Controles cotidianos, ¿impactos imperceptibles?

La violencia machista suele camuflarse en acciones y comportamientos cotidianos de control sobre el cuerpo, los espacios y tiempos de las mujeres. La psicóloga y especialista del Centro Oscar Arnulfo Romero (CEOAR) Yohanka Valdes evita catalogarlos de pequeños controles, por todo el daño que pueden causar y su función en la reproducción de la violencia por motivos de género.

¿Cómo se expresan esos pequeños controles cotidianos?
Para mí siempre ha sido un debate el modo en que nombramos esos pequeños controles, porque hay toda una corriente que habla de micro machismos y para mí el machismo es, no es micro o macro, son expresiones que en distintos escenarios controlan a las mujeres. Igual que las micro violencias, que no las veo como tal, pues todo pasa por el daño y cómo las personas lo perciben.
Hay violencias más naturalizadas que otras. El golpe, por ejemplo, es el más visible y las personas pueden identificarlo como violencia. Pero hay acciones que son parte de la vida cotidiana y que las personas no se dan cuenta de que las están ejerciendo y que las dañan. Son comportamientos que pasan por esa lógica machista patriarcal.
Esto incluye el control de los espacios, de las oportunidades y el acceso a ellas, la distribución no equitativa de los tiempos y la invisibilización de los tiempos y el aporte de las mujeres, la invasión de los espacios personales, el control de la ropa, de las relaciones, del celular.
También está la visión de que las mujeres siempre estamos dispuestas a cuidador de los otros y no tener tiempo para nosotras. Hay una periodista que le llama “carga mental” a ese estado constante de las mujeres de organizar, prever necesidades de la familia. Esa disposición constante de las mujeres en el imaginario se ha posicionado como una decisión propia, como algo que nos gusta o nos da bienestar.
Me preocupa cuando todo esto pasa a ser heredado y aparece en el imaginario como cuestiones y roles que están en los genes y funcionan como un chip cultural, que se reproduce incluso en relaciones homoafectivas.
Me preocupa mucho, porque percibo que en grupos de jóvenes no existe una lectura crítica sobre estos asuntos o si la hay, no tiene que ver con una lectura feminista o de derechos, sino una visión más personal.

¿Por qué y cómo visibilizar estas expresiones de la violencia machista?
Abordar estos imaginarios que reproducen prácticas cotidianas de control pone la atención sobre las causas de la violencia. Me parece importante visibilizar las condicionantes de la violencia machista. Eso no quiere decir que se abandonen otras causas, como la abogacía a favor de leyes, acompañamiento a las víctimas, etc. Estos no son campos contradictorios, pero sí requieren miradas y enfoques particulares.
Debemos también hablar de los sentidos que tiene el poder, porque creo que es un término muy contaminado. Y si no se habla del poder no se rompe con la violencia, porque son relaciones de poder que te atraviesan por el género, la nacionalidad, por el color de la piel, por la edad.
Yo no creo que esto se logre siempre desde las mismas prácticas, discursos y retóricas, porque depende con quién estás hablando a veces. Habría que pensar estrategias que realmente generen beneficios para las personas. Hay todo un proceso de cambio que necesitamos intencionar y sobre todo deconstruir los costos y privilegios de ese poder patriarcal.
Creo que los medios de comunicación son muy fuertes en Cuba y la televisión sigue teniendo un papel central. Tenemos que saber aprovechar espacios y relaciones y creer también que las personas van a ser capaces de hacer sus propias lecturas. Debemos mover nuestros códigos y reflexionar sobre cómo puede dialogar un discurso feminista con referentes juveniles y con diferentes códigos, no se trata de flexibilizar ni despolitizar sino construir puentes en base a oportunidades y consensos.

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