Todavía queda mucho para que el acoso se visibilice, se perciba como expresión machista y se comprendan sus implicaciones para las mujeres, junto a otros desafíos de la sociedad cubana frente a la violencia de género.
Así lo reiteraron especialistas y activistas al cierre de 2019, durante el coloquio “Acoso sexual y control patriarcal: de los imaginarios sociales a las violencias de género”, con el cual cerró la Jornada Cubana por la No Violencia hacia las mujeres y el primer año de la campaña Evoluciona, cuyos mensajes se enfocan en el acoso y el control del cuerpo de las mujeres.
Aunque se necesitan normas específicas, espacios de denuncia, oídos receptivos, acompañamiento, protección y reparación a las víctimas, participantes en la cita insistieron en que hace falta también un cambio cultural frente a mitos, prácticas y creencias del imaginario social que sostienen a las diversas formas y expresiones de la violencia machista.
“El acoso, que va de lo verbal a lo conductual, atenta contra la dignidad de la mujer y le crea un ambiente inseguro y hostil”, dijo Gabriel Coderch, director del Centro de Oscar Arnulfo Romero (OAR), institución que organizó el encuentro junto a la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes).
El mensaje que han querido dar todas las organizaciones implicadas en la campaña Evoluciona es, justamente, que el acoso es una invasión innecesaria al espacio personal, agregó Coderch. “Ningún acoso es positivo para la víctima, que puede sentirse ofendida, desprotegida”, precisó.
Aunque la sociedad cubana avanza en muchos aspectos y hay voluntad política para atender el problema de la violencia de género, agregó Coderch, existen situaciones como el acoso y el control sobre los cuerpos, junto a paradigmas que fomentan el patriarcado y son pilares de los fundamentalismos.
El acoso sexual es una manifestación de abuso que puede acontecer de forma reiterada o puntal, desde desconocidos o personas cercanas, y ocurre en la calle, en las instituciones, en cualquier escenario, incluido el virtual.
Así lo precisó la psicóloga María Teresa Díaz, de OAR, primera ponente de dos mesas de especialistas que abordaron ampliamente el tema, muy controversial en una sociedad donde aún cuesta reconocer el acoso como expresión de violencia y se justifica el piropo desde la aceptación y naturalización cultural.
“La diferencia entre acoso sexual y piropo no está en su contenido, si es halagador o grosero; sino en los niveles de consentimiento”, aclaró Díaz desde su punto de vista.
En su opinión, tiene que ver con la capacidad de la mujer de decidir, detener o evitar un lance intrusivo que es generador de malestar, opresión y subordinación.
La experta se refirió al acoso sexual como una forma de violencia de género que constituye un continuum indivisible, cuyo fin es garantizar la subordinación de las mujeres.
“Es un lance indeseado, impuesto, una intrusión no solicitada” y “está presente en los espacios familiares, sociales e institucionales donde actuamos, con actos de agresión y maltrato que precisamos visibilizar”, alertó.
La escuela es también un escenario donde ocurre el acoso y se han reportado algunas incidencias de ese tipo, aunque existen pocos estudios que permitan evaluar su magnitud, advirtió Yohanka Rodney, profesora e investigadora de la Universidad Pedagógica Enrique José Varona, en la capital cubana.
La experta abogó por mejorar los mecanismos de monitoreo, desarrollar indicadores que permitan diferenciar los tipos de violencia que se producen en las escuelas y fortalecer la formación de profesionales del sector.
En el caso específico del ámbito laboral, el acoso goza de invisibilidad, pertenece a los llamados actos de soledad y apenas dispone de pruebas ni testigos, indicó la jurista Liset Mailen Imbert, de OAR.
Sin embargo, en general, el acoso sexual es más referido por mujeres, quienes suelen sentir mayor inseguridad y miedo a la violencia sexual que los hombres.
El profesor de Derecho Lázaro Ramos Portal, quien ha investigado el tema desde la perspectiva socio-jurídica, dijo que esos temores ellas los viven lo mismo al abordar el transporte que al transitar por lugares de escaso alumbrado público, expuso como ejemplos.
“Todas las forma de violencia de género utilizan mecanismos de control patriarcal para dominar y someter”, puntualizó a psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, de OAR.
Como estrategias de control, la especialista mencionó los actos violentos, la modulación del tiempo en que se ejercen y el aislamiento, incomunicación y desamparo psicológico y económico que generan.
Este control se ejerce mediante manipulación mental y estrategias coercitivas, así como tácticas que provocan incapacidad para reaccionar, indicó Díaz Tenorio y alertó que entre la población joven persisten roles sexistas, baja percepción de la desigualdad entre hombres y mujeres y normalización de conductas menos extremas de maltrato, sobre todo asociadas al control.
En tanto, la doctora Beatriz Torres, presidenta de Socumes, advirtió que la violencia en las relaciones de pareja no surge de forma espontánea durante el matrimonio o la unión, sino que suele iniciarse con frecuencia durante el noviazgo y el vínculo con la familia.
Esa violencia se expresa mediante el control sobre el cuerpo, los planes, las ideas y necesidades, con un impacto en la salud de las mujeres, en especial en su sexualidad, agregó.
También tienen un papel particular los medios de comunicación, que se constituyen en uno de los mecanismos de reproducción del patriarcado en el plano de la subjetividad, subrayó la periodista Dixie Edith Trinquete.
“La violencia simbólica en los medios de comunicación reproduce un discurso sexista, misógino, que descansa en prejuicios y estereotipos”, comentó la también profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
La violencia simbólica está funcionando también en las comunidades de fe, donde se ataca a las líderes y muchas mujeres asumen como natural el regreso al espacio privado, sostuvo Midiam Lobaina, del Consejo de Iglesias de Cuba.
Las dinámicas del control de los cuerpos se aprecian igualmente, dijo, en el control del vestuario.
Es por ello que, además de trabajar en prevención directa de los actos violentos, la socióloga e investigadora Clotilde Proveyer Cervantes aboga por desmontar los fundamentos culturales y estructurales de la sociedad que sustentan esas violencias.
Proveyer Cervantes reiteró el valor de trabajar de manera particular en la educación de las nuevas generaciones, las más desprovistas de las herramientas para producir el cambio y con menos percepción de riesgo.