Redes sociales y diversos espacios de la sociedad cubana se abren al intercambio sobre el anteproyecto de un nuevo Código de las Familias, de reciente publicación, que será sometido a debate popular el próximo año para su posterior votación en referendo.
Entre defensores que reconocen su carácter avanzado e inclusivo y detractores en sectores fundamentalistas y conservadores, la propuesta jurídica ha encontrado el respaldo de la plataforma colaborativa de inspiración religiosa Voces Ecuménicas, que el pasado 3 de noviembre abrió un ciclo de debates bajo el título «Una mirada al Código de la diversidad familiar en Cuba», en su canal de Telegram.
La iniciativa forma parte de la campaña “FamiliaS: hasta que el amor sea ley”. En una primera temporada, se enfocó en presentar la diversidad de familias presentes en la realidad eclesial cubana y ahora continúa para facilitar el diálogo sobre la nueva norma jurídica, precisó Dora Arce Valentín, pastora de la iglesia presbiteriana reformada en Cuba y moderadora de ese primer espacio.
Para la psicóloga Patricia Ares Muzio, profesora consultante de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y una de las invitadas al debate, un primer paso importante será pasar del Código de la Familia, hoy vigente, al de las Familias, en plural.
No se trata de un cambio de nombre solamente, explicó, sino de reconocer, dar visibilidad y protección jurídica a los distintos tipos de familia que existen más allá de la nuclear, como las monoparentales o de progenitor único; las reconstituidas o re ensambladas, resultado de nuevos matrimonios o emparejamientos; o las extensas, expuso como ejemplos.
“Para la población cubana, la familia es una red de ascendientes, descendientes, colaterales, vecinos, emigrados y otras variantes que determinan configuraciones familiares complejas”, señaló.
De ahí la necesidad de entenderla desde su pluralidad, heterogeneidad, diversidad y singularidad, lo que lleva a romper con las visiones restringidas de un modelo único tradicional nuclear, que no es el más relevante, dijo, de acuerdo con las tendencias actuales y formas de organización de estos grupos humanos.
Miradas adentro
De acuerdo con datos del último Censo de Población y Viviendas de 2012, citados por Arés, las familias monoparentales representan el 29,9 por ciento y superan en importancia a las nucleares biparentales, que son solo el 14,2 por ciento.
Del total de las monoparentales, además, solo 5, 4 por ciento corresponde a padres y el resto, en abrumadora mayoría, tiene solo a mujeres. Otra cantidad considerable son familias extensas, constituidas por varias generaciones.
Respecto al censo anterior, de 2010, se aprecia igualmente un incremento de hogares unipersonales de la tercera edad, sobre todo de mujeres, como resultado de su sobrevida respecto a los hombres y de la emigración de hijos e hijas. “Son mujeres solas que quizá se estén preguntando ahora mismo: ‘¿quién cuida de mí?’, o estén necesitando ayuda y políticas sociales”, reflexionó.
En la actualidad se han ido creando familias matricéntricas, con un incremento de jefatura femenina, donde las tareas domésticas y de cuidado las desempeñan, fundamentalmente, las madres y las abuelas.
A juicio de Arés, esa realidad puede interpretarse como un empoderamiento femenino. Pero, a la vez, “muestra una sobrecarga de tareas y funciones, una opresión de segundo orden, un techo de cristal que impide a muchas mujeres alcanzar responsabilidades políticas y sociales, o las lleva a renunciar a su vida laboral para cuidar a un anciano o a un nieto”.
En ese sentido, resaltó que el proyecto del nuevo código visibiliza las necesidades de quienes cuidan y de esas mujeres sobrecargadas por el trabajo de cuidado, así como su protección, entre otras realidades.
Las investigaciones de familia dan cuenta también de que, en todas estas configuraciones, se observa el distanciamiento del padre biológico, a partir del incremento de los divorcios y las separaciones, comentó la experta.
Sin embargo, la nueva propuesta jurídica visibiliza la necesidad de potenciar la presencia de la paternidad en figuras como la custodia compartida después del divorcio, o el reconocimiento del derecho de algunos padres afines, suplementarios o sustitutos del padre biológico, agregó.
“Conlleva legitimar y visibilizar nuevos derechos y realidades que no eran visibles y, actualmente, en la práctica, se mantienen en cierto limbo jurídico, por no tener técnicamente protección legal”, comentó.
