«Las personas van a reproducir en sus casas las mismas estructuras eclesiales, el cura como cabeza de la iglesia y el hombre como cabeza del hogar», reflexiona el reverendo Luis Carlos Marrero.
Para el teólogo cubano es importante analizar las causas históricas de la violencia por motivos de género, su impacto negativo en las vidas de las personas y su estrecho vínculo con la religión.
«El patriarcado tiene un origen religioso. Hasta el siglo XVI la sociedad estuvo dirigida por la iglesia, en el caso de América Latina ha sido la católica principalmente», dijo Marrero durante el taller «Violencia de género desde las religiones», celebrado en La Habana el pasado 17 de noviembre.
El encuentro forma parte de la Jornada Cubana por la No Violencia hacia las Mujeres y las Niñas que organizan cada año organizaciones de la sociedad civil e instituciones cubanas.
Integrantes de la Comunidad interreligiosa «Manos con amor» compartieron criterios sobre la división sexista de roles, la justificación de la inferioridad y subordinación de las mujeres a partir de escrituras religiosas y la naturalización de los imaginarios machistas.
«Manos con amor» reúne a personas cristianas, musulmanas, budistas y practicantes de religiones afrocubanas que trabajan temas relacionados con la equidad desde experiencias comunitarias diversas.
Durante el debate se identificaron prohibiciones hacia las mujeres que aún perviven en distintas religiones e iglesias. Entre ellas están la imposibilidad de ocupar cargos decisorios y de liderazgo; hablar durante las reuniones y participar en determinadas actividades durante el período menstrual.
«Existen tres grandes tabúes que las religiones y grupos religiosos utilizan mucho. Uno es el tabú sexual vinculado al mito sobre la genitalidad y las sexualidades «normales o anormales». El otro es el espacial, que establece los vínculos y mediadores entre el ser humano y la divinidad. Y el tercero es el tabú mental, que se sustenta en la tradición y la autoridad», apunta Marrero, coordinador del área de teología del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).
Desde el ámbito religioso también se refuerza una existencia femenina concebida para servir a los otros y cuyo fin principal es la maternidad. Los imaginarios machistas encuentran justificación divina a través de la interpretación literal de textos sagrados.
«Las mujeres son las mediadoras del hogar, las que se deben encargar del cuidado y la educación de los hijos y siempre estar a disposición del esposo», criticó María Elena Amaro, estudiante del Instituto Superior Ecuménico de Ciencias de la Religión.
En algunas iglesias de corte fundamentalista llega a afirmarse que «la mujer que no tiene hijos está en pecado y por eso no ha sido bendecida por Dios», resaltó el reverendo Marrero, quien es profesor de ese instituto.
Para María Antonia Thomas, presidenta de la Primera Iglesia de Cristo Científico en La Habana, es importante identificar la cultura patriarcal como un proceso histórico que causa desigualdad y violencia hacia las mujeres.
Thomas cree posible ganarle terreno a la discriminación y construir poco a relaciones armónicas en el hogar y en la religión.
«Aunque es difícil lograr el cambio, las mujeres deben asumir su protagonismo y llevar los conocimientos a la vida cotidiana y al hogar», opina la líder religiosa.