Alcohol y violencia, dos males de alto riesgo

Por Raquel Sierra

Ernesto tiene 43 años y es alcohólico. Sentado a la entrada de su casa, se debate entre ir a buscar más bebida u ofrecerle disculpas a su esposa, quien se llevó a los niños a dormir a casa de una amiga, tras la violenta escena que desató el marido al llegar del trabajo.
No es la primera vez. Aunque generalmente es un hombre tranquilo, sabe que puede salirse de sus casillas, incluso sin tomar. Pero cuando ingiere alcohol sus reacciones son mucho más violentas.
El alcohol y la violencia no siempre andan juntos; sin embargo, en no pocas ocasiones, se acompañan. Según especialistas, aunque no generan la violencia, el alcohol y otras drogas son factores de riesgo, al reducir los umbrales de inhibición.
Mayda López, la esposa de Ernesto, ha buscado la ayuda que él todavía no acepta. «Fui al psicólogo, a Alcohólicos Anónimos y conversé muchas veces con él, pero no entiende que está enfermo y todos dicen que esa aceptación es el primer paso para darle una solución al problema. La situación resulta intolerable, y los niños, viéndolo así». Para el psiquiatra Pedro Hernández, jefe del departamento de alcoholismo del Hospital Psiquiátrico de la ciudad de Camagüey, 550 kilómetros al este de La Habana, en no pocos casos es difícil que los alcohólicos comprendan y acepten que se trata de una enfermedad, cuyos síntomas son, entre otros, temblores, calambres y pérdida de memoria y de sueño.
A su juicio, esta dolencia es como un tren: «lo tomas en un lugar y te puedes quedar en medio del camino, pero sigues ahí hasta que ya no eres capaz de bajarte», dice metafóricamente.
«El alcoholismo es una enfermedad crónica, lenta, progresiva y mortal y tiene que ver con un estado de salud mental. A los enfermos hay que tratarlos por lo que llegan al hospital, su depresión o ansiedad, que los llevan a refugiarse en el alcohol», explica su experiencia profesional.
«Es un círculo vicioso: bajo el estado de embriaguez golpean a la madre y no atienden a los hijos, por ejemplo. Entonces, la sociedad los tilda de sinvergüenzas, no de enfermos, y comienza el ciclo otra vez», comenta.
La Organización Mundial de la Salud define el alcoholismo como la ingestión diaria de alcohol superior a 50 gramos en la mujer y 70 en el hombre.
«Hay dos deseos de beber», considera. «El del cuerpo se quita a los 30 días, pero el de la mente es duro, depende de la psicoterapia. Los profesionales son más difíciles de atender, casi nadie les dice `ve a atenderte´, lo que sí hacen con quien carece de preparación cultural», asegura.
La vida muestra que existen alcohólicos no violentos y que hay muchos violentos que no toman ni una copa. Pero, cuando los dos fenómenos coinciden, la mezcla puede ser explosiva.
Algunos expertos concuerdan en señalar a las drogas, los celos, el alcoholismo y las limitaciones con la vivienda como agravantes para la violencia.
Para el doctor Juan E. Sandoval Ferrer, presidente de la Sección de Alcoholismo y otras drogadicciones de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, el ser humano no es violento por naturaleza. No obstante, la relación entre consumo de alcohol y conductas violentas constituye un problema social que, a menudo, tiene repercusión legal.
El aumento del riesgo de conductas violentas por el consumo de bebidas alcohólicas se produce por factores multicausales que dependen de la propia acción farmacológica del alcohol, de las características del bebedor y de las condiciones ambientales en que ocurre la ingestión de esa bebida, señala el experto.
Puede ocurrir desinhibición, pérdida de control emocional, ruptura de códigos ético-morales y de las buenas costumbres de convivencia, lo que facilita la aparición de la violencia, agregó en un artículo publicado en 2006 en el semanario cubano Trabajadores.
A su juicio, las características individuales también actúan como moduladores. Según la personalidad del que bebe, pueden desencadenarse distintas actitudes y estilos de afrontamiento ante los eventos de la vida: inestabilidad emocional, agresividad, poca tolerancia ante las frustraciones, pobre concepto de sí mismo y baja autoestima e, incluso, acentuar determinados rasgos de la personalidad.
No menos importantes son las condiciones ambientales en las que se combinan el consumo de alcohol y las personas con mayor tendencia a reaccionar hacia las conductas violentas, considera también.
Agrega que el nivel de alcohol en sangre, la severidad de la embriaguez y la asociación con otras drogas marcan además diferencias en la violencia ejercida bajo los efectos del alcohol.
El ingerir bebidas alcohólicas, una práctica muy común en la mayoría de las culturas, modifica la personalidad de quienes las consumen en exceso y los llevan a necesitar dosis cada vez mayores para alcanzar los mismos efectos.
Según el estudio «Algunas reflexiones sobre el alcoholismo en la comunidad», realizado en 2003 a partir de una muestra de 60 hombres en la occidental provincia cubana de Pinar del Río, el 45 por ciento de la población consume bebidas alcohólicas con un nivel de prevalencia de 6,6 por ciento, lo que sitúa a Cuba entre los países de más bajo índice en Latinoamérica; aunque en los últimos 15 años el consumo ha aumentado notablemente.
Esta investigación arrojó que los daños ocasionados por el alcoholismo que prevalecieron fueron los sociales y psicológicos (problemas económicos, discusiones en el hogar, violencia familiar y separación de la pareja), así como la hipertensión arterial, gastritis, daño al hígado y la impotencia sexual.
Otro estudio realizado hace algo más de una década, en Palma Soriano, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, señaló, entre las repercusiones familiares y sociales que tuvieron los alcohólicos sobre sus familias, las tensiones y dificultades (33,3 por ciento), los hurtos hogareños (21,6) y la violencia con las esposas (20); mientras que en el orden social se destacaron las riñas (43,3), los hurtos (25) y los escándalos públicos (23,3).

