Para la cubana Yolanda González Surela, cuidar niñas y niños ha sido un trabajo prácticamente a tiempo completo desde hace más de medio siglo. Esta maestra habanera de 84 años asegura ser feliz en su cotidianeidad rodeada de infantes.
Graduada de Pedagogía, mientras fue trabajadora estatal ejerció como maestra y formó futuros docentes, fue directora de escuelas primarias y llegó a coordinar la labor de los círculos infantiles (guarderías) en el municipio donde todavía vive y labora: Diez de Octubre, el más poblado de la capital cubana.
Pero fue al jubilarse, hace poco más de 10 años, que comenzó a cuidar bebés por cuenta propia.
«No pensaba hacerlo, pero mucha gente me dijo que, con mi experiencia, podría dedicarme a eso. Empezó siendo una cosa pequeña pero he llegado a tener 21 niños a la vez, lo que es casi un verdadero círculo infantil», cuenta en entrevista con SEMlac.
Para ella, ha sido un proceso de «construcción que ha avanzado poco a poco, siempre en la casa y con el apoyo de la familia», confiesa, mientras sonríe a una pequeña de unos tres o cuatro años que se acercó a la sala durante la conversación y se acomodó con confianza a su lado.
Entre lo estatal y lo privado
Aún con experiencias probadas tanto en el ámbito del empleo laboral como en el privado, a González Sureda le cuesta establecer con claridad las diferencias, y sobre todo las virtudes y defectos, entre los círculos infantiles y las guarderías por cuenta propia.
«Es difícil de determinar. En primer lugar, creo que tiene que ver más con quién dirige el trabajo. En muchos lugares privados el personal no es estable, la gente entra y no conoce cómo es el trabajo, cuáles son los cuidados y después encuentra otras posibilidades y se va. Pero si la persona que dirige está preparada y se mantiene, no es grave el problema.
«En mi caso, aunque no siempre he tenido a las mismas personas trabajando, se ha mantenido la atención; también porque es un lugar más pequeño, hay menos niños», reflexiona.
Para González Surela, en el caso de los círculos estatales se requiere de muchos más recursos y de muchas más personas para poder atender diferenciadamente a cada niño, además de la habilidad de la persona que lo dirige para encaminar las cosas.
«Hay que abrir el círculo bajo cualquier circunstancia; si no hay agua, por ejemplo, hay que buscar alternativas; si falta una ‘seño’ (cuidadora) hay que unir dos grupos, pero no se puede dejar de atender a los niños y, por lo general, son matrículas más grandes. Manejar un círculo estatal es difícil y a veces se sufren las consecuencias de una mala organización. Los privados tienden a ser más pequeños y más fáciles de manejar», ratifica a este servicio.
Entonces, ¿tiene mayores ventajas el cuidado por cuenta propia?
Hay un grupo de particularidades, pero creo que no se pueden establecer ventajas absolutas entre una y otra alternativa, porque la mejoría no depende de si el lugar es privado o estatal, sino de quien lo dirige o de cómo se organiza.
Hoy mismo estuvo aquí una muchacha con su hijo y me contó que había tenido que sacarlo de cuidadoras y también del círculo, porque había encontrado problemas de higiene, tanto en uno como en otro lado. Con los niños hay que cumplir un grupo de normas, de cuidados y muchas veces la gente no tiene esa precaución. Y también hay que tener sensibilidad, y eso no depende de si el lugar es privado o particular.
Yo tengo aquí una niña que es muy majadera; inteligentísima, pero majadera. El papá se fue para México, la mamá es dirigente en un banco y a ella la trae el abuelito y llegan siempre tarde, como a las 11 de la mañana, pero yo la admito, algo que en el círculo no se puede hacer.
Pero si esa familia tiene problemas, ¿cuál es mi tarea? Intentar ayudar y educar a la niña. Entonces hablé con su abuelito y me contó que la madre había tenido descoordinación con los horarios y está sola cuidando a la hija. Hay que entender, pero también hay que lograr que la niña llegue temprano. Entonces, la persona que tiene que conversar con la madre esos problemas tiene que ser sensible. Y ese trabajo no es fácil.
¿Cuáles son las principales dificultades que usted ha enfrentado?
Tienen que ver con crear las condiciones para este tipo de trabajo, algo que hemos ido haciendo poco a poco. Otras son las mismas dificultades que tiene todo el mundo en su casa.
