Foto: Raquel Sierra
Es un paraje solitario en el municipio de Jimaguayú, en la oriental provincia cubana de Camagüey, 723 kilómetros al este de La Habana. Apenas se divisan unas pocas casas; pero, a la izquierda del camino de tierra, donde nadie lo esperaría, crecen rosas y gladiolos cultivados por manos de mujer.
Milagros Arias Manso, de 42 años, es la florista. Escogió ese trabajo porque le gusta el contacto con esa textura, unas veces aterciopelada y otras, áspera, de las flores que siembra y corta cada día, y el suave o intenso aroma que desprenden.
“El trabajo es bonito, tiene que gustarte y, además, descubres los secretos de cada especie. Si están cerradas debes dejarlas que abran, a media mañana, porque antes el rocío no las deja abrirse, tenemos que esperar a que les dé el sol. Cuando seca se abren y las cortamos”, cuenta a SEMlac.
Según su experiencia, entre las rosas más resistentes están las amarillas y las blancas matizadas. “Llevan un cuidado enorme, hay que podarlas y cortarles los tallos secos. A veces produce mucho cuando no están retoñadas. La plantación debe durar 10 años. Le sigue en cuidado el gladiolo, que necesita agua permanentemente”.
Vive con su esposo y su hijo, ya de 20 años, e incorporarse al trabajo, por suerte, no trajo muchos trastornos a su hogar. Ahora todos se benefician con el ingreso adicional que, en los meses de alta producción, no es despreciable.
Orlaidi Mariné, de 37 años, trabajó durante un tiempo en un vivero particular y se incorporó al empleo en el jardín. Se fue a vivir con su madre en otro municipio y cuando regresó se dio una vuelta por ese jardín que había visto nacer. Hoy trabaja allí en como custodio, pero sueña con poder manejar algún día las flores.
“No sólo soy cuidadora, me uno a ellas a desyerbar, sembrar y cortar las flores. Lo único que no hago es andar con el buey —emplean tracción animal en la producción— por el miedo que le tengo, todo lo demás puedo hacerlo también”, dice dispuesta.
Este despertar de la mujer en este apartado sitio de la geografía cubana formó parte del proyecto para el desarrollo integral de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Ignacio Agramante, que tuvo entre sus contenidos, además del apoyo al fomento ganadero, acciones sociales y recuperación de la infraestructura.
De acuerdo con Olga Montell Camero, de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), organización no gubernamental que desarrolló el programa y monitorea actualmente su continuidad, se fue más allá con la reparación de la bodega (tienda de víveres), el consultorio del médico de la familia, un centro de elaboración de alimentos y se incluyó la terminación de un aula para la atención a niños hasta cinco años por vías no institucionales.
“El no tener con quién dejar a los niños pequeños constituye un freno —no el único— en el desarrollo de la mujer rural. Sin embargo, eso ha funcionado parcialmente porque los ciclones de años anteriores deterioraron el aula y no se ha podido recuperar”, explicó Montell a SEMlac.
Según cifras del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas, las cubanas constituyen alrededor del 47 por ciento de las personas que habitan en áreas rurales, pero, de acuerdo con el Ministerio de la Agricultura, en julio de 2009 eran apenas el 19,2 por ciento de la fuerza agrícola en el país.
Si esa fue una puerta semiabierta, la otra fue el fomento del jardín con doble intención: darle solución al déficit de flores en el municipio, un tema difícil que provocaba evaluaciones de deficiente del Grupo Nacional de Agricultura Urbana, y crear nuevas fuentes de empleo.
Flores, un camino
“Un proyecto entre ACPA y el País Vasco, a través de la organización no gubernamental Mundubat —que apoya en el mundo entero problemas de déficit de producción—, permitió echar a andar el jardín y darle empleo a un pequeño grupo de mujeres”, abunda Montell.
No son muchas, sólo seis, cuatro vinculadas directamente en la producción de flores y otras dos encargadas de la custodia. Sin embargo, junto a sus compañeros de faena, han logrado un jardín de rosas, margaritas, azucenas, girasoles, gladiolos, nardos y encaje de la reina en un campo antes improductivo y hostil.
