¿Quién cuida a mi bebé?

Una restringida oferta estatal para el cuidado infantil y agudas polémicas en torno a las posibilidades que se generan desde el sector del trabajo por cuenta propia complican las opciones de muchas familias cubanas a la hora de decidir quién cuidará de sus bebés.

Para la joven periodista Dainerys Mesa, la elección definitiva puso fin a lo que casi se convirtió en un proceso de investigación profesional. Recién nacido su niño y ante el temor de no poder acceder a un círculo infantil (guardería) estatal, Mesa visitó a varias cuidadoras por cuenta propia.
«Algunas parecían excelentes, pero tenían costos muy altos. En una casa que visité, con precios más asequibles, la cuidadora se mantuvo todo el tiempo con el niño cargado, brincando para que no llorara, mientras una bebé permanecía en un cochecito frente al televisor», explicó a SEMlac.
«En otra, la sala estaba llena de ceniceros con colillas de cigarros, lo que me causó muy mala impresión», agregó.
Finalmente, Mesa pudo matricular a su hijo en el círculo Frank País, del municipio habanero de Plaza de la Revolución.
«Al niño le va muy bien, aprende bastante y está bien cuidado, pero hay que reconocer que falta personal en el círculo porque las educadoras se están marchando a trabajar a casas particulares donde ganan más», explicó a este servicio.
La también colega Eiry Rodríguez y la psicóloga Giselle Gómez, en cambio, optaron por la opción del cuidado en el sector privado.
Rodríguez lleva a su pequeña Mariana a una casa particular en el municipio capitalino de Diez de Octubre y está muy contenta con los resultados. «Allí hay una limpieza extrema y la casa está asociada con las educadoras de las vías no formales, que van a darle atención a los niños todas las semanas», explicó a SEMlac.
Las vías no formales es el programa no institucional Educa a tu Hijo, establecido en las comunidades para niños y niñas que no asisten a un círculo infantil o un aula de educación preescolar. Generalmente está asesorado por personal docente y busca orientar a las familias en el camino de estimular el desarrollo integral de sus infantes.
Gómez, por su parte, acudió a la opción de una cuidadora por cuenta propia, pues el círculo infantil más cercano a su casa estaba a poco más de un kilómetro y no tenía opciones directas de transporte.
«El niño estuvo apenas dos meses en el círculo. Tenía buena atención, pero yo caminaba todas las mañanas más de 10 cuadras y llegaba tarde al trabajo», explicó.
El pequeño Carlitos ya cursa segundo grado en la escuela primaria, pero a menudo pide ir a ver a Tata Cary, su antigua cuidadora.
«Caridad, la señora que lo cuidó durante cuatro años, tenía varios niños, era muy limpia, educada, les enseñó aspectos básicos de educación formal, pero la parte docente tuvimos que ponerla en la casa», detalló Gómez.
Aun así, Carlitos llegó al preescolar de la escuela ligeramente atrasado en relación con los niños que venían del círculo, que ya conocían algunas letras y trazos de escrituras. Pero, según Gómez, lo que más trabajo le costó asimilar fue la disciplina cotidiana, las relaciones con el grupo de amiguitos y la necesidad de compartir juguetes y tareas.

Opciones contrapuestas
Al cierre de 2015 existían en el país 624.845 personas menores de cinco años, según el Anuario Estadístico de Cuba 2015, publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) a mediados de 2016.
Datos del Ministerio de Educación reportan, por su parte, la existencia de alrededor de 1.080 círculos infantiles, con una matrícula total que supera los 137.500 niños y niñas, lo que representa, aproximadamente, el 18 por ciento de la población infantil de uno a seis años en la isla.
Un artículo publicado por el diario Granma a mediados del propio 2015 refería que, como resultado de la aprobación en Cuba en 2014 de una política de atención a la dinámica demográfica, se habían identificado cinco municipios de la zona oriental del país que no contaban con círculos infantiles.
Según el mismo trabajo periodístico, sumaban 48.333 las solicitudes de círculos infantiles pendientes de respuesta, debido al «déficit de maestros y problemas con la infraestructura constructiva, entre otros factores».
Como opción complementaria para el cuidado infantil, también en 2015 había más de 1.700 personas dedicadas a la modalidad de asistentes para el cuidado de niños, de las cuales 34 por ciento se encontraba en La Habana, según cifras del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) publicadas en la prensa local.
Una particularidad de este servicio, tanto en el ámbito estatal como en el privado, es la casi absoluta mayoría de mujeres dedicadas a estas labores. Apenas 15 de estas personas registradas como asistentes para el cuidado infantil en 2015 eran hombres.
Justamente, un estudio realizado en 2013 en la Facultad de Sociología de la Universidad de La Habana identificó inequidades de género en el desempeño de esa actividad.
Desarrollada en Cojímar, en la periferia este de La Habana, la investigación de pregrado del sociólogo Daniel Iglesias, acerca del cuidado infantil en esa localidad, encontró que «hombres y mujeres no se incorporan en la misma magnitud, producto de arraigados modelos patriarcales y de división social y sexual del trabajo aún presente».
Similar análisis puede aplicarse al sector estatal, agravado por decisiones institucionales que durante años no permitieron hombres en estas funciones. La polémica se agudiza, pues el hecho de ser mujer también es una condición preferida por las familias que buscan quién cuidará a sus bebés.
«Nunca hubiera dejado a mi hijo al cuidado de un hombre, aunque sé que es un prejuicio y todo eso. Pero si a su padre, después de dos años, aún le costaba cambiarle los pañales correctamente, ¿cómo confiar en un desconocido que seguro no tiene el entrenamiento que da el hábito?», confesó Gómez.
Iglesias encontró criterios similares al de Gómez durante su investigación.
«Quienes contratan el servicio y las propias asistentes infantiles prefieren que este trabajo lo realicen las mujeres, pues desde pequeñas están familiarizadas con este tipo de trabajo, demostrándose de esta forma lo arraigados que están estos conceptos patriarcales y de división sexual y social del trabajo», resume una de las conclusiones de su estudio.

