Por Sara Más / saramas_2000@yahoo.com
La participación ciudadana y la construcción colectiva, sin exclusiones, son vitales en la conformación de las directrices y políticas culturales con un enfoque de género. Así lo identificaron especialistas y asistentes al habitual espacio de reflexión “Mirar desde la Sospecha”, que tuvo lugar en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en la capital cubana, el jueves 8 de septiembre.Convocado por el Programa de Género y Cultura del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, con el apoyo de UNEAC y la colaboración de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo (Cosude) y la Consejería Cultural de la Embajada de España en La Habana, el debate se dedicó al tema “Políticas culturales: ¿con enfoque de género?”
“Es importante que las políticas no nazcan de la imposición”, señaló la periodista Isabel Moya, porque entonces quienes tienen la responsabilidad de aplicarlas no las entienden y las ejecutan arbitrariamente o de forma no siempre coherente.
La también coordinadora de la Cátedra de Género y Comunicación “Mirta Aguirre” destacó el valor del los debates incluyentes, desde todos los espacios. “Para que las políticas de verdad sean una guía, tienen que salir también de un consenso, de un debate, y de irlas entendiendo como práctica”.
Abundó sobre la necesidad de tener en cuenta la categoría género, nacida del feminismo, que llama a cambiar la manera en que se han construido socialmente la feminidad y la masculinidad, pero que también alude a transformar la sociedad y sus instituciones, ancladas en viejas concepciones y preceptos patriarcales.
“El género es transgresor porque pide revisitar todo el conocimiento anterior, que ha sido edificado desde los presupuestos, las vivencias y las concepciones masculinas”, precisó la profesora universitaria.
A las condiciones de ser hombre y mujer se agregan otras como ser negro blanca, con capacidades especiales, con más o menos riquezas, entre otras vivencias humanas. “Hoy no se puede hablar de socialismo, de democracia o de participación si no están presentes esas aproximaciones más plurales a las personas”, sostuvo.
“Estamos necesitados de ese intercambio y ese debate, para que cada cual exponga su punto de vista”, dijo Moya, quien reiteró la necesidad de desarrollar audiencias críticas, más aun cuando los nuevos soportes digitales establecen otras formas de distribución y consumo de los productos culturales.
Para el investigador Lázaro Rodríguez Oliva, del Centro de Estudios Culturales Juan Marinello, es importante que las políticas rompan con la visión de la cultura como accesorio y se entienda su relación con la construcción de significados culturales alrededor de la vida social.
“No se trata solo de lo estatal, aunque lo incluye; lo público implica un proceso de concertación y de gestión compartida, donde el Estado tiene un liderazgo y también los grupos participan de manera corresponsable en su gestión y evaluación, y a través de la concertación y la búsqueda de metas compartidas”, señaló.
En opinión del investigador, una política pública de cultura tiene que reforzar las relaciones con lo público y también con los ciudadanos que participan en un proyecto colectivo de política. “Esto es algo que realmente no hemos logrado desarrollar, en el caso de las políticas culturales”, reconoció.
Una rápida indagación entre las personas asistentes al debate identificó como vías para promover el enfoque de género en las políticas culturales, en primer lugar, la construcción colectiva, sin exclusiones, de las directrices y políticas que se establezcan, seguida del criterio de que haya más mujeres en la toma de decisiones en el sector artístico.
En orden de prioridades señalaron, además, la creación de políticas de discriminación positiva y que más mujeres accedan a profesiones artísticas habitualmente asignadas a hombres.
Como propuestas emergieron la necesidad de incluir una mirada transversal y con perspectiva de género en las instituciones culturales, la elaboración de productos culturales antipatriarcales y la promoción de la igualdad y la participación democrática en la gestión de las instituciones culturales.
También, el establecimiento de canales ágiles de flujo de información y sugerencias, el desarrollo de debates a diversas instancias, la capacitación sobre estos temas y la participación de mujeres y hombres en la toma de decisiones.
Para Rodríguez Oliva, lo que se ha dado en llamar “acciones de discriminación positiva” y que prefiere nombrar como “de focalización incluyente” es justamente “la responsabilidad política de generar mecanismos de inclusión, que significan oportunidades de capacitación, recursos humanos y financiamiento a los grupos que están en desventaja”.
En el caso de las mujeres, explicó Moya, se asume en ocasiones como “acciones afirmativas de carácter temporal” que “lamentablemente, se han reducido y esquematizado a veces a la política de cuotas”.
A su juicio, ello entraña el peligro de que las mujeres elegidas no estén preparadas para el cargo, “estén allí por la cuota, y al final reafirman la idea que ellas no sirven para eso”.
Aboga entonces por crear espacios para la realización, reconociendo las diferencias, pero dándoles a las personas la oportunidad de estar en el espacio que quieran, de acuerdo también con sus propias potencialidades.
“Por eso hay que hablar de igualdad de derechos, de posibilidades y de oportunidades, respetando las diferencias, a la hora de construir espacios para a inclusión”, subrayó.
Aludió, además, al desafío que significa para las políticas públicas asumir lo institucional y lo no institucional, que proviene de los llamados movimientos reivindicativos. “Es una batalla que debemos dar en todos los espacios, desde el Parlamento hasta la academia, en las organizaciones y los debates que emergen”, señaló.
Septiembre de 2011