Por Sara Más
La violencia contra la mujer no es sólo un fenómeno poco reconocido entre las cubanas, sino que se acompaña a la vez de mitos y prejuicios que la convierten en un hecho natural y cotidiano.
A esa, entre otras conclusiones, se arriba a partir de Un acercamiento a la violencia masculina desde las representaciones sociales, estudio realizado por Yaima Mes Fernández, especialista del Ministerio de Cultura, quien exploró las manifestaciones del maltrato en la pareja entre varias mujeres profesionales.
La mayoría de sus entrevistadas (72 por ciento) consideró que la violencia forma parte del afrontamiento cotidiano de conflictos en el contexto de las relaciones de pareja, indican los resultados preliminares de la investigación, publicados en la revista Sexología y Sociedad, que edita el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).
Al referirse a la persona que más frecuentemente acude al maltrato, el 88 por ciento señaló al hombre, sólo el 6 por ciento admitió que las mujeres y otro tanto consideró que podía ser cualquiera de los dos miembros de la pareja, indistintamente. Sin embargo, en el ciento por ciento de los casos que señalan al hombre como el más violento, se esgrimen argumentos que vinculan las causas con modelos estereotipados de la masculinidad.
«El hombre es más fuerte», «es el que domina», «ellos no tienen control», «son violentos por naturaleza» o, incluso «no saben conversar como las mujeres», fueron algunas de las frases usadas por las profesionales encuestadas. «Algunas de estas expresiones también reflejan una naturalización de la violencia masculina», afirmó Mes Fernández.
Pero no sólo el acto mismo del abuso pasa por el tamiz de la herencia social y los patrones culturales, que también salen a relucir a la hora de explicar por qué las mujeres no rompen fácilmente el vínculo de pareja con el hombre que las maltrata.
Una buena parte explica el fenómeno fundamentalmente por motivos de dependencia económica, pero más de la mitad del grupo percibe la estabilidad y conservación de la unidad familiar como una de las razones fundamentales para mantener esa relación.
Es así que salen a relucir justificaciones como «por mantener a los hijos con su padre», «por cuidar la unidad de la familia», «por no ponerle un padrastro a los hijos». O aparece el amor femenino visto como sufrimiento, dependencia, sumisión o entrega total o incondicional.
«Cobra gran importancia la influencia de patrones socioculturales que demandan de las mujeres una renuncia a su bienestar personal y una postergación de sus necesidades propias a favor de la unidad de la familia, donde ella es considerada el eje de unión y el sostén afectivo», asegura la especialista.
De acuerdo con las entrevistadas, las formas más comunes de manifestarse la violencia de los hombres hacia su pareja son la sicológica, la física y la sexual, aunque esta última es menos referida quizás porque «sólo la identifiquen con la violación», acota la autora.
Del total de consultadas, el 62 por ciento reconoció haber sido víctima al menos una vez de alguna conducta violenta por parte de su pareja, aunque la mayoría lo explicó desde factores desencadenantes como el alcohol, los celos y el estrés, y no por las reales asimetrías de poder que subyacen en el fenómeno.
«De forma notable se aprecia en las respuestas la influencia de aquellos mitos y estereotipos que se han legitimado a través de la educación», aseguró Mes Fernández.
La Habana, junio de 2003.-
2008-04-21