El imperativo de acompañar a las mujeres que viven violencia

Aunque la vida se ha hecho muy difícil para casi todas las personas desde marzo, cuando comenzó la pandemia de la covid-19 en Cuba, a Moraima le está yendo «mucho peor».
Así lo asegura esta mujer de 48 años de edad, que no revela su nombre real y accede a contar parte de su historia, un verdadero calvario iniciado antes de la pandemia.

Por más de cinco años Moraima soportó los abusos de su esposo: golpes, manipulaciones, malos tratos, insultos y hasta forzarla a tener relaciones sexuales. «Él me violó, eso no tiene otro nombre», reafirma.
Más de una vez ella respondió también con violencia y terminaban ambos en la policía. Pero de ahí no pasaba. Moraima nunca sostuvo la denuncia y volvía con su esposo a casa.
El día que finalmente decidió romper su matrimonio, nadie le creía, ni él siquiera. Tanto ella había aguantado y tan acostumbrados estaban todos a sus peleas, que no la tomaron en serio. «Con cada golpe se me fue el amor y dije hasta aquí», comenta.
Pero entonces comenzó otra historia. «Él nunca se conformó con que yo lo dejara y empezó a hacerme la vida imposible», relata a SEMlac está cubana residente en Centro Habana, uno de los municipios de la capital más afectados por casos positivos a la covid-19.
Hoy, en medio de la pandemia, Moraima vive prácticamente escondida. Aunque no son tiempos de hacer visitas, ella permanece más tiempo en casa de una amiga que en la suya. Toma todas las medidas posibles para no contraer la covid-19 y, a la vez, evadir la vigilancia y el acoso de su exesposo, con quien tiene un hijo de 24 años.
«A veces ni a mi hijo le digo dónde estoy, para evitar que sin querer se le vaya delante de su padre», relata, desconfiada. Moraima se mueve con cuidado, por el día, cuando la calle está más concurrida. Con frecuencia no duerme en su casa. Siente que corre peligro casi todo el tiempo.
Hace tres semanas le notificó al jefe de sector, el oficial de la policía que atiende su barrio, que en una semana se cruzó tres veces con su ex en la calle. Ella está alerta, no cree en casualidades.
«El aislamiento se convierte en un factor que facilita la impunidad del maltratador», reitera a SEMlac la socióloga cubana Clotilde Proveyer Cervantes.“El aislamiento se convierte en un factor que facilita la impunidad del maltratador”, reitera a SEMlac la socióloga cubana Clotilde Proveyer Cervantes.
Aunque no existen datos oficiales en la nación caribeña sobre el comportamiento de estos hechos, ni antes ni durante la pandemia, desde las redes sociales se han denunciado hechos de violencia y al menos tres femicidios durante el confinamiento.
Como mismo se trata de elevar la percepción de riesgo sobre la covid-19, Proveyer insiste en concebir la violencia contra las mujeres como un problema social. «Hay que ampliar la información sobre el problema sin minimizar el riesgo ante la covid-19, sin generar sensacionalismo y con una información responsable que permita dar apoyo, atención y protección a las mujeres en situaciones de violencia, que son muy serias, y a quienes en estas circunstancias se exponen a una situación de mucha vulnerabilidad», agrega la experta.
Desde el mes de marzo se activaron las alarmas ante el problema y con ello varias iniciativas y espacios de apoyo.
El Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), que habitualmente recibe y tramita sucesos de este tipo, ofrece atención mediante el correo electrónico cenesex@gmail.com.
Además de mantenerse activa la línea telefónica de la Fiscalía (0 802 12345), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) habilitó un número de WhatsApp (+5359988768) y el correo electrónico fmc@enet.cu para recibir notificaciones y facilitar ayuda.
«Las principales manifestaciones de violencia machista atendidas durante la pandemia están relacionadas, fundamentalmente, con la violencia física y la psicológica, esencialmente dentro del hogar», precisó a SEMlac Osmayda Hernández Beleño, integrante del secretariado nacional de la organización femenina.
La funcionaria agregó que por esos canales se recibieron denuncias por amenaza y violencia doméstica. Desde el trabajo en la comunidad, identificaron casos de violencia intrafamiliar hacia la esposa, hijos pequeños, abuso sexual a una menor y violencia de un hijo hacia la madre adulta mayor.
Los hechos fueron informados a la policía, la Fiscalía y el correspondiente órgano de menores, se adoptaron medidas con el agresor y se brindó atención a las víctimas, fundamentalmente ayuda psicológica, orientación jurídica y acompañamiento legal, añadió.