Hasta cuándo
Maritza Hernández se siente víctima, pero sabe que su pareja también lo es, al igual que toda la familia. Algunos especialistas indican que la existencia de un alcohólico daña a un círculo de otras cuatro-cinco personas a su alrededor.
«Varias veces lo han traído a la casa los conocidos del barrio. Algunas veces, después de una pelea en la calle. Le grita a los vecinos, a sus padres y hasta a mi», dice, pero es de las que piensa que eso no es violencia, que ésta sólo existe cuando hay golpes.
Con sus 37 años y un diploma de Licenciada en Lengua Inglesa, creyó que haber encontrado a Julián, cirujano, sería como ver cumplido su sueño de felicidad. «En un principio pensé que era sólo en fiestas y con amigos, pero ahora sé que la esconde de mí para que no le diga nada».
«Para evitar las violentas escenas, de las cuales se enteran todos los vecinos por el volumen de los gritos, la sicóloga le recomendó soslayar la discusión cuando él esté embriagado y no llevarle la contraria. Me dijo que hablara sólo cuando se le hubiera pasado», dice apenada.
«La doctora me habló fuerte, me dijo `tú no eres una prioridad para él, en algún momento hasta tendrás que plantearte si sigues con él o no´, pero yo me digo: `si lo abandono, a dónde irá a parar», cuenta, sintiéndose la esperanza que tienen los padres de Julián para un añorado cambio de actitud.
Migdalia, la mamá de Julián, sufre y reza por él todas las noches. «Le pido a Dios que nos ayude, que ayude a mi hijo a superar esta terrible etapa. Me siento, a veces, impotente porque no sé qué hacer, cómo reaccionar».
«Una amiga me dijo que tratara de llevarlo a alguno de los servicios que existen para ayudar a las personas con adicciones y me dio la dirección, pero no he logrado convencerlo. Ojalá el día que se decida no sea demasiado tarde y haya hecho algo muy malo en la calle», se queja.

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– Hoy en día existe un alcohólico por cada 10 personas que han consumido bebidas alcohólicas alguna vez en su vida, y las cifras de estos últimos llega aproximadamente a 70 por ciento de la población mundial si se incluyen los países islámicos.
– En América Latina esta toxicomanía afecta entre el cuatro y 24 por ciento de la población y se calcula que existen en esta región del mundo unos 30 millones de alcohólicos.
– Estimados indican que, internacionalmente, la mitad de los fallecidos en accidentes de tránsito, de los homicidios, violaciones y actos de violencia hogareña, se producen bajo los efectos del alcohol.
– Un resumen realizado por la revista especializada The Lancet alerta que el alcohol potencia los efectos de la ira, la violencia y el descontrol de las emociones, que puede llevar a actitudes criminales, problemas graves de convivencia familiar y provocar accidentes de tráfico, debido a conductas temerarias.
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(noviembre/2007)

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