Ivette Sóñora Soto se siente hoy más fuerte, pero no deja de reconocer los costos del acoso laboral en su salud y desarrollo profesional. Para esta profesora universitaria, el desconocimiento y la desprotección legal cubren de impunidad a la violencia en el espacio laboral cubano.
«Hace cinco años comenzó mi calvario y el primer paso fue recibir una evaluación de regular injustamente, parapetada en mentiras y supuestas quejas de los estudiantes. Todo lo que se movía a mi alrededor era problemático y muy tenso», relató Sóñora Soto a SEMlac.
Para ella, fue difícil reconocer que era víctima de acoso laboral. Los gritos, la devaluación frente a sus estudiantes, la sobrecarga de trabajo para obstaculizar su desempeño como profesora, o incluso negarle responsabilidades para hacerla parecer desinteresada e incompetente, eran acciones cotidianas a las que no encontraba respuesta.
Fue consciente de su situación una vez que encontró la definición del término en un artículo especializado.
El acoso laboral -mobbing en inglés- es un tipo de violencia que puede manifestarse de muy diversas maneras y en ambientes de trabajo distintos, pero que siempre cumple con las 3C: constante, contra alguien y con intención.
La especialista Irina Gutiérrez Pérez apunta en su artículo «Mobbing: otro ‘rostro’ de la violencia», que las mujeres forman parte de los grupos más vulnerables a la violencia laboral.
«Este tipo de agresión se caracteriza por un rechazo y/o persecución a mujeres que destacan en el medio laboral, ya sea por sus características físicas, grados de inteligencia o empatía. Estas situaciones las colocan en posición de vulnerabilidad o indefensión; además de que las agresiones pueden progresar a la invasión de aspectos de la vida privada», apunta la especialista.
Hacer frente al acoso laboral no resulta fácil. La poca visibilización de la violencia en el trabajo, los escasos recursos legales y los prejuicios sociales hacen que muchas víctimas sean tildadas de «locas».
«Es muy difícil darse cuenta, rápidamente, de que sufres acoso laboral porque todo el mundo te ataca y te dice que es sujeción tuya, comienzan a mirarte mal y alejarse de ti como si padecieras una enfermedad contagiosa», refiere Sóñora Soto, profesora de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, a 761 kilómetros de La Habana.
La continua agresión, en muchos casos por más de una persona, puede tener graves consecuencias para la salud física y emocional de la víctima. En el caso de esta profesora, los costos no se hicieron esperar. Durante un mes recibió tratamiento psiquiátrico y debió solicitar una licencia de trabajo por seis meses debido a una fuerte depresión.
En busca de protección legal
Encontrar ayuda y protección es el primer paso, pero estereotipos y juicios subjetivos entorpecen el camino a la justicia.
«Para nada los mecanismos legales existentes pueden dar respuesta a este problema; quien realmente me envío a psiquiatría fue la fiscal que atendió mi caso. Me dijo que tratara de pasar lo más inadvertida posible, que dejara las cosas como estaban. Allí me vi desarmada, ¿con quien contaba, de qué justicia se hablaba?», recuerda Sóñora Soto.
Aunque esta profesional de la educación acudió a los órganos de justicia laboral y las instancias judiciales de su provincia, no recibió la solución que esperaba.
Cuba no cuenta con una ley que tipifique el acoso laboral y especialistas cubanos critican la falta de actualización de los procedimientos legales en el ámbito laboral.
La respuesta ante el problema del mobbing es diversa, según los países. Las opciones van desde modificar la legislación laboral, adoptar una legislación específica, hasta aplicar la ley penal, laboral, civil e incluso soluciones administrativas.
En la isla, el acoso laboral apareció en la agenda pública cuando la diputada Mariela Castro propuso, entre otras cuestiones, que se prohibiera por ley la discriminación por orientación sexual e identidad de género en el acceso al trabajo y las conductas que tipifican como acoso laboral.
Pese al debate y las exigencias de activistas para que estas sugerencias se incluyeran en el nuevo Código del Trabajo (2014), en la versión final el Artículo 2 refiere la igualdad ante el trabajo «sin discriminación por el color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial, discapacidad y cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana.»
Ante la ausencia de un amparo legal específico, juristas cubanos prevén se apele al artículo 146 del actual Código, el cual establece entre las responsabilidades del empleador «la protección a la integridad física, psicológica y el debido respeto a la dignidad» del empleado.
Lisset M Imbert Milán, abogada del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), opina que estos son pasos importantes pero insuficientes, pues no se actualizan los medios de prueba necesarios para demostrar, entre otras cuestiones, el acoso laboral.
«Por ejemplo, el acoso psicológico solo se probaría con un dictamen con la pericia profesional de un psicólogo o psiquiatra y esto todavía nuestros jueces no tienen la práctica, ni algunos la voluntad -y la norma no los obliga- de tenerlo en cuenta», declaró la jurista a SEMlac.
Para la especialista, el acoso tiene una fuerte carga subjetiva y revela la presencia de prejuicios entre profesionales del derecho, por ello la necesidad de ampliar las acciones de capacitación y tomar medidas concretas para dar solución a los procesos pendientes.
«Aunque no exista una ley específica, creo que un decreto ley o una resolución que modifique el uso de los medios de prueba en el acoso laboral permitiría desarrollar procesos legales laborales que prosperen a favor de la víctima», declaró Imbert Milán a SEMlac.
El acoso no discrimina
Expertas en el tema reconocen que, si bien cualquier persona puede ser víctima de este tipo de violencia, las mujeres transgénero, lesbianas y hombres homosexuales sufren con más frecuencia el acoso laboral, situación que puede recrudecerse si la persona no es blanca, vive con alguna discapacidad o es seropositiva.
«En el caso de las mujeres, existen condiciones que las hacen más frágiles. Tienen que hacer frente a la sobrecarga de la vida cotidiana y demostrar que son capaces. No obstante, la mujer cubana heterosexual cuenta con acceso a la educación y la superación, igual salario por mismo trabajo. No así otras identidades sexuales», refiere la jurista entrevistada por SEMlac.
Para Angeline, una de las tantas jóvenes trans que día a día enfrentan expresiones de discriminación y acoso laboral, se trata de una historia conocida.
«Continuamente me dicen mi nombre de varón, bajo la excusa de que es el que está en mi carné de identidad. Eso me humilla. Yo sé que su objetivo es que deje de trabajar, pero no les voy a dar el gusto», comentó Ageline en una reunión de activistas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros) sobre derecho laboral organizada por el Cenesex.
Ante las carencias legales, quienes pueden superar la violencia en el espacio de trabajo dicen sentirse más fuertes y decididas. Ivette Sóñora Soto agradece el apoyo de amistades y colegas solidarios. «Gracias a estas personas que estuvieron a mi lado pude salir adelante», afirma.