Hernández Beleño explicó que, ante la emergencia sanitaria, la FMC elaboró una Guía de Intervención Integral para la violencia de género e intrafamiliar en condiciones de aislamiento o cuarentena, con la colaboración de especialistas.
«En la guía se precisa la importancia de visibilizar y actuar ante cualquier tipo de manifestación de violencia intrafamiliar y de género, sensibilizar a decisores en la activación de mecanismos efectivos con instituciones que tienen una historia de trabajo integrado y dar confianza a la población para el enfrentamiento a los agresores y el acompañamiento a las víctimas, sin importar el número de casos», sostuvo Hernández Beleño.
En tiempos de pandemia se han dinamizado otras alternativas, como la plataforma independiente YoSíTeCreo en Cuba, integrada por varias feministas y que actúa desde Facebook, mediante correo electrónico (yositecreocuba@gmail.com) y línea telefónica móvil (+5355818918) para dar apoyo a las mujeres y denunciar actos de violencia hacia ellas.YoSíTeCreo ha reportado la atención de casos de violencia física y psicológica, algunos solo de un tipo y otros combinados, además de violencia policial y obstétrica.
«La primera necesidad es de orientación legal, por el desconocimiento en la población sobre cómo realizar quejas y denuncias, a cuáles instituciones acudir y cómo emprender un proceso», precisó la plataforma a SEMlac.
La atención psicológica ocupa el segundo lugar y el tercero corresponde a explicaciones sobre el ciclo de la violencia, cómo actúan los agresores y varios mitos y falsas creencias que se deconstruyen en el acompañamiento.
«En situación de normalidad, el acompañamiento cercano es lo que más agradecen las mujeres en situación de violencia; incluso, casos anteriores a la pandemia y que se agravaron en la situación de aislamiento físico sienten la ausencia del acompañamiento físico que ahora es imposible dar, aunque se mantenga el seguimiento por teléfono y redes sociales», explica el colectivo que, de manera voluntaria, sostiene la consejería.
Integrantes de YoSíTeCreo consideran que se ha llegado a la pandemia de forma muy desprotegida y con lagunas de conocimiento, sobro todo de autoridades que tienen herramientas para prevenir, pero en muchos casos no las usan porque no comprenden el fenómeno hasta que se llega a un nivel de violencia física.
En su opinión, mucho ayudarían un llamado claro de las autoridades sobre este problema; la actuación de organizaciones comunitarias, centros laborales y actores privados; la creación de una Línea de Ayuda para violencia de género y la explicación clara de feminicidios para que las mujeres identifiquen el riesgo a tiempo.
La telefonía móvil y las plataformas digitales han sido, definitivamente, variantes socorridas, al suspenderse o reducirse los servicios presenciales en días de pandemia.
Tal es el caso de la consejería legal y psicológica sobre violencia del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), a la cual se puede acceder por mensajería mientras dure la cuarentena (consejeriaoar@gmail.com e ivon.et@oar.co.cu).
En condiciones de pandemia es más difícil acceder a redes de apoyo, explica Valia Solís, especialista del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cárdenas.«Muchas personas están siendo atendidas por esas vías», explica a SEMlac Valia Solís, especialista del programa de atención psicopastoral del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo (CCRD) de Cárdenas, Matanzas, ciudad a más de 100 kilómetros de la capital.
Pero hay mujeres que sufren violencia y no pueden acceder a las redes sociales o la telefonía para contactar a grupos de ayuda o plataformas digitales, advierte Solís.
«En casos excepcionales, se ha ofrecido atención cara a cara, siempre cumpliendo con las medidas de protección. Pero sabemos que es insuficiente», reconoce.
En condiciones de pandemia se acentúan las asimetrías en la distribución de roles al interior del hogar, hay sobrecarga doméstica para mujeres y niñas, se limitan las relaciones sociales y es difícil acceder a redes de apoyo, explica la especialista del CCRD.
Además, existe mayor tiempo de exposición víctima-agresor, lo que genera mayor control y dificultad para recibir ayuda en instituciones de salud; muchas madres, sus hijos e hijas menores de edad quedan desamparados ante el incumplimiento de los deberes legales paternos de manutención, amplía Solís.
Desde su punto de vista, debiera crearse un enlace gratuito, similar al de la pesquisa de la covid-19, para ofrecer acompañamiento en situación de violencia. Pero habría que pensar también en las personas que no tienen acceso a esas vías y siguen necesitando ayuda.

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