Abuso sexual cerca de casa

Por Sara Más

Lejos de lo que muchas personas imaginan en esta isla, el abuso sexual es fundamentalmente una experiencia prolongada y no un hecho aislado.
Así lo comprueban varios estudios y exploraciones promovidas por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en cinco provincias cubanas, como parte de un proyecto de tres años que culminó en 2006, con apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Las exploraciones tuvieron en cuenta a la capital, la central provincia de Sancti Spíritus y las cinco del oriente cubano.
«El abuso sexual ocurre en cualquier contexto y en diferentes niveles educacionales de la familia, tanto de la víctima como del abusador», precisó a SEMlac la master en sexualidad Iliana Artiles, vicedirectora del Cenesex y al frente de su grupo de investigaciones para este tema.
La incidencia real de este fenómeno se ignora en todo el mundo. Se trata de una situación que transcurre en el más absoluto silencio, constituye tabú social y familiar, y es de los casos menos reconocidos y denunciados por víctimas y familiares, estos últimos implicados no pocas veces en los hechos.
Por violencia sexual infantil se entiende cualquier actividad realizada a un menor por una o más personas de cualquier edad, con el propósito de sentir placer sexual, con o sin consentimiento o penetración. Puede ocurrir violentamente o no, y hasta sin contacto físico, por medio de la fuerza o cualquier forma de coerción.

En el fondo, como en las demás situaciones de violencia y maltrato, subyace la desigualdad de poder entre la víctima y el agresor, lo que se aprecia particularmente en el provecho que obtienen los agresores de la menor edad e indefensión de sus víctimas.
Para algunos investigadores cubanos, las edades de mayor riesgo son, como promedio de 10 a 13 años.
Las secuelas derivadas de estas situaciones son diversas, a veces incluso de efecto tan prolongado como el abuso practicado, e incluyen desde problemas en la sexualidad hasta dificultades en la autoestima, la pérdida de confianza y otros trastornos más severos.
Entre un total de 25 pacientes recibidos en el Servicio de Atención a niños y niñas víctimas de abusos sexuales, del Cenesex, creado en 2005 con fines investigativos, los síntomas más frecuentes detectados fueron ansiedad, tristeza, pesadillas, tendencia a la distracción, inseguridad, necesidad de afecto, autoestima baja, agresividad e ideas suicidas, en ese orden.
La muestra, aunque no es representativa, ilustra cualitativamente y confirma algunos rasgos comunes descritos por la literatura y estudios parciales, comenta Artiles. Entre las víctimas, por ejemplo, hay más niñas que varones y el 64 por ciento del grupo pertenece a edades comprendidas en la infancia y la adolescencia temprana.
Los diagnósticos médicos también fueron conclusivos para niños, niñas y jóvenes abusados: trastornos del sueño, del aprendizaje y ansiedad, síndrome depresivo, déficit de atención, rechazo escolar, ideas e intentos suicidas y retraso mental.

Familia alerta
Aun cuando las investigaciones no definen un perfil único para víctimas y victimarios, aparece un denominador común en todos los casos estudiados por el Cenesex: las y los menores abusados pertenecen a familias disfuncionales.
Los resultados muestran que se trata de niñas, niños y jóvenes que vivían situaciones paralelas al abuso, como el abandono del padre, el maltrato físico y emocional, la violación, la falta de apoyo de la madre y el alcoholismo en el ámbito familiar.
Igualmente, se detectaron dificultades en la comunicación y necesidades afectivas no resueltas de padres y madres con hijos e hijas, así como el desconocimiento y la falta de información de los progenitores acerca de la sexualidad de sus hijas e hijos.
Entre los muchos mitos que acompañan a estos hechos cotidianamente, están aquellos relacionados con la persona abusadora. La idea general es que se trata de personas desconocidas y mal intencionadas, con problemas psiquiátricos. También suele estigmatizarse mucho la figura del padrastro, esa suerte de «padre sustituto» que se sigue viendo, entonces, como un extraño en casa.
«Sin embargo, el abuso sexual infantil es perpetrado por personas conocidas, cercanas y hasta de la propia familia, aquellos a quienes los niños y niñas aman y en quienes confían», precisa Artiles, la subdirectora del Cenesex.
A veces, incluso, no se trata sólo de personas adultas, también hay casos de otros familiares pequeños o jóvenes, pero de una edad mayor que la víctima, que ejercen el abuso sexual con su semejante, explica.
De los 25 casos recibidos en el Servicio de Atención a niños y niñas víctimas de abusos sexuales del Cenesex, tres fueron abusados por sus padrastros y el doble (seis) por sus padres. Como victimarios sólo tres fueron desconocidos. Entre padres, vecinos, otros familiares y padrastros, el 84 por ciento de los victimarios fueron personas cercanas, conocidas y de supuesta confianza.
La Habana, diciembre de 2006.-

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