Intimidación, castigo, burlas, humillación, tratos degradantes, acoso, maltratos físicos y abusos sexuales son algunas de las variantes en que se expresa la violencia escolar. Aunque no existe una investigación nacional en Cuba que defina la magnitud de este problema en la isla caribeña, especialistas e investigaciones coinciden en que se trata de un asunto vigente dentro y fuera de las aulas, que es necesario atender.
«Puede ser ejercida por estudiantes, docentes u otros miembros de la comunidad educativa y ocurrir en el interior de la escuela, en sus dependencias, en el camino de la escuela, con motivo de actividades extraescolares y más recientemente mediante el uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs)», detalla Yohanka Rodney, doctora en Ciencias Pedagógicas y profesora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de La Habana.
En entrevista a SEMlac, Rodney explicó, además, que estas formas de violencia se pueden manifestar durante el cortejo, las relaciones de pareja, las relaciones entre pares, entre adultos, y entre adultos y estudiantes.
«La violencia de género es resultado de la desigualdad de género, los estereotipos y los papeles de género impuestos por la sociedad patriarcal, que están presentes en el currículo actuante y oculto de diferentes formas, también en los espacios educativos», sostiene la experta.
Pero no se expresa solo en las relaciones interpersonales. En su opinión, se vincula a todos los actos discriminatorios cometidos contra mujeres, niñas, niños y adolescentes, que tienen como base la diferenciación sexual.
Lo mismo puede identificarse en la asignación de roles tradicionales a uno u otro sexo, que en el contenido sexista de los textos escolares y materiales didácticos, agrega. Incluye, además, las agresiones por identidad de género y orientación sexual.
Un estudio realizado por la Cátedra de Género, Sexología y Educación Sexual de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de La Habana, entre 2014 y 2016, arrojó que las situaciones de violencia de género se producen en el ámbito de las relaciones de pareja y en el grupo de pares.
La exploración entre 233 estudiantes (174 muchachas y 59 muchachos) de cinco facultades constató, además, que la violencia verbal y la física son las prácticas más comunes.
Como dato significativo, Rodney apunta que los varones reconocieran la violencia económica entre las formas que más les afectan.
Además, se identificó que un alto número de docentes carece aún de las herramientas más efectivas para enfrentar las distintas formas de violencia mediante los procesos de educación de la sexualidad con enfoque de género.
A la par, se verificó que la totalidad de las y los estudiantes participantes eran portadores de mitos y estereotipos de género, que condicionan la violencia contra sus pares y adultos en sus diversos contextos de actuación, incluyendo las escuelas en las que ya realizan actividades educativas.
La gran mayoría de estudiantes de ambos sexos que participaron en el estudio reconoce las formas de violencia asociadas a la agresión verbal y física más comunes y evidentes, como golpes, castigos, otras formas de maltrato físico, gritos, frases ofensivas y otras.
En cambio, desconocen todas las restantes manifestaciones de la violencia de género; 36,8 por ciento de las alumnas identifican la violencia psicológica en situaciones de machismo extremo, cuando son humilladas por sus parejas.
Luego del trabajo en talleres, 83 por ciento de las estudiantes y 92 por ciento de los varones reconocieron que han utilizado diversas formas de violencia –que ya identifican– sobre personas de ambos sexos, sea en el ámbito familiar, de pareja, con sus pares y también con sus estudiantes, en el contexto escolar.
Del mismo modo, 93 por ciento de las alumnas y 84 por ciento de los alumnos tomaron conciencia de que, con frecuencia, han sido víctimas de diversas manifestaciones de violencia que antes no reconocían, en particular la psicológica y otras, cuando se les discrimina en su vida de pareja, familiar y social.
La violencia sexista en el escenario escolar tiene múltiples efectos, alerta la psicóloga Kenia Lorenzo Chávez.
Una de sus consecuencias más peculiares es que excluye a las víctimas de espacios de socialización educativa, con efectos negativos en el aprendizaje social y académico, subraya en entrevista a SEMlac.
Igualmente afecta a victimarios y victimarias, apunta, quienes desarrollan estrategias de agresión que muchas veces suelen ser sofisticadas. «Estos mecanismos consumen tiempo y energía, con lo cual desvían del foco de su atención del aprendizaje académico, con implicaciones negativas para el rendimiento escolar», asegura Lorenzo Chávez.
Desde los procesos educativos y la gestión escolar también se ejerce la violencia simbólica, añade, «una de las menos visibles y más dañinas», explica a SEMlac.
«Las imágenes, frases y contenidos académicos que refuerzan los aportes de los hombres, minimizan los de las mujeres y refuerzan estereotipos de género van naturalizando desde la infancia los comportamientos, costumbres y normas en los que se sostiene el poder patriarcal», argumenta.
Especialistas alertan también acerca del ciberacoso, asociado al uso de las nuevas tecnologías, los celulares y la presencia en las redes sociales, más evidente a partir del nivel medio de enseñanza.
«Para las familias y el personal docente en Cuba, esta es una práctica relativamente nueva, difícil de identificar y por tanto difícil de erradicar, si no se logra ‘leer’ las señales emocionales que pueda estar trasmitiendo el o la adolescente afectada, en términos de angustia, preocupación, miedos, etc.», comenta Lorenzo Chávez a SEMlac.
La escuela, donde transcurre una buena parte del día de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, está llamada a tener un papel más activo frente a todas las expresiones de violencia sexista, a juicio de Rodney, quien otorga un papel clave al personal docente.
En ese camino, propone un trabajo más sistemático para desechar los conceptos tradicionales de la masculinidad, «contrarios a las relaciones de respeto, igualdad, equidad y autonomía» que deben primar entre los seres humanos.
Aboga también por «potenciar la resistencia a presiones sociales como las burlas, el aislamiento, la descalificación» y propone «desarrollar nuevos modos de ser y hacer que lleven a convivir en igualdad, con valores y sentimientos compartidos».