La afluencia espontánea de mujeres que viven situaciones de violencia a una consejería especializada en la capital cubana confirma la necesidad de contar con servicios de apoyo y acompañamiento multidisciplinario para ellas.
La psiquiatra Ivon Ernand, quien coordina esa consejería en el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR) desde hace poco menos de un año, comentó que la mayoría de las mujeres que han acudido son de edad mediana y demandan no solo atención específica a su caso, sino también apoyo jurídico, de salud mental, de otras especialidades de la Medicina y también social.
«La mayoría se ha mantenido entre cinco y 15 años viviendo situaciones y relaciones de violencia en su pareja o su familia, por lo que llegan a la consejería muy sintomáticas, necesitadas de atención», precisó Ernand a finales de octubre en el Taller Nacional de Formación de Competencia para la identificación, denuncia y registro de vulneración a los derechos sexuales, organizado por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
La Consejería a mujeres en situaciones de violencia de OAR es una iniciativa que busca acompañarlas y orientarlas desde una experiencia particular, ante la falta de un protocolo nacional y de un sistema de atención integral para atender estos casos.
En el corto tiempo de existencia, el espacio ha recibido a 63 mujeres, quienes han acudido, fundamentalmente, de forma espontánea, pues solo tres han llegado derivadas desde otros servicios, precisó la especialista.
«Muchas tienen miedo, no han salido aún del ciclo de la violencia y conviven con sus maltratadores. Algunas están enfermas desde el punto de vista psicológico o tienen igualmente repercusiones físicas como consecuencia o secuela del maltrato. Con la violencia se afecta todo», señaló Ernand.
De acuerdo con los reportes de la consejería, las que más asisten son las de edad mediana de 40 a 59 años, que están viviendo además el climaterio y la sumatoria de múltiples roles como profesionales, trabajadoras, madres, cuidadoras de ancianos y personas enfermas, entre otros.
Más de las dos terceras partes se trata de mujeres profesionales, con alto nivel educacional e informadas. «Sin embargo, están siendo violentadas, lo que confirma que este problema no tiene que ver con el nivel cultural ni la marginalidad», acotó.
Esas mujeres, en general, reconocen diferentes tipos de violencia, fundamentalmente la psicológica y la sexual.
De las 63 atendidas, solo 12 denunciaron y, de estas, tres retiraron la denuncia. «Ciertamente la cultura de la denuncia es baja, pero también ellas tienen mucho miedo a la revancha del maltratador, actúan igualmente bajo presión familiar y por ello necesitan un acompañamiento jurídico que no sea solo teórico, sino real, para no acudir solas a denunciar y que se sientan más protegidas», sostuvo Ernand.
Además de recibir a las mujeres que demandan información y orientación, la consejería también apoya la formación de consejeros y consejeras.
«Estas personas no pueden actuar de forma improvisada; necesitan entrenarse», aseguró Ernand.
Igualmente es necesario atender determinados principios éticos, como la confidencialidad y el respeto a los deseos y objetivos de las mujeres. Otro aspecto a tener en cuenta es el autocuidado del personal que las atiende.
«Quienes estamos en la primera línea de atención nos cargamos con la angustia y la impotencia por la situación que estas mujeres viven y podemos convertirnos involuntariamente en víctimas secundarias», explicó.
En cuanto a los efectos de la violencia, la psiquiatra califica de múltiples, diversas e individuales las afectaciones a la salud y confirma que los derechos sexuales de esas mujeres quedan afectados, incluidos su capacidad de sentir placer y el dominio de su cuerpo.
Ente los malestares que afloran a corto plazo menciona la ansiedad, la angustia vivencial constante, el miedo, la depresión, el aislamiento social, la disminución del deseo sexual y afecciones físicas múltiples.
Esas pueden ser también señales para detectar situaciones de violencia oculta, aunque necesitan de una exploración especializada y seguimiento.
«La violencia no es una enfermedad, pero lo que provoca sí», aclara. «Las personas que ejercen violencia no están enfermas, en la mayoría de las veces. La violencia es una conducta aprendida y premeditada», aseguró.