Otras claves de la polémica
Sin embargo, el debate entre acudir a la opción estatal o a la privada cuando se trata de cuidar a niños y niñas trasciende con creces el sexo del cuidador o cuidadora.
Maritza Planas, cuidadora de infantes por cuenta propia, reconoce la existencia de diferentes condiciones entre quienes se dedican a esta actividad de manera privada.
«Hay quienes ponen a todos los niños en una sala delante de un televisor y, aunque los cuidan bien, no los educan. En otros casos se han confirmado incluso maltratos por parte de las cuidadoras», reconoció en entrevista con este servicio.
Algunos de los problemas hallados por la colega Dainerys Mesa entre cuidadoras particulares, también mencionados por Planas, fueron constatados en 2015 por una investigación emprendida desde la comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de los derechos de la mujer del Parlamento cubano.
Se visitó alrededor de 83 guarderías infantiles privadas en municipios de las provincias de La Habana, Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Holguín y Granma. También se conversó con madres, padres y con los propios infantes.
El estudio constató la presencia de cuidadoras sin documentación legal para ejercer su trabajo y falta de preparación para enfrentar el proceso de educación en estas edades.
Además, se detectaron dificultades de higiene, violación de los horarios de vida de pequeños y pequeñas, o su exposición a peligros potenciales, además de que no todas las guarderías estaban vinculadas al programa Educa a tu hijo.
La comisión parlamentaria también había estudiado, en diciembre de 2014, el funcionamiento interno de los círculos infantiles estatales.
Entre las dificultades identificadas sobresalieron algunas inconformidades de los padres respecto a los recursos materiales exigidos por la institución en el momento de la matrícula del niño o niña; las dificultades constructivas y, sobre todo, el déficit de docentes y personal en general.
Para Planas, quien inició su vida laboral como educadora de círculos infantiles, «el valor del círculo estatal es que está sometido a muchos controles, a mucha vigilancia», reconoció.
«Siempre puede ocurrir que una educadora maltrate a un niño, pero existen muchas vías para detectarlo e impedirlo, mientras que en una casa es más difícil saber qué ocurre», aseveró.
Mesa coincide. «En el círculo de mi hijo hay un candado en la puerta. Se chequea mucho quién entra y quién sale. ¿Cómo se puede controlar eso en una casa particular; cómo saber quién tiene acceso a nuestros hijos?», se pregunta.
En ese sentido, Planas defiende, como condiciones inapelables para este trabajo por cuenta propia, «que exista una formación previa de la persona y que se establezcan controles, visitas sistemáticas a las casas donde se cuidan niños», detalló.
En los debates parlamentarios de 2015, la diputada Mileidys Abad, de la provincia de Ciego de Ávila, sugería como posible solución la apertura de cursos optativos para las cuentapropistas acerca de los elementos básicos del cuidado infantil, en los cuales el programa Educa a tu Hijo fuera imprescindible, publicó la prensa local.
La doctora en Ciencias Sociológicas Magela Romero, de la Universidad de La Habana, considera que «aunque todavía resta mucho camino por recorrer en la búsqueda del mecanismo ideal para el cuidado infantil dentro del sector cuentapropista, hay que evaluar también esta opción desde la perspectiva de las mujeres que lo ejercen», explicó a SEMlac.
En su artículo «El cuidado infantil en Cuba: especificidades de su desarrollo tras la nueva apertura del sector cuentapropista», publicado en 2015 en la revista del CESLA, de la Universidad de Varsovia, Romero evalúa con detalle las potencialidades de esta forma de empleo para el emprendimiento y el empoderamiento femenino.
«Se trata de una alternativa de beneficio indiscutible para un grupo importante de mujeres, unas porque ofrecen su fuerza de trabajo y otras porque encuentran en este mecanismo una vía para la conciliación trabajo remunerado – cuidado de la descendencia», detalla el texto.
Pero «se debe trabajar más en la preparación de quienes realizan estas funciones y crear vías para garantizar que cuenten con los recursos materiales necesarios para desarrollar esta actividad con la calidad esperada», explicó la socióloga.
Al mismo tiempo, insistió, «se debe velar porque esta sea una alternativa económicamente viable para aquellas madres que no tienen la posibilidad de optar por el círculo infantil por no ser trabajadoras, o simplemente porque no lo prefieren. El bienestar y la educación de las nuevas generaciones está en juego», aseveró.

Recuadro: Desde las leyes

La Resolución No. 240 del Ministerio de Salud Pública, emitida en 2011, determina que la actividad de Asistente infantil para el cuidado de niños -junto a otras seis- requiere de licencia sanitaria para su ejercicio. El documento señala entre los requisitos higiénico-sanitarios para esta modalidad que la cantidad de niños debe ser de seis como máximo, y en caso de existir dos asistentes, puede ascender hasta diez, siempre que la capacidad del local lo permita.
Se debe demostrar, mediante certificación médica, el estado de salud física y mental de convivientes y personas que pretendan contratar para brindar este servicio. Además, la vivienda debe tener las condiciones higiénicas sanitarias elementales, tales como abasto de agua potable suficiente, instalaciones hidrosanitarias funcionales, ventilación adecuada, entre otras.
La legislación explica también que se debe garantizar el régimen de vida de niñas y niños, que comprende la organización en el cumplimiento del aseo, alimentación, sueño y vigilia activa.

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