Por Raquel Sierra
Los maltratos de palabras o intimidación física entre los escolares son un fenómeno viejo, común en el mundo y también en Cuba, aunque sin llegar a límites extremos.
Como en muchos países, niños, niñas y adolescentes actúan solos o se confabulan para hacerle la vida imposible a alguien a quien no aceptan, por cualquier motivo.
Puede ser el más gordo del grupo, el que usa espejuelos de gran graduación (bautizado en la isla como «fondo de botella»), el más flaco o, simplemente, el que viene más sucio porque su familia no vela de forma adecuada por su porte y aspecto.
«No es un tema nuevo, ha existido siempre y generalmente por las mismas causas de otros tiempos», considera Rosaura Díaz, quien hasta hace tres años ejerció de maestra de primaria y secundaria.
«Los menores con defectos físicos son objeto de burlas y si alguna vez es agredido y no se defiende, será acosado por un grupo pequeño, de dos o tres condiscípulos que se creen superiores», agrega.
María Luisa tiene un niño de seis años. Constantemente recibe quejas de algunos amiguitos sobre los golpes que «Totó» le propina a Oliver, su hijo. En ocasiones no sabe qué hacer. Lo regaña y le dice que se defienda y que no permita que nadie lo golpee.
«Pero la psicóloga me habla de la educación en la no violencia, que no se enseñe a golpear a otros y me siento muy desconcertada», dice María Luisa, una madre soltera de 37 años.
La maestra del grupo confiesa: «no acostumbro a darles a los niños, pero un día vi a Totó arremeter a toda velocidad contra otro chico, quien se golpeó fuertemente con la pared. No pude evitarlo, lo empujé con un manotazo». De nada ha valido citar a los padres a la escuela. Un sombrío cuadro familiar, de violencia y desajustes sociales, explica en parte la agresividad de este pequeño, el de menor estatura en toda su clase.
Zoila Homero, de 42 años, cuenta que Jorge David, su único hijo de diez años, recibió un golpe en la cabeza con un pomo lleno de agua congelada, mientras el resto intentaba arrebatarle su mochila.
«Hablé con la maestra, con la mamá del niño y no se ha repetido, pero sí sé de otro alumno, de pecas y pelo rojo, que sigue siendo víctima de los golpes y las burlas de un grupito de quinto grado», relata.
Las niñas tampoco escapan a esa situación. La que llega última al grupo, procedente de otra escuela, o aquella a quien la abuela la acompaña al aula cada día pueden ser las víctimas.
«En las clases siempre hay mini grupos, si no encajas en ninguno de ellos por algún motivo o eres diferente porque prefieres estudiar los sábados que salir a fiestas, te marcas y el grupo puede castigarte por eso», señala Rosaura. A su juicio, en ocasiones eso provoca desconcentración, ausencias y pobre rendimiento escolar.
«Los de más baja autoestima quieren hasta dejar la escuela y hay que hablarles mucho y convencerlos de que nadie, por esbelto e inteligente que sea, es mejor que ellos», agrega.
Para Maribel Collazo, profesora de historia en secundaria básica, no siempre es fácil hacer que desistan de dejar los estudios, sobre todo cuando los padres aprueban esa decisión. «Es triste ver que los malos de la película venzan, más cuando han hecho algo incorrecto. Cuando llamamos a la dirección a los acosadores, dicen que están arrepentidos o que no era su intención», comenta.
Según Yurisel Díaz, profesora de inglés de una escuela técnica, «probablemente en Cuba el fenómeno sea menor porque en las escuelas hay mayor control sobre los estudiantes y buena parte de los padres está muy al tanto de lo que le sucede a sus hijos en el ámbito docente».
Límites extremos
En el mundo, el acoso escolar es conocido como bullying (del inglés intimidación, acoso) término que se ha extendido para denominar este fenómeno en Estados Unidos y Europa.
Según un estudio reciente de la Agencia de Evaluación de Tecnología e Investigación Médica, uno de cada cinco escolares europeos sufre acoso o agresión entre sus compañeros. A la vez, indica que este tipo de rechazo es más frecuente entre niños de entre 8 y 12 años.
El bullying tiene como efectos sobre la salud la depresión, la baja autoestima, los trastornos en la conducta alimentaria, el bajo rendimiento escolar y la mala relación con los demás compañeros, dijo la agencia.
La investigación, titulada Kidscreen y realizada en ocho países europeos, entre ellos España, con encuestas a 863 alumnos, indicó que los chicos sufren más rechazo que las chicas y los pre adolescentes de entre 8 y 12 años «perciben más el rechazo social».
De acuerdo con el profesor del Instituto Universitario de Medicina Social de Lausanne (Suiza), Joan Carles Surís, los adolescentes con factores como la hiperactividad, padres con conductas agresivas, bajo rendimiento escolar, amigos con tendencia a la delincuencia, bajo nivel socioeconómico y fácil acceso a las drogas tienen más riesgo de desarrollar conductas de violencia.
Por su parte, un reporte de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente indica que la mitad de los menores son acosados durante un tiempo en sus años escolares, y al menos el 10 por ciento sufre de intimidación de manera regular.
Algunos casos llegan a los extremos. A finales de mayo, una joven de 16 años se lanzó desde un puente de Alicante, España, en un suicidio atribuido al acoso que la menor sufría por parte de cuatro compañeras de la escuela.
Ante este fenómeno en esa nación, un grupo de parlamentarios propuso al gobierno la adopción de medidas para combatir el acoso entre escolares, como el aumento del personal especializado para detectarlo así como la habilitación de líneas telefónicas gratuitas para que las víctimas soliciten ayuda.
La Habana, junio de 2005.-