Con más de dos décadas dedicadas a la medicina veterinaria, Ángel Mario Rodríguez tiene sus propias reflexiones sobre la violencia contra los animales. No las avalan investigaciones científicas pero sí la práctica constante y conciente de su profesión.
Para Rodríguez, especialista en servicio veterinario de frontera en el aeropuerto internacional José Martí de Ciudad de La Habana, las agresiones contra el género animal son parte inseparable del ciclo humano de la violencia, aunque con frecuencia no aparezcan visibilizadas como tal. SEMlac: ¿Qué lo lleva a pensar que la violencia hacia los animales es un aspecto más del ciclo humano de la violencia?
Algunas investigaciones afirman que las personas adultas violentas fueron maltradadores de animales en la infancia. Debe ser cierto, pero creo que existen maltratadores de animales, hombres y mujeres que, al ser víctimas de violencia, reproducen estas agresiones con los más débiles.
La violencia está relacionada con el poder, con el control, y los animales por su dependencia y desprotección son las víctimas prefectas, al igual que los niños y las niñas, sólo que la infancia está protegida por leyes estrictas.
Existen personas que violentan a sus animales por negocio, como sucede con los peleadores de perros o gallos. Estas ya eran crueles y se vuelven aún más peligrosas para sus semejantes y otros animales, al entrar en una actividad ilícita.
SEMlac: Entonces, ¿cuál es su definición de violencia contra los animales?
La agresión tanto física como mental. Esta última es la que afecta su comportamiento y se manifiesta desde el miedo intenso hasta la agresividad en su máxima expresión o la muerte. Por tanto, todo lo que interfiera en el desarrollo del bienestar animal y provoque sufrimiento debiera ser considerado violencia.
SEMlac: ¿Cuáles son las manifestaciones más frecuentes de violencia que atiende como veterinario?
No puedo dar una estadística exacta, pero se ve mucho la agresividad, el temor y la sumisión. Sin dejar de mencionar consecuencias físicas visibles como fracturas, heridas, incontinencia urinaria y que dejen de amamantar a sus crías prematuramente, por ejemplo. Por otra parte, las especies criadas en confinamiento están expuestas a consecuencias fatales, producto de violaciones en su atención, como el frío, la inanición o el hacinamiento, que son para mí también manifestaciones de violencia.
En las zonas rurales aún encuentras quienes castran a sus animales con métodos arcaicos, o sea, con una maceta sin previa anestesia. ¡Imagínese que el campesino plantea que el animal está bien castrado cuando se le aflojan los dientes por el dolor!.
Además, he podido ver animales arando a pleno sol, sin descanso; caballos tirando de carretones y al propietario dándole con un látigo para que camine y, también, accidentes con ganado, suelto en la carretera.
En la ciudad tropiezas con otras variantes como el abandono, el cruzamiento genético ilegal y animales que quedan encerrados en un cuartico durante ocho horas, en espera de sus dueños. Yo conocí a una perrita que estuvo diez horas en un balcón y cuando el dueño llegó, saltó del tercer piso por la alegría y murió.
SEMlac: ¿Con qué herramientas enfrenta en la práctica cotidiana a la violencia contra los animales?
Está el tratamiento veterinario, de urgencia o no, para curar las consecuencias físicas y fisiológicas, así como el trabajo educativo constante con los victimarios.
Desafortunadamente, las leyes existentes no se aplican y no se puede hacer mucho en este sentido, como sucede con un anteproyecto de ley, redactado en 2001 por la Sociedad Nacional de protección de animales y plantas y el consejo científico veterinario, con una serie de disposiciones que ayudarían mucho, pero que aún no se cumplen a cabalidad.
SEMlac: Ahora hay un proyecto de ley para el que la Sociedad nacional de protección de animales y plantas está recogiendo firmas, ¿qué expectativas tiene?
Tengo esperanzas. La sociedad ha luchado mucho durante todos estos años y tiene que haber una respuesta para las personas que tienen animales, para los que no los tienen y para todo el género animal. Sin embargo, aunque las legislaciones son necesarias, insisto en que hay que educar desde los medios de comunicación masiva, nuestras consultas y las escuelas sobre el bienestar animal.
La Habana, noviembre de 2006.-