal, estuvo casada durante 18 con el padre de sus dos hijos y no sabía que podía vivir mejor.
«Mientras duró el matrimonio, él me exigía que le entregara todo el salario y yo no me daba cuenta de que, de esa forma, me estaba violentando», confiesa ahora, tras más de medio año de separación.
«Durante las conversaciones, en la consulta, me di cuenta de muchas cosas, por eso creo que así otras personas podrán beneficiarse y salirse de ese círculo que puede ponerse cada vez más peligroso», agrega.
Para explorar la situación de los hijos ante este problema, a la familia se le aplica una encuesta de percepción de la violencia, referida tanto a la negligencia (desatención a necesidades de alimentación y vestuario y sus relaciones), como al maltrato (gritos, insultos, ofensas), y su manifestación física.
Carvajal inició esta idea en 2003. Ahora, cuando toma forma de proyecto, su práctica y el estudio constante del tema en su ciudad lo han llevado a algunas conclusiones. «En su mayoría, este fenómeno ocurre en familias no nucleares, sino extendidas y ampliadas», afirma.
Además, refiere, las condiciones de las viviendas no son adecuadas, es decir, no cumplen los requerimientos de disponer de piso, paredes, techo, agua potable y, al menos, tres equipos electrodomésticos básicos. En el caso de los niños y niñas, refieren que sufren negligencia física y maltrato psicológico, no así el físico, explica.
Según sus primeros resultados, para aquellos que son maltratados físicamente, la agresión proviene de los padrastros, quienes constituyen los principales maltratadores. «Cuando te adentras en las historias de años de los adultos, descubres que fueron víctimas de violencia en la infancia, generalmente en el ámbito intrafamiliar», asevera.
«Encontramos casos de muchachas ejerciendo la prostitución que provienen de hogares disfuncionales. La solución no debe ser llevarlas a un centro de reeducación con internamiento, porque así se les quita a los padres la responsabilidad que tienen», considera.
Algunas veces, las madres traen a sus hijos porque están deambulando o robando y dicen «no podemos con él (o ella)». «Eso requiere un tratamiento integral, desde la familia hasta la comunidad», sostiene Carvajal. «Hay que buscar qué hay detrás de toda esa situación», aconseja.
Cuando los niños y niñas viven en un ambiente de violencia, se vuelven irritables y agresivos. Eso puede traer problemas de conducta y hasta abandono pedagógico de consecuencias desfavorables para su futuro como ciudadanos
Alerta temprana
No se trata de que este territorio sea el más violento, sino de que la violencia es un fenómeno que, como en toda Cuba, está latente y, hasta tiempo reciente, había sido poco tratado y estudiado.
En Villa Clara, indica el experto, han aumentado los suicidios -considerado un problema de salud en la provincia-, y de ellos, en el 20 por ciento hubo intentos anteriores. Según estadísticas de salud, aparecidas en el sitio Infomed del Ministerio de Salud Pública, Villa Clara, con 15,3 por cada 100.000 habitantes, sobrepasa la tasa nacional de lesiones autoinflingidas intencionalmente, que es de 13,3.
De acuerdo con el experto, se reporta también un incremento en los delitos de lesiones y su gravedad, así como en los delitos sexuales, donde «el monstruo es el alcohol».
Al respecto, señala, la sociedad no percibe al alcohol como una droga, sin embargo, la bebida constituye una de las condicionantes más asociadas a los delitos contra la vida y la violencia intrafamiliar.
(abril/2006)

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