El financiamiento de Mundubat posibilitó la adquisición de malla periférica, las mangueras, y el sistema de riego. Todo ello benefició a la cooperativa y a la Dirección Municipal de Comunales, receptora y comercializadora de las flores.
El resultado del trabajo en la siembra y cultivo de flores en el lugar ha sido un tanto muy positivo que se han anotado las mujeres, quienes, aunque son la mayoría, no están solas en la labor.
Según declaró a SEMlac Narciso Cená Cardet, subdirector de Comunales y al frente de la actividad de flores y plantas, en 2009 la UBPC Ignacio Agramonte cerró con muchísimas ganancias, precisamente gracias a la comercialización de las flores.
Como la producción ha crecido considerablemente, pudieron cubrir la demanda de Jimaguayú y han empezado a llevarlas también al municipio de Camagüey, la capital provincial.
“Esta idea del proyecto ha sido muy buena, hace dos años no había jardín, hoy da la posibilidad de tener las flores y contar con la participación de las mujeres, que es extraordinaria, pues lo iniciaron y lo han llevado hasta aquí. Los hombres se sumaron mucho más tarde en el manejo de los bueyes y el riego”, explica.
Ahora, ante el crecimiento de la producción, se impone la construcción de un cuarto refrigerado para la conservación de las flores, como una forma de evitar que se marchiten y dañen mientras esperan el transporte que las conduzca a su destino final.
Más allá de las flores
De acuerdo con Montell, en la concepción del proyecto de creación del jardín no se conformaron con buscar un trabajo a las mujeres, pues el fin es lograr que se produzca un cambio de mentalidad en el hogar.
“De no ser así, les estamos creando un problema, pues a las tareas que realizan con las flores se les suman todas las que habitualmente hacen en la casa: la crianza de los niños y los animales domésticos, la cocina y la higiene, entre otras”, considera.
Transformar las mentes es un proceso complejo, que no siempre se ve coronado con el éxito. Las que consiguieron esa transformación se mantienen en sus puestos, pese a las calamidades de escasez de agua para el riego que sufrieron durante un tiempo; otras, renunciaron.
“Algunas no interiorizaron el compromiso que entrañaba tener una plaza con un salario, no se adueñaron de la idea y dejaron de trabajar”, opina la representante de ACPA.
En su estudio “La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas”, Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas, señala que los obstáculos fundamentales para el empoderamiento de la mujer rural siguen estando en la sobrecarga de responsabilidades domésticas.
Una vía para trabajar con la subjetividad de las personas de la UBPC Ignacio Agramonte fueron los talleres e intercambios sobre equidad de género y de crianza de algunos animales de corral.
“Además de los conocimientos, recibieron pienso y pies de cría. Hoy, algunas de las integrantes de la unidad productiva crían aves y conejos, venden sus productos y mejoran sus ingresos”, señala Montell.
Sin embargo, indica, el alivio inicial que sintieron con el aula, se lo llevaron los ciclones. “El cuidado del niño pequeño las ata y no las deja desarrollarse y participar, pues el cambiar la manera de pensar no se logra a corto plazo y requiere de un trabajo sostenido. También hay que involucrar a las familias”, explica.
“Hemos tratado de invitar y adecuar los horarios para que los hombres puedan participar. No se trata de introducir esta manera de ver las cosas sólo en las mujeres, sino en las mentes de toda la familia, para que cada uno sepa hasta qué punto le toca corresponder al sostén del hogar”, indica.
En este abarcador proyecto, están involucrados junto a ACPA las autoridades locales de educación, salud, agricultura, comunales, comercio y gastronomía.
Al respecto, considera Montell, es preciso mejorar muchos mecanismos y que estas entidades, como beneficiaras, vean como suyo el proyecto de cooperación, se sientan partes del proceso y comprometidos con sus resultados, de manera que contribuyan a su sostenibilidad.
Agosto 2010
(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)