Por Dayneris Mesa Padrón
Amalia Gómez Marcheco, Amy, como recalca en su perfil de Facebook, es una emprendedora de la tecnología con enfoque de género.
La joven, graduada de Ciencias de la Computación en la Universidad de La Habana e integrante del proyecto Delta (Show humorístico de ciencia y tecnología), es fundadora de Sigma.
Este es un proyecto diseñado para promover la inclusión de las mujeres en el estudio de las carreras universitarias de ciencia y tecnología, y elevar su participación en iniciativas de esta índole.
Mujeres Emprendedoras conversa con Amalia sobre detalles de Sigma y su visión en cuanto a las mujeres en el desarrollo tecnológico.¿En qué circunstancias surge Sigma?
El proyecto comienza en agosto de 2016, gracias a que la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana tiene una larga tradición de proyectos y eventos sobre socialización de la ciencia.
Desde que comencé la universidad, Fernando Rodríguez (profesor de la facultad, director del proyecto Delta) se encargaba de organizar y dirigir gran parte de estas actividades.
Él y un grupo de muchachos ya habían fundado el Proyecto Delta, al que me uní un año después.
Fernando y yo habíamos estado discutiendo sobre cómo mejorar la formación vocacional en los preuniversitarios y entonces le dije que quería hacer algo con un enfoque de género, a raíz del pequeño porcentaje que representan las mujeres en las carreras de ciencia y tecnología.
Estaba en 4to año de Ciencias de la Computación y la presencia femenina en mi año de la carrera era de menos de 20 por ciento. Hay una corriente mundial por la inclusión de chicas en STEM (disciplinas académicas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) muy fuerte y quería que nos sumáramos a ella, pues en Cuba no existía ningún proyecto de este tipo. Creo que aún somos el único.
¿Quiénes intervienen en él?
Sigma es un proyecto sin fines de lucro. En nuestras actividades participan muchos voluntarios, en su mayoría profesores y estudiantes de la facultad de Matemática y Computación (MatCom).
Fernando y yo organizamos casi todas las actividades desde el punto de vista logístico y de coordinación. Además, el Proyecto Delta es el principal patrocinador de Sigma. Otros miembros que participan en casi todas las actividades: David Darias y Pedro Quintero, profesores de MatCom; Claudia Paredes; Laila Gonzalez, Rocío Cruz Linares, Jose Gabriel Rios… en general, alrededor de 10 personas con las que contamos de manera casi permanente para todos los eventos.
¿Qué papel juegan las mujeres?
Que tengamos un enfoque de género no significa que el proyecto solo esté destinado a mujeres; es para todas las personas.
Tratamos de empoderar la figura femenina de varias formas: cuando damos charlas sobre carreras de ciencias, estas están protagonizadas por muchachas estudiantes o egresadas de la facultad.
La presencia femenina ayuda a romper el esquema de que estas carreras son solo para hombres. El equipo de trabajo es mixto y la cantidad de personas por género bastante equilibrada, así que cada vez que organizamos eventos, como ferias de ciencias o exposiciones, la presencia femenina y masculina es notada por igual.
¿Qué alcance tiene?
Ahora mismo creo que el alcance es provincial, queremos que sea nacional, pero un proyecto sobre tecnología requiere muchos recursos que no tenemos, vamos escalando despacio; pero ahí vamos.
¿Quiénes lo apoyan?
Todo el que lo conoce. Desde el primer momento nos apoya la Universidad de la Habana, también para determinados eventos hemos recibido colaboración de los Joven Club, de la Unión de Jóvenes Comunistas, de la Universidad de las Ciencias Informáticas, de la Organización de Pioneros José Martí, algunos actores en el sector privado, como DEUS, Negolution, ArtPrint…
Hemos organizado muchos eventos y en todos hemos tenido gente y organizaciones que se han acercado a ayudar. Por ejemplo, en la última «hora del código» que hicimos, en diciembre pasado, el equipo de Google en Cuba dejó ese día un doodle de un mini juego para aprender a programar en Google.cu, para que pudiéramos usarlo durante el evento.
¿Crees que es un emprendimiento exitoso?
No sé si Sigma clasifica como emprendimiento, es un proyecto sin fines de lucro, pero la gente ha empezado a acercarse a nosotros para preguntar cómo entrar a la carrera, cómo conseguir material para aprender a programar… ¡El otro día me llamó una mamá preguntando por materiales para su niña de 6 años! Desde el momento en que eso ocurre, Sigma es un éxito.
¿Cuánto faltaría para llegar a ser lo que soñaron al crearlo?
Falta mucho todavía para ser todo lo que podríamos ser, para tener un espacio, para ofrecer cursos de programación para jóvenes. Pero, al crearlo, queríamos tener la oportunidad de acortar la brecha de género en las carreras de ciencia, de decirles a las muchachas que ellas sí pueden y eso ya lo estamos haciendo.
¿Cuáles son las herramientas y competencias necesarias para que alguien emprenda un proyecto así?
La herramienta principal es el deseo que uno tenga de emprenderlo. Los saberes son los que uno quiera y pueda transmitir.
Hay que tener muchas ganas. Las ganas son contagiosas, hacen que la gente se sume a colaborar.
¿Cómo es llevar un proyecto como este en Cuba?
Muy difícil. Nosotros hemos contado desde el principio con el apoyo de la Universidad y de varios trabajadores por cuenta propia, que han patrocinado los eventos. La interacción más difícil ha sido con las instituciones y organismos. Las trabas son muchas y se avanza muy lento.
Todo es más sencillo cuando podemos organizar los encuentros sin la ayuda de nadie, pero eso hace muy complicado el tema de escalar. Como equipo, hay que luchar contra las puertas que se cierran, requiere sobre todo tiempo y paciencia. Pero la Universidad nos ha dado un apoyo fundamental, al menos es un espacio con el que podemos contar, sin dudas.
¿Qué consejos les darías a las mujeres que quieran realizar experiencias similares?
Fuerza, paciencia y ganas. Levantar un proyecto no toma un día, ni unas semanas, es cuestión de tiempo y dedicación. El camino puede estar lleno de obstáculos, pero también de triunfos pequeños, que llevan a los triunfos más grandes.