Tenemos un grupo de exigencias, de normas de higiene, y para cumplirlas hay que ir a comprar lo necesario en las tiendas en divisas y eso a veces se dificulta. Yo he tenido que ir hasta La Habana (al municipio de Centro Habana) para conseguir papel higiénico porque a los niños hay que limpiarlos con papel higiénico, por poner el ejemplo más sencillo.
¿Y la parte educativa? ¿Cómo se enfrenta este tema en el cuidado privado?
El principal problema es que las cuidadoras por cuenta propia no tenemos ninguna orientación. Yo me defiendo porque trabajé toda mi vida en esto. Existen orientaciones sobre cuánto se cobra, cuántos niños uno tiene, cómo debe ser la higiene, pero en el asunto educativo, de la formación, nadie viene a preguntar y mucho menos a dar orientaciones o preparación sobre cómo hacerlo.
Aquí, yo, personalmente, imparto una especie de docencia más organizada desde la mañana hasta el mediodía, y por la tarde sí dejamos que los niños jueguen. Los más pequeños solo juegan y con los más grandes hacemos pintura, modelado, etcétera.
Además, garantizamos una educación menos tangible que tiene que ver con que aprendan a compartir, con que no se establezcan diferencias entre ellos. Por ejemplo, todos usan las mismas mesas, los mismos jarros, comen en bandejas, aunque la comida es la que traen los padres y nosotros solo calentamos. Pero es importante que no se establezcan diferencias entre ellos, que haya alguna uniformidad.
¿Ha tenido niños con necesidades especiales? ¿Cómo es el trato en esos casos?
Tuve dos autistas, se incorporaron con dificultad, pero lo hicieron. Pero en aquellos momentos todo el mundo estaba en función de ellos, de que encajaran. No es que logramos que se curaran, pero al menos se incorporaron al grupo y eran felices.
Un día en la vida de Yolanda
Dos cuartos de la casa de Yolanda González, la sala y el patio son de dominio exclusivo de niñas y niños con sus dos cuidadoras. Pero las risas y los gritos suenan por todas partes y resulta evidente que las rutinas familiares de estas familias han cambiado mucho en la última década.
En la mañana, una «seño» recibe a los niños y garantiza que los padres dejen las pertenencias de pequeñas y pequeños en la taquilla individual que tienen asignada. Así arranca una jornada que a veces suele tornarse larga.
La entrada está establecida a partir de las siete y media de la mañana, pero algunos llegan más temprano. Las cuidadoras, entonces, los separan en dos áreas: una para los bebés más pequeños; otra para niñas y niños más grandes. Muy temprano ven muñequitos; luego, cuando el grupo se completa, tienen las actividades docentes.
Cuando todas las «seños»‘ llegan «se arregla el patio, se ponen las mesas y los manteles y les ofrecen su almuerzo o su merienda. Por las tardes el tiempo es para los juegos porque no hay horario de salida y es muy difícil coordinar actividades para todos», relata Gonzáles Surela.
Para esta experta maestra, un asunto de atención permanente es el tema de la seguridad de su pequeño grupo de infantes.
«Aquí no entra nadie que no sea conocido, ni tampoco le entregamos el niño a cualquier persona. Todo el mundo sabe cómo son las cosas y no puede haber ningún extraño porque nosotros tenemos una responsabilidad con respecto a esos niños», asevera con seriedad.
«Imagínate que para admitir a los niños les pedimos a los padres que llenen una planilla donde identifican a los principales familiares que están a cargo, las enfermedades que puedan padecer, si hay algún problema en la casa, o si los padres están separados y hay conflictos entre ellos, todo para no equivocarnos y garantizar que esta no sea una zona de riesgo», agrega.
«Lo más importante, además de la protección de los niños, es su educación, de tal modo que no solo permanezcan aquí hasta que tengan edad para entrar al preescolar, sino que vayan formándose. Cuando llegan a la primaria no tienen tantos problemas porque vienen de dinámicas organizadas, similares a las de la escuela, y saben qué es la disciplina», sentencia.
«Me gustan mucho los niños; cuando ya están en la escuela pasan por aquí, entran, saludan, me tienen cariño a mí y a las ‘seños’ y eso me encanta. Soy feliz», insiste la maestra.