Reivindicar a las mujeres con el pincel

Por Raquel Sierra / Foto: Raquel Sierra

En la Plaza del Carmen, en Camagüey, 533 kilómetros al este de La Habana, las comadres cuchichean (conversan bajito) cómodamente sentadas, mientras un hombre muy concentrado lee el periódico, otro acarrea el agua en las típicas tinajas del lugar y una pareja asiste a una cita.
Lo curioso es que estas figuras son esculturas de barro, de tamaño natural, fruto de la observación de la realidad y la elección de personajes de la artista plástica Martha Jiménez, quien desde el costumbrismo recrea, satiriza y plasma detalles de la ciudad donde vive hace más de 30 años.
“Estas figuras surgieron de mi imaginación. Yo trabajaba el costumbrismo onírico, con algo de sátira y la figuración que prefiero. Los hay pequeños y de tamaño natural”, comenta. Se formó en La Habana como instructora de arte, en la primera graduación de esa especialidad en la década de los sesenta. Después estudió Licenciatura en Educación Plástica y dedicó muchos años al trabajo de la cultura masiva en el movimiento de artistas aficionados del Ministerio de Cultura, en ese territorio del oriente del país.
Sin embargo, en su interior vivía todavía una niña que en su San Germán natal, en la provincia de Holguín, prefería sentarse a expresar todo en dibujos y estos constituían su juego preferido. “Comencé a dibujar desde pequeña y no he terminado todavía, aunque durante años solo lo hacía esporádicamente”, dice.
Pero llegó un momento de cambio. Un buen día, en 1989, hizo a un lado el trabajo con los aficionados y mantuvo, por algún tiempo, la docencia en la Academia de Arte Vicentina de la Torre, reconocida por su historia y la formación de hoy conocidos pintores.
La cerámica la hizo salir a la luz pública con su participación en exposiciones personales y muestras colectivas, fundamentalmente en la Feria Internacional de Artesanía que se realiza en La Habana.
“Para mi asombro y satisfacción, en 1997 fui premiada por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) al mejor conjunto de obras. Fue como una validación porque siempre dudo, nunca estoy del todo convencida y enfrento las inauguraciones con un poco de susto”, confiesa.
 
Martha y las mujeres
En sus piezas y lienzos, conviven mujeres y hombres, pero ellas se llevan siempre su máxima atención: regordetas, lejos de los patrones de delgadez acuñados en el mundo. Esto no surgió de la nada, detrás hay toda una carga de experiencia personal de madre de tres hijos y responsable de su casa, y una constante reflexión sobre el papel que la sociedad les ha otorgado.
“Desde mis vivencias y lo que he podido conocer en mi país y fuera de él, creo y sostengo que la mujer tiene un papel muy importante en la familia y la sociedad y ha sido muy golpeada y mal ubicada en todos los tiempos”, considera esta artista, de voz calmada y dedos expresivos.
“Vivimos en un continente del tercer mundo, pero también en el primer mundo he visto y sentido que la mujer es más golpeada, discriminada, utilizada y sobre ellas hay mayores exigencias por el exceso de trabajo, lo cual tiene que asumir y a lo que se ve presionada a renunciar para lograr una mejor posición en la sociedad”, afirma.
A su juicio, la mujer se impone, pero le cuesta mucho. “Somos casi la mitad de los 6.000 millones de habitantes del planeta. Llevamos, generalmente, desde la casa, lo cotidiano, hasta lo más profesional y no siempre se nos reconoce. Por ello, en todo el mundo,  la mujer debe mantener la lucha constante por su emancipación, por alcanzar y defender el espacio ganado como trabajadora, madre e intelectual”, asegura.
“Con mis esculturas y pinturas tratado de reflejarlas, reivindicarlas y estimularlas a ver hasta dónde podemos llegar y que todas alcancen un lugar justo en la sociedad que compartimos con los hombres”, señala a SEMlac.
Pero esto no caerá por peso propio, sino que cada una debe salir a buscarlo. “En el trabajo costumbrista, ubicado en la Plaza del Carmen, todo el mundo se ríe de las chismosas, pero el mensaje no es ese, va más allá: lo hago en forma de sátira, por las que pierden el tiempo hablando y comentando la vida de los otros y desperdician un tiempo maravilloso, que bien podrían emplear en hacer algo útil”.
 
