Dunia Ferrer: Violencia en miradas, silencios, gestos y palabras

Especialistas e investigadores aseguran que es la forma más común de manifestarse la violencia en nuestras vidas. Sin embargo, del maltrato emocional o psicológico apenas se habla o se minimiza frente a otras expresiones más agresivas y cruentas.
La realidad es que, conceptualmente hablando, las personas suelen admitir que la violencia psicológica existe, como también la física, la sexual o la económica, aunque no siempre se reconozcan a sí mismas como víctimas o victimarios.
Al estudio y explicación de ese fenómeno, especialmente en el contexto rural, se ha dedicado por varios años la psicóloga Dunia Ferrer Lozano, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Santa Clara, ciudad al centro de Cuba, 270 kilómetros al este de La Habana. SEMlac: ¿Cómo definiría la violencia psicológica?
Teóricamente, los expertos no logran ponerse de acuerdo. Pero si tuviera que definirla, muy simple y rápidamente, diría que es toda acción u omisión que está condicionada por una desigualdad de poder y trae consigo un daño psicológico a la persona, a través de la comunicación.
SEMlac: ¿Por qué lo considera un fenómeno tan complejo?
Porque se ha escrito poco sobre él y tiene manifestaciones muy diversas. Además, se ha naturalizado tanto que se hace muy difícil abordarlo. Entre la mayoría de las personas víctimas y victimarias no hay conciencia de la violencia psicológica.
SEMlac:¿Según ha comprobado, qué elementos la condicionan?
De investigaciones realizadas desde el año 2000, en un estudio de representación social de la mujer rural desde el enfoque de género, deriva una representación de sí misma como mujer sacrificada, esforzada, poco reconocida, muy sobrecargada con la doble jornada; quizás guiada por esa idea de que la mujer, además de ser víctima de la violencia, un poco que la condiciona a veces por la forma en que se representa a sí misma e incluso, por lo que se espera de ella, lo que debe hacer.
SEMlac: Se dice que la violencia psicológica es la que más abunda, ¿es así?.
Estadísticas no hay, serían imposibles. De hecho hay algunos datos sobre el maltrato físico, pero el psicológico se queda muy en el plano subjetivo. Sin embargo, una observación leve en la vida cotidiana, a lo que nos rodea, denota que vivimos en una dinámica muy acelerada, muchas situaciones que producen estrés y a eso, generalmente, las personas reaccionan de manera agresiva. Habría que cuestionarse incluso hasta qué punto el aumento de los divorcios y los conflictos en el seno de la familia, están condicionados también por eso.
Por las personas que acuden a consulta se deducen dificultades en la solución de conflictos, en enfrentar estas situaciones, controlar la ira y otras emociones, que son indicadores que expresan también violencia psicológica.
Sí pienso que el fenómeno esta muy extendido, incluso más de lo que pudiéramos pensar. En algunas investigaciones hemos visto que, curiosamente, entre mujeres amas de casa, ninguna reconocía la violencia en su familia, su medio o comportamiento. Pero, ante un cuestionario de solución de conflictos, la segunda alternativa que predominó en frecuencia fue el uso de la fuerza para imponerse. No de fuerza física, sino a través de la comunicación.
El cuestionario empleado permitía comparar cómo debiera ocurrir ese proceso y como se hacía realmente. Todas las entrevistadas respondieron con la opción de suavizar el conflicto, pero en la realidad esa fue la última opción que emplearon. Hay un conocimiento de cómo debiera actuarse, pero no lo asumen porque les resulta difícil, porque no saben…
SEMlac: ¿Hay una percepción clara de estas manifestaciones entre las personas?
Por lo general no. Al indagar en el medio rural qué representación hay de la violencia, para nada la relacionaban con la comunicación. Incluso la ubicaban en el grito, pero muy vinculado con el acto físico, la discusión, la bronca, el machetazo, con las situaciones más crudas. En cambio, la omisión, el casi te ignoro, las limitaciones, las prohibiciones –que son formas también de expresarse la violencia–, no se reconocían como tal.
SEMlac: ¿Qué otros resultados han revelado esos estudios?
La existencia de un grupo importante de mitos, como que las personas violentas son enfermas o que tienen bajo nivel de escolaridad; que los hombres son violentos y las mujeres no, que ellas siempre son víctimas. Incluso se corrobora una connotación negativa de la violencia que es compartida, socializada, y que dificulta la toma de conciencia y su reconocimiento: la gente no se identifica como violenta, creen que los violentos son los demás. Se habla de los otros, no de uno mismo.
Hemos ido localizando puntos esenciales para trabajar con los grupos en función de minimizar la violencia, como es la autoestima, las creencias que se tienen sobre sí mismos y sobre los otros, el manejo de las emociones y las habilidades comunicativas.
Por lo general, las mujeres logran entablar conversaciones, quizás manejan mejor los conflictos en la comunicación; los hombres menos, pero, ¿por qué? Es que generalmente ellos han estado más acostumbrados a resolver los conflictos por la fuerza, o mediante gritos e imposición. Hay una estructuración diferente en función del género que está condicionando la expresión de la violencia.
Respecto a la conformación de la autoestima y la autovaloración, la mujer siempre se ha visto en función de ser más suave, de tratar de entender a los otros. Normalmente los hombres –sobre todo en el medio rural, donde los estereotipos tradicionales están mucho más arraigados– creen que a ellos los deben comprender.
SEMlac: ¿Qué recomienda para reducir los niveles de violencia psicológica?
Quizás lo más recomendable sea tratar de ver el fenómeno integralmente. Si se asume sólo como resultado de una educación inadecuada, puedo pensar que no tiene que ver conmigo porque educo bien a mis hijos. Si digo que es el resultado de no saber solucionar problemas si no es a gritos, puedo no gritar y a la vez ser violenta.
Lo ideal sería enfocarlo con todas sus aristas y eso escapa incluso de la acción de un solo especialista. Lo importante es no parcializar el problema: tiene que ver con la educación, pero también con lo aprendido, con las formas de comunicación y hasta con la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Una mirada amplia es lo que se necesita.

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