Por Sara Más / saramas_2000@yahoo.com
Para llamar la atención de un público diverso y sensibilizar a jóvenes artistas frente a un problema tan naturalizado como la violencia que se ejerce a diario contra las mujeres, se juntaron una periodista, una académica, un pintor y cerca de 20 muchachas y muchachos de esta isla caribeña en la aventura de pintar un mural que, como obra colectiva y con los recursos del arte, ayudara a abrir los ojos ante el maltrato de género. Con entusiasmo desbordado y muchísimas ideas para llevar al lienzo, la obra quedó concluida en la tarde del sábado 12 de noviembre y acompañará a otras acciones de OAR durante la Jornada Cubana contra la Violencia de Género, incluido un concierto a favor de la equidad el 2 de diciembre.
La iniciativa del mural parte del Programa de Género y Cultura del Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero” y es resultado del trabajo de la profesora del Instituto Superior de Arte Danae C. Diéguez, la periodista Helen Hernández Hormilla y el artista plástico Ángel Alonso con jóvenes vinculados al Centro Experimental de las Artes Visuales “José Antonio Díaz Peláez”, en la capital cubana.
En la coordinación del Programa Género y Cultura de OAR participa también la periodista Lirians Gordillo y este cuenta con el apoyo de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude) y la Oficina Cultural de la Embajada de España.
Alain Santana de Armas, de 22 años ex instructor de arte, plasmó en el mural un personaje femenino que puede ser irreal, porque compone su galería personal de seres humanos que se mezclan morfológicamente con peces y aves. Pero a esta la distinguen colores ocres, muchísimos amarres en el cuerpo y una cámara antigás en la cabeza.
“En mis trabajos manejo mucho el tema de la violencia, porque estoy en contra de todos sus tipos y manifestaciones”, señaló a SEMlac.
Convencida de que “es difícil llevar al lienzo este tema con claridad, sin ambigüedades ni confusiones”, la joven Lisandra Tamayo, una de las pintoras participantes reconoció a SEMlac que hace falta pensar bien los colores, la composición, la forma, el destinatario y el mensaje.
“A veces el resultado no es tan bonito, nadie quiere ponerlo en la sala de su casa y no se vende, pero de lo contrario no puedes incidir en el problema”, señala Tamayo, de 23 años.
A ella se le ocurrió utilizar la imagen de una muñeca y otro estudiante del taller completó la idea al colocarle un collar de perlas roto. “No queríamos emplear una imagen negativa, violenta, aunque siempre hay que manejar algún elemento sugerente, porque de lo contrario la gente no se entera de qué estás hablando”, explicó.
Aunque ella, particularmente, no apeló a una figura humana, intentó configurar una idea clara: “que las mujeres somos a veces violentadas como mujeres, por el solo hecho de serlo”, apunta.
Siguiendo esa línea de pensamiento y dado el espacio limitado del lienzo, identificaron toda una franja horizontal para representar la parte negativa del asunto, sobre la cual se extendió la palabra violencia, explicó a SEMlac el artista plástico Ángel Alonso, también profesor en esta experiencia.
Pero luego voltearon de cabeza el lienzo y con él esa violencia reflejada, para cederle espacio a un paisaje de colores planos, más limpio y esperanzador, incluidas imágenes naturales y de personas. “Todo eso sin obviar la improvisación”, acotó Alonso, quien trabajó previamente con las y los jóvenes artistas de entre 13 y 25 años de edad.
Como antecedente se habían impartido dos talleres previos de reflexión, realizados los sábados 22 y 29 de octubre, enfocados a dotarles de herramientas para trabajar desde una perspectiva de género y para sensibilizar en el tema de la violencia contra las mujeres.
La primera parte de estos encuentros fue fundamentalmente teórica, sentó las bases del tema y permitió explicar los tipos y manifestaciones de la violencia, desmontar mitos, ganar conciencia sobre el problema, conocer los conceptos fundamentales del discurso de género e identificar vivencias al respecto.
Desde el punto de vista artístico, compartieron luego la confección, discusión y elección de ideas y bocetos.
“Una parte importante de este trabajo busca renunciar un poco al ego y al protagonismo que heredamos de la concepción occidental del arte, para diluirnos en una práctica social que puede ser más interesante y tiene mucho que ver con la horizontalidad que promete este proyecto, la propia teoría feminista y la concepción de un mundo más horizontal y con menos verticalidad e imposición”, sostuvo Alonso en entrevista a SEMlac.
La joven Lisandra cree firmemente que el arte puede ser una vía eficaz para llamar la atención de la sociedad. “Mucha gente sigue pensando que las mujeres reciben violencia porque la merecen o es culpa de ellas. Si al menos con el arte logramos crear la duda, poner a pensar, ya habremos hecho algo importante”, asegura.
En su caso particular, se interesó por el tema hace ya algún tiempo, a partir de sus vivencias cotidianas en la capital cubana, a donde llegó desde Bauta, poblado rural de la provincia aledaña. Tamayo se mudó a Centrohabana, una céntrica barriada capitalina, y pagó arrendamiento más cerca de su escuela, cuando decidió estudiar pintura.
Allí conoció las necesidades económicas, el hacinamiento, vio la prostitución y la violencia contra las mujeres. “En un solo día encontré lo que nunca en mi vida había visto en la tranquilidad de mi casa familiar en el campo: tres mujeres con el ojo amoratado por un golpe”, relata.
De historias que solo había conocido por películas y audiovisuales, pasó a la realidad más cruel de mujeres tan maltratadas, que no podían salir solas de su situación. “Me empecé a sentir indefensa en un mundo donde todo es más grande y más fuerte que yo, y decidí volver a mi casa, pero también me interesé por investigar estos temas”, agrega a SEMlac.
Leyendo supo que “la mujer es maltratada de muchas maneras y ello le ocurre, fundamentalmente, en su propia casa. Me fui dando cuenta de lo grave que es la situación”, reflexiona.
Fue inevitable para ella tratar el asunto el año pasado, en su trabajo de graduación escolar. Su obra, en tonos negros y grises, representa el rostro de una mujer en primer plano, situada en su casa. Por boca lleva una cremallera a medio abrir. “Quise transmitir la atmósfera oscura y a la vez dar a entender que a esa mujer alguien la controla y decide por ella si habla o no”, detalla.
Pero su visión no es para nada pasiva o contemplativa. “Quiero dar un mensaje positivo siempre, y por eso la luz se refleja en una parte de su cara y el ziper se empieza a abrir: ella está rompiendo con esa realidad y saliendo de ella”, expone.
Noviembre de 2011