Un debate público sobre el abuso sexual que viven niñas y adolescentes se aviva en Cuba a partir de El rostro de los días, una telenovela de factura nacional que se transmite tres veces a la semana, en horario estelar, en la televisión cubana.
La historia de Lía, una adolescente acosada y violada por su padrastro en su propia casa, ha traído a primer plano el análisis de las diversas expresiones de violencia sexual, sus causas y efectos, el machismo, la acción pública frente a ese tipo de abuso, el derecho al aborto y el pleno ejercicio de la salud sexual y reproductiva, entre otras problemáticas.
Además de provocar varios materiales y críticas en redes sociales y medios de comunicación, el programa televisivo y su alta teleaudiencia han servido también para poner en discusión una problemática social, de salud y de derechos, de cuya existencia poco se habla.
“La sexualidad sigue siendo un tema tabú en muchas familias y se asume incluso que mejor no hablarlo con las niñas, porque siempre habrá tiempo. Y así va pasando sin que se hable. Entonces podemos entender ahora el silencio de Lía”, expuso la psicóloga Yohanka Valdés.
Valdés fue una de las expertas que el pasado 14 de agosto, al término del capítulo de turno, participó en el intercambio virtual que abrieron en Facebook la revista Alma Mater y la campaña cubana Evoluciona por la no violencia hacia las mujeres y las niñas, con participación de las audiencias y especialistas.
La incidencia de abuso sexual en Cuba, sus expresiones y consecuencias, los instrumentos legales y sociales para actuar y brindar apoyo a las víctimas y sus familias estuvieron entre las principales temáticas abordadas.
“¿Cuál es el rol de la educación sexual en las escuelas?, ¿el caso de Lía es un caso aislado?, ¿saben las adolescentes cubanas a dónde asistir para denunciar una violación?, ¿conocen de la existencia de píldoras de próximo día ante una relación sexual desprotegida?, ¿conocen sus derechos?, ¿es la madre de Lía única responsable?”, fueron, por ejemplo, algunas preguntas que dejó en las redes la periodista Marilys Zayas Shuman.
La ficción que plantea la novela parte de la realidad y tiene varias aristas, destacaron especialistas y participantes en el intercambio.
Por una parte, faltan estadísticas y espacios que muestren el problema, que es poco visible, transcurre generalmente en silencio, sin testigos y casi sin denuncias. Tampoco es algo que se hable y reconozca abiertamente en las familias.
“Un número importante de abusos no son comunicados a nadie y los que son comunicados no siempre se hace a personas que puedan prestar una ayuda eficaz, como son amigos y coetáneos”, explicó la psicóloga Beatriz Torres.
La experta añadió que, tras la tendencia a ocultar los abusos a las familias, hay en parte temor a la reacción: desde no creerles hasta esperar una respuesta violenta, además de que las víctimas son amenazadas o manipuladas por el agresor.
Tampoco faltan adultos que desoyen a las y los menores, cuando “es importante saber que los niños prácticamente siempre dicen la verdad”, acota Torres.
Se necesita, además, tomar conciencia del problema, reconocerlo. “Solo lo que se cuenta, existe. Sin embargo, cuando se trata de acoso, abuso sexual y violencia -en sus diferentes expresiones-, suele desconocerse o negarse su existencia”, señaló la psicóloga Yohanka Valdés.
Ello se debe, en su opinión, a que “muchas veces las violencias se viven de manera natural y la cultura, la educación, refuerzan creencias, ideas que las reafirman. Por ejemplo: la manera de vestir de una mujer invita a la violencia o el cuerpo de las mujeres es para ser admirado, tocado”.
Por ello Torres insistió en el valor de enseñar a los hijos, con dependencia de la edad, que nadie debe tocar ni manipular su cuerpo. “Hay que hablarles de la sexualidad sin miedo, pero hablar de riesgos para que cualquier duda la pregunten; generar confianza”, agregó.
A la par, hace alta desmitificar los temas relacionados con la sexualidad y romper con creencias erróneas, como que el abuso sexual se da solo en las niñas, el agresor es un enfermo psiquiátrico, los niños no dicen la verdad o son culpables de lo que les ocurre, apuntaron desde la redacción de Alma Mater.
“Lamentablemente, estos hechos ocurren generalmente por personas bien conocidas por las víctimas. Ya sea por del padrastro, un vecino allegado, un familiar cercano o incluso el propio padre. Es un tema complejo y difícil, pero es necesario tratarlo por las instituciones y organizaciones de la sociedad”, acotó Osmayda Hernández, de la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Desde el punto de vista legal, la jurista Liset Mailen Imbert precisó que el Código Penal cubano castiga la violación con penas de cuatro a 10 años de privación de libertad y hasta 30 para las figuras agravadas: si quien lo comete es funcionario, o si la víctima queda con lesiones y/o enfermedades de transmisión sexual. También si el hecho es cometido por más de una persona.
“La ley no alcanza para enmendar un daño de ese tipo, que repercute toda la vida en la persona”, opinó Salam Ahmed, uno de los foristas.
Visibilizar las formas en que ocurre el abuso sexual es parte del desafío que además tienen los medios de comunicación en el camino de cuestionar estereotipos, imaginarios y mitos que están en la base de la naturalización de la violencia, y hacerlo sin revictimizar a quienes viven en situación de violencia.
“Las personas que trabajan en los medios tienen también un rol educativo, ya que influencian y colocan opinión”, apuntó Valdés, partidaria de que hay que seguir deconstruyendo discursos, reconocer que el problema existe y dar voz a quienes están implicadas. “No ayuda interpretar lo que las víctimas sienten, sino dejar que ellas cuenten”, apuntó.
Cuando aún no termina la novela y sus espectadores siguen esperando puntualmente cada capítulo, tampoco parece agotarse el debate ante la posibilidad de que Lía, la joven protagonista que fue violada, pueda haber quedado embarazada.
“¿Por qué embarazar a Lía y que el embarazo llegue a término, existiendo en Cuba el aborto como un derecho y una práctica institucionalizada?”, preguntó la periodista Lirians Gordillo.
El desenlace queda pendiente, la expectativa se mantiene y el debate promete. Que la novela de turno trate el tema no supone la solución definitiva de un problema tan complejo, al decir de Valdés. Pero al menos muestra una realidad poco visible y “llama la atención de que esto sucede y muchas veces con más frecuencia de lo que pensamos”.