El mito del amor romántico sostiene imaginarios que perpetúan la violencia machista. El amor eterno, el que todo lo puede, todo lo cambia, todo lo aguanta son dispositivos culturales que afectan de manera particular a las mujeres víctimas de violencia machista. La psiquiatra Ivón Ernand ha podido constatarlo como especialista al frente de la Consejería a mujeres víctimas de violencia de género del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).
¿Cuánto influye el mito del amor romántico en las mujeres víctimas de violencia machista?
Es uno de los mitos que más influye en las dificultades que viven las mujeres para salir del ciclo de la violencia, por la idea del amor eterno, de la incondicionalidad del amor. Pero el amor no puede ser incondicional, tiene que tener condiciones de respeto, mutualidad, de entrega de los dos a las metas comunes, a la familia o proyectos que quieran realizar.
Las mujeres víctimas piensan que enamorarse significa dedicarle la vida a esa relación y a esa pareja; que en nombre del amor hay que hacer múltiples sacrificios y dejaciones. Creen que deben centrarse en la manera que quiere el hombre, la familia y la sociedad que deben ser esa relación y ella.
Todos estos imaginarios y también reglas tácitas son difíciles de superar. Les impide darse cuenta de que una relación es una cuestión de dos, que no es la mujer la que debe hacer más sacrificios y la que tiene que salvar la relación, porque hay relaciones que no son salvables y el amor no siempre es eterno, ni es para toda la vida, no es en cuerpo y alma.
Fruto de todos estos ideales, ellas llegan a veces a situaciones extremas, de falta de comunicación y violencias de todo tipo.
Este mito del amor romántico es el que impide también que las mujeres se den cuenta de cómo se ha ido deteriorando la relación, de que ese no es el hombre del que ella se enamoró y, a pesar de todo su amor, no ha podido lograr cambios. Y este es precisamente otro mito que sostiene el amor romántico: el dicho de que el amor todo lo puede, todo lo cambia; en función del amor ellas piensan que pueden transformar las maneras de ese hombre, educado en la masculinidad hegemónica del proveedor y controlador, en el más amplio sentido, de la vida de la mujer.
¿Qué hacer ante esta situación?
El fenómeno de la violencia es muy complejo. Debe existir un abordaje en sistema, no puede ser lineal. Pero yo creo que hay que trabajar mucho con las mujeres, principalmente con las víctimas.
Hay que trabajar elementos de la personalidad, de los estilos de vida, de sus proyectos de vida, sus motivaciones. Empezando por lo más sencillo, las mujeres víctimas de violencia cambian por completo sus estilos de vida, dejan de ser ellas para ser de los demás.
Hay que tener en cuenta cómo viven su cotidianidad y rescatar sus necesidades de todo tipo: alimentarias, espirituales, sexuales, de desarrollo. Hay que trabajar la culpa, la impotencia, la indefensión que aprenden. Y muy vinculado al amor romántico está la necesidad de trabajar los imaginarios y esas reglas tácitas que establecen cómo deben ser las relaciones y las mujeres. No quiero dejar de mencionar la importancia de las redes de apoyo y que ellas sepan cómo construir las suyas porque, a veces, la familia consanguínea no es el actor que más apoya.