Que el deporte es, sobre todo, un asunto de hombres, resulta un prejuicio machista difícil de desmontar. Como consecuencia, las mujeres profesionales de la actividad física suelen experimentar distintos grados de discriminación y violencia en sus carreras.
Entre hombres, también es frecuente la agresividad de las canchas y las gradas, sustentada en el supuesto de que la masculinidad más ruda consigue jerarquía.
El periodista cubano Jesús Muñoz Machín ha estudiado las relaciones entre género y deporte y, como activista de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), se ha preocupado por difundir prácticas pacíficas entre los atletas del país. En exclusiva con SEMlac, este reportero de la Editorial de la Mujer clarifica cómo se expresa la violencia de género en el deporte y deja pistas para combatirla.
Habitualmente se dice que el deporte es amigo del machismo. ¿Crees que el ambiente deportivo propicie la violencia de género?
De manera per se, el deporte no genera violencia ni es un espacio de socialización donde la agresividad deba estar presente. No obstante, el ámbito deportivo ha sido visto tradicionalmente como terreno para validar la hombría.
En muchas investigaciones se habla de que, en la actualidad, todavía funcionan las concepciones machistas en ese ámbito. No se puede asegurar que las características o la magnitud de la violencia sea similar hoy a la que se manifestaba hace 100 años. En el deporte han surgido regulaciones para humanizar más las distintas modalidades atléticas, ya se premia el juego limpio y las mujeres deportistas ganan cada vez mayor reconocimiento.
No obstante, desde la cultura, durante siglos, se ha legitimado que la práctica deportiva debe llevar implícita un alto componente de violencia que responde a las características de la masculinidad hegemónica. Si entras a un terreno de juego y quieres ser respetado, no se habla tanto de ganar respeto, sino de imponerlo. ¿Cómo? A través de la fuerza física, la agresividad, acciones violentas contra la otra persona que compite.
Se explicita tanto la violencia física como la verbal y la psicológica, esta última muy empleada para desestabilizar al equipo o rival de turno. Incluso, tener cierta cuota de irrespeto contra los árbitros puede ser otro ejemplo de validación de hombría en el mundo de los rituales deportivos. Además de las canchas, esa violencia se traslada a las gradas, al exterior de los estadios y, en no pocas ocasiones, se reproduce en los espacios deportivos de barrio.
Como todo escenario social, el deporte puede utilizarse también para promover cultura de paz, diálogo, solidaridad, compañerismo, trabajo de equipo, inclusión y otros muchos valores positivos.
Pero la masculinidad hegemónica se manifiesta con frecuencia entre deportistas.
Se manifiesta, básicamente, mediante el uso de la fuerza y al deslegitimar las habilidades de la otra persona.
Pasa de igual modo por las ansias desmedidas de triunfar y competir hasta el límite de las capacidades, aunque provoque daños físicos. A este último caso le llamamos violencia contra uno mismo, concepto acuñado por el teórico canadiense Michael Kaufman como uno de los componentes de la “tríada de la violencia”. Los otros dos son la violencia hacia los demás –ya referida- y también se incluye la violencia hacia las mujeres.
Esta última se expresa en la exclusión de las mujeres del ámbito deportivo, la subvaloración de sus capacidades, menos atenciones, menores salarios y severas críticas cuando en la niñez se adentran en el mundo deportivo.
Por ejemplo, en Cuba, nuestro deporte nacional, el béisbol, limitó durante mucho tiempo la práctica por parte de las mujeres. También sucedió con el levantamiento de pesas y la lucha libre, con trabas impuestas simplemente por machismo. Por suerte eso se limó y hoy avanzamos en esas disciplinas. Aún falta por aprobarse el boxeo, una asignatura pendiente.
¿Cuáles son las peculiaridades de la agresividad machista en el ámbito deportivo?
Lo que define la violencia en el deporte es que está legitimada y naturalizada. Por tanto, costará transformar mitos y estereotipos asociados al comportamiento de hombres y mujeres en ese escenario.
Por otra parte, la violencia siempre va a ser nociva. No importa si es física, verbal o psicológica; deja huellas irreversibles. Por ejemplo, si por ser mujer no te dejan practicar ciertos deportes, te están impidiendo cumplir tu sueño de ser deportista. Y en otros casos –los más dramáticos- una acción violenta genera muertes, tanto de atletas como de personas en la gradas de los estadios. Eso ya ha ocurrido en Cuba y muchas otras naciones.
¿Cómo los ritos y prácticas sociales asociados al deporte pueden acentuar la violencia por motivos de género?
Se supone que las mujeres no estén muy vinculadas al espacio deportivo. A los niños se les abre el camino, más bien se les exige que exploren las bondades del deporte desde temprana edad, mientras que a ellas se les confina al hogar. Es que el deporte se asocia al ámbito público (la calle, los terrenos, los parques) y eso es “cosa de hombres”, según la cultura machista.
