Desterrar el castigo

Por Sara Más

Más allá de los avances de la ciencia y del conocimiento acumulado, la búsqueda de la salud mental sigue invocando un principio milenario: la humanidad.
Esa idea fue reiterada la pasada semana en La Habana entre especialistas de diversos países reunidos en el Congreso Regional de la Asociación Mundial de Psiquiatría, el II Congreso Panamericano de Salud Mental Infanto-Juvenil y la III Conferencia Internacional del Hospital Psiquiátrico de la Habana, Psicohabana 2006.
Para el doctor Roberto Curí Hallal, presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Brasil, uno de los espacios que más demanda esa atención humanizada es la educación de la infancia, lejos del mito del castigo, convertido prácticamente en la «violencia tolerada».
«Hay una tolerancia pasiva y una participación activa en la utilización del castigo a los niños como una forma de educación», dijo durante la conferencia magistral sobre El mito del castigo.
El psiquiatra reconoció que en el mundo actual hay una gran preocupación por la educación formal de los hijos, sin embargo, añadió, «el castigo se canalizó como la forma aceptada de la no violencia».
Entre los mitos que sustentan la conducta de muchos adultos favorables al uso del castigo como método educativo, Curí mencionó la creencia muy difundida de que una educación severa los prepara mejor para la vida o que «pasar por malos momentos ayuda a formar al ciudadano».
«Las historia de los sufrimientos nos enseña que ellos también hacen parte de la vida. Pero conviene saber que evitar sufrimientos innecesarios para la vida deja una mayor creencia en el futuro», advirtió el especialista. Lejos de ayudar, el castigo, la privación y la severidad excesiva dañan y comprometen el futuro de quienes en la infancia los padecen. «Los niños que aprenden con nalgadas aprenden con miedo; el niño que es apaleado y humillado para aprender, aprende a apalear y a ser apaleado, a humillar y a ser humillado, o aprende a ser cobarde, sin ninguna capacidad de defensa».
Entre otros mecanismos, Curí precisa que la amenaza lleva a la obediencia, pero no a comprender la razón de lo que se va a exigir al niño.
«Lejos de lo que la mayoría tiende a pensar, el empecinamiento de los niños en no obedecer órdenes generalmente está acompañado de la falta de comprensión por parte de los padres acerca del momento en que ellos están viviendo», agregó el experto.
En ocasiones, la atención del niño está puesta en sí mismo y eso le impide escuchar las órdenes que se le transmite. Otra veces, puede que no dé la misma valoración o importancia a determinadas órdenes. «Los niños no son proyectos inacabados de los adultos, ni pueden usar la misma razón, con la misma agilidad que los adultos lo hacen, cuando lo hacen».
Pero, «la resistencia de los niños en obedecer órdenes de los padres son superficiales y transitorias», explica Curí frente a la creencia de atribuirles a sus oposiciones un poder que en verdad no existe.
Entonces «se cree curar la ira con la ira, se intenta corregir la violencia con una violencia mayor», sentencia el médico. Finalmente, al cesar la desobediencia, se cree que la cuestión está resuelta, cuando en verdad la solución apenas queda postergada por el silencio.
«Entonces podemos estar ante ciertas enfermedades que necesitan acompañamiento especializado», señala el experto, partidario de que, entre otros fármacos, las personas aprendan a ofrecer amor y gentileza, al menos, en sus cinco metros inmediatos a la redonda.
«También hace falta ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace, pues educamos con nuestra conducta, no sólo con el discurso», asegura.
La Habana, abril de 2006.-

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

17 − 8 =