Las mujeres y las máquinas
Su más reciente exposición, «Anhelo», inmortaliza con pinturas y cerámicas la relación entre las mujeres y las máquinas de coser.
“Creo que, sin discriminar a los hombres, que han dado grandes costureros, la máquina de coser está estrechamente vinculada a la mujer, a su ámbito doméstico. Ese objeto del hogar, junto a la familia, se remonta a siglos atrás. A mi taller van personas muy mayores que recuerdan a sus abuelas sentadas frente a la máquina, cosiendo o remendando”.
A mí también me ha acompañado, explica Martha, quien no pocas veces también ha tenido que sentarse frente al invento y pedalear hasta ver crecer una pieza.
“Mi madre tiene 87 años y todos los días se levanta y, aunque ya no hace ninguna labor doméstica, siempre cose algo y mirando su imagen comencé a dibujar y surgió esta serie que refleja su mundo y el de muchas otras mujeres”, detalla.
En uno de los cuadros, El anhelo de mi Madre, aparece la anciana cosiendo un bote que encierra en sí otros muchos botecitos. “Ella no ha viajado nunca, ese espacio ha sido su viaje, su anhelo puede ir más allá que coser la tela, puede haber cosido muchos sueños”, cuenta la artista, nacida en 1948 y con mucha juventud en ideas y trazos.
La muestra, una mezcla de metáforas de la vida y las imágenes que la escultora y pintora escoge para darle color, plasma un espacio y una herramienta que ha sido muy importante en la sociedad: las familias y la manera de vivir, pues muchas personas criaron y alimentaron a su descendencia con el fruto de la costura.
“Yo misma coso y creo que la acción de coser va más allá, es un medio para modificar. En la pieza «A dónde vamos Señor», un gran bufón —uno de los personajes de su preferencia—, va remendando y todo el mundo remienda también en su gran cola, pero la pregunta es qué se va a remendar: debe ser el alma”, dice.
Según señaló el crítico Argel Calcines en las palabras del catálogo, la artista “recurre una vez más al pintoresquismo consustancial a su obra para proponernos esta exposición que —con el título Anhelo—, ausculta en su interior de mujer y madre en busca de ese deseo vehemente de algo, particularmente inmaterial, intangible, pero que ella se ha dado en representar”.
Por otra parte, apunta, “la obra de Martha remite a los orígenes de la familia, a la convivencia y sus conflictos, a los avatares de la vida cotidiana, en fin… Pero siempre con un halo optimista que tiene en el humor fino la piedra de toque, como un chiste susurrado al oído del espectador”.
 
Cavilación sin fin
Le gustan los verdes, los sepias y la gama de los ocres. Rechaza el exceso de color y los brillos, excepto en aquellos casos cuando quiere resaltar algún detalle.
Los temas los toma de la vida y las personas. “El artista tiene mucho del medio donde vive, quienes lo rodean, los hechos que le suceden”.
“Estando una vez fuera de Cuba, algunos cubanos que conocí añoraban volver y decían que querían ver al menos el penacho de una palma. De ahí surgió la serie “Lo llevo dentro”, en la que usó la cerámica para reproducir la yagua y los cujes con que se cobijan las viviendas campesinas, porque las personas, aunque dejen definitivamente el país, siempre llevan algo o a alguien para toda la vida en el pecho”.
Con exposiciones y piezas en París, Chile, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Turquía, China y República Dominicana, entre otros países, y premios en muestras en Cuba y otras partes del mundo, esta artista ha ido dándole vida a sus conceptos de alcanzar su espacio por cuenta propia.
Quien la conoció hace 20 años, en medio de tres hijos pequeños y sus deberes escolares, una casa llena de trabajos de alumnos en un especio reducido, se da cuenta que Martha Jiménez ha crecido como persona y como artista.
Ella también nota el cambio: “se mantienen los conceptos y los valores, pero siempre hay un cambio en la forma de ver la vida, en lo que incursionas y te haces más atrevida y más profunda”, reflexiona.
En el mundo, comenta, hay muchas tendencias, pero yo trabajo en lo que quiero, no me siento obligada a sumarme a ninguna corriente ni moda. Trabajo lo que  me gusta y quiero hacer. El costumbrismo y el reflejo de las mujeres, con el que me siento muy identificada. Se mantendrán porque aunque haga otras cosas, no dejo de volver a ellos.
Entre sus anhelos está trabajar piezas grandes en metal y seguir incursionando en todas las técnicas que ha aprendido durante su largo aprendizaje. “Hago mis proyectos muy para mí y me pongo tareas que quiero vencer y me las callo, pero no desisto, siempre en silencio”.

 

Julio de 2010

(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)

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