La posición de la cámara en el momento de filmar una imagen, la música y hasta los silencios pueden resultar tan esenciales como un guión, a la hora de denunciar o naturalizar la violencia de género en un audiovisual, según los aprendizajes compartidos por un grupo de estudiantes de cine y televisión, la pasada semana en La Habana.
El Taller Creativo Audiovisual Joven por la No Violencia reunió a estudiantes de diferentes especialidades de la Facultad de Arte de los Medios Audiovisuales, (FAMCA), del Instituto Superior de Arte (ISA) quienes, con la conducción de la creadora Magda González Grau, generaron aprendizajes sobre cómo abordar la violencia en los medios audiovisuales, desde una propuesta de cambio.
González Grau, inmersa actualmente en su primer largometraje de ficción ¿Por qué lloran mis amigas?, acerca de cuatro mujeres en situaciones límite, ha dedicado casi toda su obra, a veces sin proponérselo, a contar historias de mujeres y compartió con el taller lo importante que fue para ella reconocerse como feminista y mujer comprometida con los temas de género, a la hora de llevar sus inquietudes al lenguaje audiovisual.
Con ella coincidió Jessica Franca, estudiante de Fotografía de la FAMCA, quien también reflexionó sobre la necesidad de la capacitación.
«Muchos de nosotros ya teníamos inquietudes creativas acerca de temas como la violencia o de las relaciones de género, pero esta experiencia te arma de sensibilidad para crear; una obra nunca va a ser eficaz sino pasa por el conocimiento, pero también por el compromiso. Después de estos días hay asuntos de la vida que ya no vamos a ver igual», detalló.
Franca ya había abordado antes la violencia en el audiovisual y ha obtenido varios reconocimientos por la dirección de obras que muestran zonas diversas de la sociedad cubana, desde una perspectiva de género, como los cortos de ficción Ida y vuelta y Pas de Deux, presentados en la edición de 2014 de la Muestra Joven ICAIC.
Pero asegura que se puede naturalizar la violencia de tantas maneras en un audiovisual, «que siempre es importante volver a las referencias teóricas, saber cómo se comporta un asunto como la violencia en la sociedad», abundó.
Realizado con el acompañamiento de la Campaña ÚNETE en Cuba, en alianza con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el taller partió de un acercamiento conceptual necesario a la violencia de género y sus representaciones en la cultura, de la mano de Magela Romero, profesora de Sociología de la Universidad de La Habana.
Romero pasó revista a las causas y mitos de la violencia de género, también en el contexto cubano y ayudó a muchachas y muchachos a «esclarecer algunos de los mecanismos y estructuras de poder que emplea el sistema de dominación patriarcal para readaptarse a los contextos, y expresar su hegemonía de formas múltiples y diversas», detalló.
Por su parte, la interrogante ¿cómo el lenguaje audiovisual se convierte en dispositivo de género?, presentada por Danae Diéguez, especialista en temas de Cine y Género y profesora de la FAMCA, les permitió acercar los conocimientos teóricos de género al quehacer cotidiano de sus profesiones.
Una muestra de anuncios de bien público, en tanto, propició un rico debate crítico del quehacer contemporáneo, con la conducción de la doctora Isabel Moya, comunicadora y directora de la Editorial de la Mujer.
Dos temas particulares acapararon no pocos de los debates en los cuatro días de trabajo, en las aulas del Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM): la necesidad de un compromiso ético y estético en la persona que crea y la disyuntiva de cómo denunciar un problema sin que provoque efectos diferentes a los que se quieren conseguir.
Para Diéguez, «es necesario cambiar el punto de vista de la representación audiovisual, algo que tiene que ver con la ética y la comprensión por parte de quienes realizan la obra de que existe una inequidad entre los géneros que tiene que ver con las desiguales relaciones de poder».
Filmes muy populares como el estadounidense Pretty Woman (Mujer bonita) y otros menos vistos como el documental cubano Abecé, fueron diseccionados con el bisturí o la mirada de esta experta, quien asevera con insistencia que «de buenas intenciones está plagado el camino del sexismo» y advierte contra las miradas ingenuas hacia las propuestas audiovisuales.
«Lo personal es político y en ese sentido es muy importante el compromiso de cada creador o creadora, porque el conocer sobre género implica también una manera de comprender el mundo y la propia vida», argumentó la especialista a SEMlac, al evaluar sobre el valor de la experiencia académica que constituyó el taller.
Para Moya, por su parte, «se necesita buscar una representación de la violencia de género en los audiovisuales que vaya más allá del reflejo acrítico y articule un punto de vista capaz de reaccionar contra las inequidades».
Iram Hernández y Leandro de la Rosa, dos de los estudiantes participantes en el taller, aplaudieron la iniciativa y demandaron otros encuentros para armarse de herramientas teóricas que les ayuden a construir propuestas de nuevas masculinidades desde sus obras.
Cinco propuestas de cortos de ficción de un minuto y cinco de spots televisivos contra la violencia de género fueron el resultado más concreto del taller, algunos de los cuales entrarán ahora en fase de producción.
Franca, junto a Claudia Ruiz y Natalia Herrera, también participantes, defendieron el valor de haber discutido las propuestas en colectivo, «pues muchas miradas ven más».
Para Magda González Grau, en tanto, esa fue justamente una de las mayores ganancias de la experiencia: haber podido trabajar con estudiantes de todas las especializaciones: sonido, guión, fotografía, y no solo con directores, pues «la creación audiovisual es un acto de equipos multidisciplinarios, aunque cueste mucho trabajo comprenderlo».
«Un director o directora puede tener muy claro su propósito, su fin, pero un plano de cámara, una actuación y hasta el vestuario puede conducir a un mensaje diferente», insistió.