Virgilio Piñera: Tensiones del Eros en la nación cubana

Por Helen Hernández Hormilla / hormilla@gmail.com/ Foto: SEMlac

Sumido en períodos de invisibilidad, polémica, censura y adoración ha transitado Virgilio Piñera (1912-1979) por el canon cultural cubano. Pese a ser el autor de una de las obras literarias más significativas del siglo XX en la isla, su condición homosexual le llevó a sufrir el peso de los prejuicios latentes en diversos espacios sociales y artísticos.

«No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, me enteré de tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás las mismas. Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte», escribió Piñera en su autobiografía Vida tal cual. La tríada marcó su existencia y proyección literaria desde sus primeros vínculos con el grupo de la revista Orígenes, en la pasada década del cuarenta, del que luego se desgaja para fundar, junto a José Rodríguez Feo, Ciclón, una publicación mucho más abierta a la diversidad de estéticas y moralidades.

Según el teatrólogo Norge Espinosa, la poesía, ensayística y visión esencialmente crítica del rol del intelectual le granjearon a Piñera «guerras y enemigos que, aún después de su fallecimiento, siguen recordándolo en términos de conflicto».

Resucitar a Virgilio como un cuerpo incómodo, complejo y, al mismo tiempo, gozoso, ha sido para el investigador punto de inspiración de las múltiples actividades que, con motivo de su centenario, van teniendo lugar en la isla.

Además de publicar sus obras completas y realizar un coloquio internacional dedicado a la fecha, el próximo agosto, durante 2012 se han sucedido paneles, estrenos teatrales y publicaciones temáticas para homenajear al memorable dramaturgo de Electra Garrigó, Jesús y Aire frío.

Durante las actividades celebradas en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) como parte de la V Jornada Cubana contra la Homofobia, este mes de mayo, un grupo de estudiosos profundizó en las relaciones entre la sexualidad y el proyecto de nación presente en la literatura de Piñera.

En diálogo con SEMlac, Espinosa reconoció la condición visionaria de lo escrito por Virgilio, quien dejó escasos puntos sin explorar acerca de lo cubano, desde un enfoque siempre crítico e implacable «con los atavismos que nos impedían expresarnos desde una dimensión más honda, cabal y auténtica».

Fue uno de los autores más afectados por la política cultural heterosexista que primó en el país luego del triunfo de la Revolución y, sobre todo, en la pasada década de los setenta, debido a lo cual se apartó de los predios literarios públicos.

Solo una década después de su muerte se fue reconociendo a cabalidad la impronta renovadora de su obra en las letras y la escena nacionales.

«Virgilio es el escritor anticanónico por excelencia», comentó a SEMlac el investigador Abel Sierra Madero, autor del libro Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana.

A su juicio, la carne, el miedo y la isla son símbolos que todo el tiempo recorren la obra del escritor, para quien la ciudad se convirtió en una especie de clóset o claustro del que finalmente no se pudo sustraer.

Según Espinosa, la homosexualidad fue parte de la naturaleza de Virgilio y, por tanto, puede ser leída como señal en su literatura. Si bien fue cauto en el empleo abierto de la temática, no dejó de acercarse a ella cuando lo creyó necesario en textos poéticos, ensayísticos y narrativos.

Marcas de esa intencionalidad pueden hallarse en la pieza de teatro Clamor en el penal, en la cual presenta una relación homosexual en el contexto carcelario; en poemas como «La gran puta»; en su autobiografía, que traza un perfil del ámbito gay urbano de la época; en los cuentos «La Caída» y «Fíchenlo si pueden», entre otros textos.

David Leyva, autor del libro Virgilio Piñera o la libertad de lo grotesco, asegura que con este escritor existe un antes y un después en el tratamiento de la homosexualidad en la literatura cubana, pues abre puertas a escritores como Reinaldo Arenas, Calvert Casey, Abilio Estévez y Severo Sarduy.

«Él tenía el don de lo natural, decía las cosas directamente sin tapujos ni prejuicios», señaló.

Pero, al decir de Espinosa, también existen síntomas que nos dejan leer varios de sus mejores personajes como seres al margen de la sexualidad normada: Orestes de Electra Garrigó, el Oscar y el Freire que deslumbra a Luz Marina Romaguera en Aire Frío.

«Con el tiempo, la madurez le permitió a Piñera reciclar esos códigos, ser portavoz de una manera más elusiva pero también más inteligente, de llegar a esos límites para, como en «La gran puta», traspasarlos y dejarnos sin aliento», confirmó.

Un hito en este sentido lo marcó, en 1955, la publicación de Ballagas en persona, un ensayo que rompe con el tratamiento prejuicioso de la figura homoerótica en la literatura cubana y reclama su inclusión en el relato nacional.

Virgilio reivindica en estas páginas la homosexualidad del poeta cubano Emilio Ballagas, en tanto elemento que condiciona su escritura, y que Cintio Vitier pasa por alto en el prólogo de la obra poética del autor de «Elegía sin nombre», publicada ese mismo año.

Según destaca Sierra en el libro citado, este texto pronuncia por primera vez en la prosa cubana el término homosexual, sin tapujos y sin la carga escatológica y peyorativa de la retórica científica.

Releer a Virgilio en la Cuba del siglo XXI lo posiciona como precursor de impostergables demandas en cuanto al reconocimiento de los derechos sexuales.

Sierra considera como ganancia el sarcasmo de su prosa y la lectura grotesca de la realidad, a fin de adentrarnos en las complejidades de la naturaleza humana.

«Arrancar los velos que cubren los ojos de tantos, despojar a ese cuerpo nacional de una tradición encubridora y retardataria, escasamente progresiva en términos de libertades y desenmascaramientos sin los cuales nunca llegaremos a la médula de lo que ese propio cuerpo genera como verdad y discurso», aparecen para Espinosa como aportes de Piñera.

«Es un poeta que, a 100 años, renace en el cuerpo de sus propios versos y, como en ellos, se reconoce isla, deseo, palabra», resumió.

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