Entre otras tendencias de cambio en el panorama familiar cubano, la especialista aludió a la existencia de menos niños, niñas y jóvenes que adultos y adultos mayores, la presencia de hogares de ciclos vitales tardíos, un tránsito de la familia conyugal a la intergeneracional o parental y la convivencia de varias generaciones en espacios reducidos, lo que genera altos niveles de negociación, complejidad y a veces conflictividad y situaciones de violencia, que es necesario visibilizar y encontrarle protección legal.
Una norma más justa y flexible
En opinión de Arés, el anteproyecto del nuevo Código de las Familias acepta, reconoce y respeta la diversidad de familias existentes, que exigen un nuevo marco legal y social, buscando normas más flexibles.
“Este nuevo ordenamiento jurídico responde no solo a las familias que tenemos, sino que también se proyecta a las que aspiramos; y por eso decimos que tiene un sentido pedagógico, nos está ofreciendo una nueva comprensión de lo que significan las verdaderas esencias familiares, más allá de su estructuras, que son las relaciones socioafectivas”.
La experta remarcó que la diversidad sexual está inmersa en la diversidad familiar y reconoció que, aunque existe un respeto cada vez mayor hacia la primera, todavía no se responde con igual apertura hacia la segunda, una apreciación que se sustenta más en argumentos fundamentalmente morales, religiosos e incluso políticos y mucho menos en las evidencias científicas.
Muchas investigaciones muestran que el desarrollo infantil y psicológico de un niño no está dado por la estructura familiar, sino por cómo las personas adultas le prodigan cuidado, protección y afecto. “Tiene más que ver con el manejo familiar y el cumplimento de las funciones, que con su estructura y mucho menos con la orientación sexual de los padres”, sostuvo Arés.
La normativa propuesta introduce también una visión horizontal, en la cual tanto el matrimonio como la unión de hecho se convierten en hechos fundantes de las diversas constelaciones familiares, en un trato igualitario, agregó Leonardo Pérez Gallardo, profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana y presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia de la Unión Nacional de Juristas de Cuba.
Destacó que en su redacción se ha cuidado el lenguaje inclusivo y, en referencia a los primeros grupos de edades, hace énfasis no solo en niñas y niños, sino también en las adolescencias, porque conecta con el principio de autonomía progresiva.
Igualmente hace referencia a la diversidad y la pluralidad en sectores tradicionalmente vulnerables, personas con discapacidad, adultas mayores, así como hombres y mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, agregó.
El jurista abundó en que la nueva norma apuesta por una guarda compartida, a partir de que la Constitución de la República establece el principio de la corresponsabilidad familiar.
“La ruptura de vida en pareja no implica ruptura de vida parental”, reflexionó y llamó además a visibilizar a madres y padres afines, quienes tienen un valioso papel en la educación y alimentación de hijas e hijos.
Reconoció, no obstante, que existen sectores conservadores y resistentes al cambio, entre los cuales se incluyen algunos operadores del Derecho. “Los juristas tenemos necesidad de adaptarnos al cambio y recepcionar lo que ocurre en la realidad, para darle protección jurídica”, señaló.
Entre otros valores, resaltó que el anteproyecto del nuevo código tiende a la horizontalidad en las relaciones familiares, sin perder sentido de respeto y criterios de orientación. No tiende a ocultar, sino a desbiologizar los vínculos familiares. Se sustenta, sobre todo, en los afectos.
Desde su experiencia de mujer negra, lesbiana y cristina, hija de madre y padre proletarios y tataranieta de un cimarrón, la joven Yuliet Villares Parejo, lo consideró una esperanza.
La editora del periódico Invasor de la provincia Ciego de Ávila, a unos 420 kilómetros de La Habana, equiparó la propuesta con el Antiguo Testamento, por intentar eliminar los privilegios y favorecer a quienes han sido marginalizados por un sistema de relaciones incompatible con la dignidad de todas las personas.
“Estamos definiendo, aunque muchos no lo crean, una Cuba que se parezca más a nuestras vivencias y menos a un papel”, sostuvo.
Partidaria de que el mejor modelo de familia es el que se hace con amor y desde la dignidad, Yuliet abogó, desde su experiencia de fe, por un país que ponga en lo más alto a la mujer y respete las orientaciones e identidades sexuales. “Una Cuba radicalmente inclusiva, así como lo es Jesús”, aseguró.