Apoyo entre mujeres previene la violencia

Apenas cae la noche, la sala de Odalys Rodríguez Zamora pierde la tranquilidad habitual y se va llenando de mujeres que comparten anécdotas, preocupaciones y conocimientos en uno de los Grupos de Ayuda Mutua (GAM) que impulsa el área de Género del Centro Cristiano de Servicio y Capacitación «Bartolomé G. Lavastida» (CCSC- BG Lavastida), en Santiago de Cuba, a 862 kilómetros de La Habana.

Desde 2008, la institución ecuménica favorece en esta provincia oriental esa metodología de colaboración colectiva para superar conflictos de violencia intrafamiliar y de género, además de mejorar la autoestima femenina y sensibilizar a sus asistentes con la transformación de pensamientos y prácticas machistas.

Hace más de un año la «Casa de Odalys» es uno de los siete grupos de este tipo vinculados a iglesias cristianas de la ciudad.

Unas 15 mujeres y algún que otro hombre acuden regularmente a los encuentros mensuales, donde se debate sobre autoestima, violencia, estereotipos, prejuicios, sexualidad, culpas, entre una amplitud de temas, siempre intentando advertir en ellos manifestaciones de inequidad de género y las estrategias para superarla.

La preparación de los encuentros y charlas cuenta siempre con el asesoramiento de las especialistas en género del CCSC- BG Lavastida, una institución que, desde su fundación, hace 17 años, ha incluido en su misión la de cerrar brechas de poder entre mujeres y hombres.

Rodríguez explica a SEMlac que se trata de un espacio abierto, donde cada cual aporta lo que puede según sus conocimientos, pero lo primordial es brindar apoyo y comprensión mutua.

«Como ginecóloga, me acostumbré a que muchas personas acudieran a buscarme para contar sus problemas, pero en este caso se trata de una experiencia grupal donde solo debo conducir las reflexiones hacia un enfoque de género, o sea, poniendo a un mismo nivel el lugar de los hombres y las mujeres en todos los procesos», describe la médica, quien se capacitó previamente en talleres del Centro Lavastida.

Esta metodología de trabajo sirve como red de apoyo a mujeres violentadasAsisten amas de casa, profesoras universitarias, médicas, psicólogas, abogadas y dirigentes, quienes coinciden en que hasta el momento no dedicaban tiempo para ellas mismas por estar afanadas en labores domésticas, la familia o el empleo.

La doctora asegura que muchas de las asistentes han podido encontrar soluciones a problemas personales por sugerencias del grupo y algunas han logrado confesar experiencias de maltrato.

«Contar con un espacio para hablar nos permite abrirnos como mujeres, expresar nuestras necesidades y encontrar ayuda, porque a veces somos muy profesionales, pero nos mantenemos subyugadas por ciertos valores patriarcales», considera.

En las reuniones, cada persona expone sus puntos de vista sobre el asunto a tratar e intenta apoyar a las demás para resolver conflictos y alcanzar bienestar espiritual.

Según cuenta a SEMlac Gloria Teresita Rebustillo Escudero, coordinadora del área de género del Centro Lavastida, la idea de estos grupos asociados a iglesias locales comenzó para apoyar a familias con personas violentas y orientar a líderes eclesiales en su tratamiento.

Con el tiempo, comenzaron a demandar otros temas y servicios, pero la prevención de la violencia machista se ha mantenido como asunto prioritario.

«Hemos tenido en los grupos a mujeres maltratadas y tratamos de orientarlas. Les explicamos el ciclo de la violencia de género y se les busca una persona que directamente las apoye en esta situación», refiere la psicóloga.

Las investigaciones coinciden en la importancia de contar con redes de apoyo para superar las situaciones de violencia por motivos de género, pues difícilmente la víctima puede romper por sí misma con la dependencia y el miedo que producen estas situaciones.

Algunos de los casos de maltrato confesados en los GAM se han derivado hacia instancias judiciales por medio de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, de la Federación de Mujeres Cubanas, donde colaboran especialistas de la psicología y el derecho capaces de atender estos conflictos.

