Clotilde Proveyer: El silencio nos vuelve cómplices

La doctora en Sociología Clotilde Proveyer Cervantes, profesora de la Universidad de La Habana, está convencida de que abordar el tema de la violencia doméstica en Cuba no puede ser patrimonio de investigadores.
«Es una urgencia social», asegura quien ha dedicado una buena parte de su vida a investigar las aristas del fenómeno en la Isla, labor que considera más que un trabajo, un deber.
Proveyer pertenece, además, al Grupo Nacional para la atención y prevención de la violencia intrafamiliar y al equipo de estudios de género de la Facultad de Sociología de la Universidad de La Habana. SEMlac: ¿Qué particularidades tiene la violencia doméstica en Cuba?
Hay muchas contradicciones. Las transformaciones que ha experimentado la vida de las mujeres en estos años han llevado a cambios en la identidad de género. Sin dudas, el acceso a la educación, el protagonismo en la vida social, económica, científica, política, hace crecer la autovaloración y la autoestima. También se han reivindicado muchos derechos femeninos como la protección legal frente al cuidado de los hijos o el derecho al trabajo.
Esos espacios conquistados por las mujeres modifican, de alguna manera, la relación entre los géneros y eso explica que la violencia doméstica en Cuba sea menor que en otros países.
Pero está claro que existe y abarca todas sus gamas. Desde la más sutil hasta la más cruenta. Seguimos teniendo relaciones de subordinación entre los géneros que provocan contradicciones en como vivimos el ser mujer las cubanas. Nuestros medios de comunicación y nuestra educación siguen siendo sexistas. Los rasgos patriarcales siguen vivos.
SEMlac: ¿Se puede identificar un perfil de la persona violenta?
En la violencia funcionan muchos mitos, pero es un fenómeno que trasciende a la raza, la zona geográfica, la situación económica o el nivel cultural. En la base tiene una relación de poder masculina. Cuando hay dificultades económicas, además, se generan tensiones, aumentan los conflictos, las crisis morales y de valores. La violencia genera traumas, enfermedades, incapacidad y discapacidad y hasta muerte. Es un problema social, no privado.
SEMlac: Usted ha sostenido que una de las mayores debilidades de la violencia en Cuba es su invisibilidad en el contexto social.
Las mujeres maltratadas muchas veces no buscan ayuda por desconocimiento o porque cuando hacen la denuncia les aconsejan que resuelvan el problema en casa, que eso es privado y allá regresan a seguir recibiendo golpes hasta que pasa algo peor. Hay desconocimiento y miedo, pero también implicaciones afectivas y económicas.
SEMlac: ¿Y funciona la ley?
Como no soy jurista, no sé si hace falta una ley especial u otro tipo de solución, pero hay que visibilizar la violencia doméstica en las leyes. Es invisible y eso lleva a que hombres y mujeres sigan siendo iguales ante un delito, aunque ellas estén respondiendo a meses o años de maltrato.
Nuestro Código Penal refrenda el derecho a la igualdad de género, pero sigue siendo androcéntrico y estas cosas hay que dejarlas claras porque quienes lo aplican también han sido sujetos de una educación sexista. Aún así, pienso que acudir a la ley debe ser el último peldaño de una escalera. Insisto en que el tratamiento penal no es la solución. Hay que construir otros modelos de masculinidad y femineidad que no sean contrapuestos.
Estamos educando a los varones desde niños a solucionar los conflictos echando mano a la violencia, les enseñamos roles de poder, ¿qué les vamos a pedir luego? Es un problema cultural y de aprendizaje. La masculinidad violenta se aprende, no nace.»

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