Esa socialización diferenciada va creando brechas y diferencias, pero luego, a mayor edad, a las mujeres se les aconseja que se acerquen más a deportes llamados “suaves”, como gimnasia rítmica y nado sincronizado, porque se supone que requieran menos fuerza y más “gracia” o “virtud”.
Después está la discriminación en temas monetarios: mejores condiciones para los hombres, más atención mediática y mayor presencia masculina en puestos de toma de decisión en las instituciones deportivas nacionales e internacionales.
Claro, también hay avances, porque ya tenemos mujeres pesistas, luchadoras, peloteras, futbolistas y son más reflejadas en los medios. Socialmente ganan prestigio estos deportes llamados “no tradicionales” para las mujeres. Las investigaciones y el activismo contribuyen a que ellas sigan conquistando espacios en el ámbito deportivo, como ocurre con el periodismo especializado en esta materia, donde cada día hay más y seguirán sumándose.
Se debe investigar con profundidad las relaciones de género al interior de las instituciones deportivas. No solo enfocar la mirada en más participación de la mujer, sino también en eliminar mitos y estereotipos.
También indagar sobre temas sensibles, como qué ocurre con esas muchachas que llegan muy pequeñas a las escuelas deportivas y pasan meses sin ir a su casa y conviven en un entorno donde el acoso sexual no está permitido, pero se manifiesta con frecuencia.
Otro tema poco estudiado, pero del que existen pistas, se relaciona con que frecuentemente las mujeres deportistas reproducen los códigos machistas de violencia física, verbal y psicológica mucho más que las vinculadas a otros ámbitos. En ocasiones pudiera ser un mecanismo para lograr respeto y evitar ser violentada.
¿Cómo los medios de comunicación y el periodismo deportivo reproducen o contribuyen a incentivar expresiones de maltrato por motivos de género asociadas al deporte?
Los medios de comunicación, desde hace más de medio siglo, han estado mucho más cerca de los acontecimientos deportivos. Lo habitual desde entonces ha sido ver propuestas que no promueven la equidad, con sus claras excepciones.
No solo ocurre porque el deporte en sí suele ser un escenario machista, sino porque quienes laboran en los espacios impresos, televisivos y radiales también pueden tener concepciones machistas, sean hombres o mujeres.
En la actualidad, muchas trasmisiones deportivas hacen énfasis en las características físicas de las mujeres, sean atletas o aficionadas. Las tratan como objetos de deseo. Es una manifestación de sexismo bastante extendida.
Eso tiene que ver con que las trasmisiones deportivas suelen pensarse para un público masculino, con simbología, imágenes y todo un contenido que trabaja para satisfacer las demandas de la masculinidad hegemónica. Esto también se explicita en que ellas aparecen menos en las promociones de los eventos, aunque sean mixtos o se compita en ambos sexos.
No importa que una mujer alcance grandes resultados, pues en la prensa se privilegia la competencia masculina, aunque haya sido mediocre. Además, se organizan parrillas de programación televisiva con casi 70 por ciento de eventos de hombres y hay días en los que no vemos ni una lid para mujeres.
¿Qué propones para luchar contra la violencia de género en el deporte?
En el caso cubano, muchas cuestiones pasan por la institucionalidad; por lo tanto, habría que pensar en estrategias para capacitar a las personas que, de una forma u otra, deciden las políticas deportivas en el país.
Tomando en cuenta que este paso tan necesario tardaría mucho, la idea es avanzar con entrenadores y atletas, a quienes ya se han acercado diversas organizaciones como la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, la Campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, de Naciones Unidas y el proyecto Malatesta, este último de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y que vincula arte y deporte.
Los primeros pasos se han dado en los últimos tres años mediante capacitaciones, talleres charlas, encuentros deportivos y la inserción de adiestradores y deportistas en diferentes acciones de activismo.
Los resultados obtenidos han llevado a la creación de la Red de Deportistas ÚNETE por la no violencia, que ya agrupa a más de una decena de personas del ámbito deportivo: atletas de alto rendimiento, otros vinculados al deporte participativo y profesionales de la comunicación.
Los y las atletas con mayor reconocimiento pueden convertirse en verdaderos líderes de opinión y su aporte es decisivo para promover cambios positivos en los escenarios deportivos.
También debemos continuar la formación en el campo de la comunicación, porque los periodistas, comentaristas y narradores hombres se han mostrado resistentes a participar en capacitaciones.
Solo unos pocos se suman, contrario a lo que sucede con las mujeres profesionales de los medios, mucho más activas, pero que aún necesitan incorporar conocimientos para que los productos comunicativos sean más intencionados desde una visión de género.
La academia también tiene sus deudas, porque en ocasiones subestima el aporte social que pueden significar las investigaciones sobre género y deporte.
No obstante, al menos en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, se ha avanzado con la realización de las tres primeras tesis de licenciatura que abordan estos temas.
Cada persona debe sumarse a la prevención de la violencia desde sus competencias y, sobre todo, unir fuerzas. Falta mucho por hacer y, además, hay que andar con la mirada atenta para no perder lo conquistado. Cada espacio que promueva una cultura de paz es importante.