Otros pasan a la consejería de pareja y de familia que ofrece el Centro Lavastida o son denunciados directamente en la Fiscalía.

«También les explicamos cómo protegerse, dejando claro que las mujeres inmersas en el ciclo de la violencia no pueden salir de momento, y tampoco se trata de forzarlas porque a lo mejor su contexto o preparación sicológica no les permite superar el trance», declara a SEMlac la colaboradora del área de género del CCSC- BG Lavastida, Maite Álvarez Roque.

Una sistematización del proyecto, que alcanza a más de 70 personas, realizada en 2014 por esta trabajadora de la salud, determinó que la metodología participativa contribuye a sacar del aislamiento a víctimas de violencia de género, cuando conocen a otras personas que han pasado por lo mismo.

Otros resultados positivos radican en la posibilidad de compartir experiencias, sentimientos, temores, dudas y esperanzas o búsquedas de solución para sus conflictos.

En la pesquisa, participantes de estos grupos aseguraron que también elevan la autoestima, las habilidades de comunicación y el empoderamiento personal.

Aunque se trata de un proyecto que parte de una fe cristiana, intenta ir contra los dogmas de algunas denominaciones religiosas en materia de género.

«El primer mito que rompemos es que en la iglesia no existe violencia por tratarse de familias cristianas. Si a cualquier mujer le es difícil confesar que es víctima de esta situación, para las cristianas implica otros problemas aceptar que viven en familias disfuncionales», expone la especialista.

«No promovemos directamente el divorcio porque el matrimonio es importante en la iglesia, pero sí hemos hecho comprender a muchos pastores que en casos de violencia de género la separación es necesaria», sostiene por su parte Rebustillo.

Una lectura a la Biblia desde la teoría de género les hace defender el papel de las mujeres en la sociedad y la necesidad de respeto.

Los grupos están integrados por mujeres pertenecientes a iglesias cristianas«La eliminación de la culpa es uno de los temas en los que insistimos, lo mismo que en la reconciliación con nosotras mismas y con las otras mujeres de nuestras vidas, porque juzgamos a las madres, a las hijas, sin reconocer que tenemos un historia común de discriminaciones, inequidades, violaciones de derecho y reivindicaciones como grupo social específico», reflexiona la coordinadora del proyecto.

El área de género del Centro Lavastida organiza, además, talleres de sensibilización para los microproyectos de desarrollo local que mantiene la institución en toda la zona oriental con el propósito de ampliar la soberanía alimentaria.

Esto garantiza un seguimiento de las inequidades de género en cada una de las comunidades, donde estas iniciativas de intervención pueden sostenerse por más de cinco años.

Rebustillo sostiene que la violencia intrafamiliar es uno de los problemas identificados en cada uno de los diagnósticos de las comunidades rurales donde ha trabajado el centro.

«Encontramos todo tipo de manifestación de violencia, psicológica y física, que tiene como denominador común la educación sexista, de dominio-sumisión que han recibido los hombres», sentencia.

Para prevenirla, el CCSC- BG Lavastida realizó 31 talleres de sensibilización en género y masculinidades en comunidades rurales del Oriente Cubano entre 2010 y 2014. Ese mismo período reportó 275 encuentros de los GAM.

Además de las capacitaciones, la institución da prioridad a que hombres y mujeres compartan roles no tradicionales y favorece que ellas aprendan oficios para garantizar su independencia económica.

El Centro Lavastida tiene presencia ecuménica en todas las provincias del oriente del país, especialmente Santiago de Cuba, Guantánamo y Granma, y ha mantenido un trabajo sostenido en las áreas de capacitación y servicio a lo largo de 17 años.

Su trabajo trata de conjugar sostenibilidad, participación comunitaria, enfoque de género, ecología, lectura popular de la Biblia, renovación litúrgica, consejería, salud familiar y cultura alimentaria, junto a acciones de servicio comunitario a través de iglesias locales.

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