Humillaciones, sobrecarga de tareas y altercados sistemáticos son manifestaciones del acoso laboral, una de las expresiones de la violencia que se propaga en silencio, según especialistas y activistas en Cuba.
«Muchas veces se quiere establecer que el acoso laboral es un problema entre dos personas y no lo es. Existen elementos que emanan de la propia estructura social, aunque los factores psicosociales que causan el acoso y sus manifestaciones estén invisibilizados», opina la abogada laboralista cubana Lidia Nieves Guevara Ramírez.
En su blog personal, Guevara Ramírez explica que en la violencia laboral y sus manifestaciones confluyen «el uso extralimitado y abusivo del poder, la reiteración y sistematicidad de las acciones dirigidas en contra de la víctima, la intencionalidad y la gravedad de las mismas, el atentado a los derechos humanos».
Los fines de estas acciones son someter a la víctima y que esta abandone voluntariamente el puesto laboral. Tales hechos han sido confirmados en la práctica diaria.
Liset Imbert Milan, especialista de los Servicios de Orientación Jurídica del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), ejemplifica a SEMlac algunas expresiones de acoso laboral referidas por personas que acuden a esa institución cubana.
Entre ellas incluye «evaluaciones excesivas, controles innecesarios, invasión de la vida privada, cuestionamientos a comportamientos y decisiones en el entorno laboral, llamadas de atención en público, no permitir las vacaciones o moverlas sin previo consentimiento de las trabajadoras.»
Sin embargo, resulta muy difícil demostrar esta forma de violencia y el acoso laboral se perpetúa en el silencio y la naturalización. Para las especialistas, la invisibilidad es el freno principal para su prevención y abordaje integral; incluso los testigos pueden callar por miedo a ser la próxima víctima y el temor de perder el empleo.
«La primera dificultad es la prueba, porque el acosador trata de no dejar huella. Es muy difícil que usted demuestre que ha sido acosado, aunque haya testigos», declara Guevara Ramírez a SEMlac.
La complejidad aumenta por insuficiencias en la capacitación de juristas y la ausencia de instrumentos legales que tipifiquen el acoso laboral en el país.
El Código del Trabajo (Ley No. 116), promulgado en 2014, incluyó varios adelantos y su artículo 146 expresa que quien emplea es responsable de la «protección a la integridad física, psicológica y el debido respeto a la dignidad» de las y los trabajadores. Sin embargo, no existen mecanismos procesales para hacer efectiva la protección legal.
Como resultado, son pocas las demandas de acoso laboral en el país, apunta Guevara Ramírez en su artículo «Reflexiones en voz alta sobre la violencia laboral y su existencia en Cuba».
«Como no disponemos de una base legal en alguna norma de carácter laboral que tutele la protección del trabajador ante acciones de violencia laboral, sobre todo en su variante de carácter psicológico, las pocas reclamaciones presentadas en las Secciones de lo laboral de los tribunales populares municipales cubanos relativas a vulneración de derechos por violencia en el trabajo, han sido declaradas ‘sin lugar’ porque, si la conducta no está en la ley, es imposible sancionar ´lo que no existe´», señala.
Avanzar en la formación y la actualización legislativa es un llamado de profesionales y del activismo social en la isla del Caribe. Para especialistas y activistas, investigar, visibilizar, informar y legislar son verbos que necesitan ponerse en práctica para el beneficio de las víctimas, quienes sufren de una doble victimización ante la inoperancia de las leyes.
«La detección temprana y oportuna cuesta mucho trabajo. Todavía el acoso laboral está silenciado en nuestro contexto y es muy difícil de prevenir y enfrentar», afirma Guevara Ramírez.
Contra la pared y sin medios términos
Cualquier persona puede ser víctima de acoso laboral. Sin embargo, la discriminación por género, orientación sexual, identidad de género, color de la piel, lugar de procedencia, discapacidad y edad son dimensiones clave en el acoso laboral.
«Yo siento que las mujeres lesbianas sufren mucho acoso laboral, pero se hace de manera muy solapada. Es muy difícil demostrar que una persona está siendo acosada en el trabajo por su orientación sexual, sobre todo porque se exacerban las situaciones de tensión hasta que la persona reacciona de manera inadecuada o comete un error», comenta Teresa de Jesús Fernández a SEMlac.
La coordinadora nacional de la Red de Mujeres Lesbianas y Bisexuales que acoge el Cenesex recuerda uno de los casos de acoso laboral más conocido y abordado en Cuba: la historia de Liana López Filpo y Olimpia Díaz Borges.
El testimonio de esta pareja, recogido en el libro Sobrevivientes, expone las vejaciones sistemáticas que vivieron estas mujeres, el largo camino de lucha en busca de justicia y los costos para la salud de ambas.
«El caso de Liana y Olimpia es el más conocido. Una puede ver cómo se aprovecharon para aplicarles las medidas más drásticas y así ha pasado en muchos otros lugares. No existen términos medios, ni se toman las mismas medidas, esos pasos intermedios que sabemos que se dan con otras personas», reflexiona Fernández.
Además de perder su empleo, la pareja sufrió graves daños en su salud y bienestar; padecieron de alteraciones del sueño, pérdida de peso e incluso afecciones cerebrovasculares.
Pero su historia es también ejemplo de la lucha. A pesar de no lograr la reparación de los daños, por varios años Liana y Olimpia batallaron y su activismo como mujeres lesbianas contribuyó a la formación y sensibilización de otras cubanas.
«Muchas mujeres lesbianas que forman parte de las redes han recibido talleres de formación, clases e instrumentos para darse cuenta de que las están acosando o dañando sus derechos y salud emocional. Pero, por muy conscientes que sean, no existen los mecanismos que permitan probar que están siendo víctima de ese tipo de acoso», refiere Fernández.
Para la activista cubana, ampliar el conocimiento de los derechos, mecanismos institucionales y procesos legales puede allanar el camino.
«Cuando tienen la formación, son más proactivas y enfrentan con mucha más serenidad las situaciones, que no quiere decir que obtengan resultados positivos. Hasta que no exista una legislación que ampare ante este tipo de acoso, hasta que las personas no lo identifiquen y denuncien y hasta que no existan profesionales de la abogacía sensibles, será muy difícil avanzar», concluye Fernández González.